Separando la academia de una edulcorada “escritura diplomática”,
puede inferirse que el Gobierno Nacional por intermedio de la hiperinflación
que promueve dentro de un marco de desorden monetario, fiscal y cambiario, está
aplicando la táctica militar de Tierra Arrasada en aras de devastar la economía
venezolana apuntalado en su accionar por economistas oficialistas “Luthorianos”
(conocimiento para destruir) con la intención subyacente de estimular en los
ciudadanos, tanto una desesperanza y desilusión para que asuman un desanimo
para convivir en un “cascarón destruido” (emigrar como forma de huir hacia
adelante), al igual que en un desencanto electoral para favorecer la abstención
en pro de alcanzar “triunfos electorales en democracia” (con o sin trampa); con
la finalidad de “ganar tiempo” para mantener el ejercicio de su modelo
económico devastador, que en un contexto de populismo a través del gasto
público y un apoyo mediático arrastre a la población a “pensar” que los
escombros del aparato productivo y el descontento social ha sido consecuencia
de una guerra económica en armonía con la conspiración de la derecha nacional e
internacional, bajo el supuesto que solamente la “revolución” puede garantizar
la reconstrucción del país bajo la consigna: después del desastre, nosotros.
La hiperinflación, puede definirse como un rápido aumento de la
oferta monetaria originado por una elevada emisión desequilibrada de dinero
(impresión de bolívares) para financiar el gasto público, lo cual se traduce,
en un primer momento, en un aumento del nivel general de precios en aquellos
bienes y servicios (ByS) demandados por el Estado a raíz de los sectores que
atiende, como por ejemplo los alimentos y la construcción de viviendas, hasta
extenderse al resto de la economía en función a que “el dinero malo desplaza al
bueno” (Ley de Gresham). Por su parte, el Consejo de Normas Internacionales de
Contabilidad vincula la hiperinflación
con el momento cuando la inflación acumulada está en o cerca del 100% en un
periodo de tres años; mientras que distintos autores la sitúan cuando los
productos aumentan mensualmente a tasas mayores del 50% e inclusive otros entre
un 20% y un 30%.
Tal desencuentro conceptual puede soslayarse, al asumir que el punto
de inflexión entre la inflación y la hiperinflación se sucede cuando el dinero
deja de funcionar como depósito de valor, es decir cuando la sociedad percibe
que el dinero ya no es un activo seguro para conservar su patrimonio. En este
artículo, lo asumimos como válido para la Venezuela actual.
Tal pérdida de confianza en el bolívar, ante la caída de su poder
adquisitivo como consecuencia de la elevación continua de los precios, presiona
sobre el consumo inmediato tanto de ByS como por la adquisición de divisas (aún
en un especulativo mercado paralelo), en razón a la disposición ciudadana de no
retener el dinero (ahorrar para qué) por un tiempo mayor al necesario para
cambiarlo (medio de cambio) por activos no monetarios (bienes reales), al
presumir que en un corto plazo el precio del bolívar (poder adquisitivo) será
mucho menor. En fin, se materializa una crisis de confianza por efecto de la
llegada al mercado en forma continua de “nuevos bolívares” no compatible con el
volumen de producción de ByS, generando dudas sobre la capacidad de la moneda
para mantener su valor (temor a un derrumbe monetario) que lleva hasta
propiciar un deterioro de la base monetaria ante la paradoja que dicha crisis
fuerza un aumento de la emisión de bolívares, o que demasiados bolívares
destruyen la confianza; que en cualquiera de los casos provoca que el dinero
como depósito de valor se derrumbe y es sustituido por bienes que son usados
como valor-refugio; escenario donde evidentemente la demanda de dinero se
contrae, hasta inducir la desintegración del sistema económico (la producción
se estanca y el mercado se atrofia) con la obvia elevación de los precios, la
caída de los salarios reales y el desplome de vida de aquellos ciudadanos que
reciben rentas fijas (jubilados, pensionados, etc.). En tal sensible situación,
el Gobierno “aprovecha” para instaurar controles sobre los precios, costos y
ganancias con intención de demoler el sector privado que es el fin ulterior de
la táctica (Sunndde incorporó en marzo 2015 unos 700 fiscales y 20.000
inspectores populares) acción que sin duda conduce al desabastecimiento y la
escasez (deseado como intención devastadora); pero al propio tiempo no detiene
(el Gobierno) el incremento persistente de la oferta monetaria (recurso
destructor) mediante la emisión de dinero inorgánico (sin respaldo metálico)
por parte del BCV, que al propio tiempo le facilita continuar elevando el gasto
público(estrategia populista)en un continuo monetizar del déficit fiscal que se
ubica en un elevado porcentaje del PIB.
A tenor de lo expuesto, pareciera que en efecto está en marcha un
ataque frontal sobre la economía nacional mediante la aplicación de la táctica
militar de Tierra arrasada en pro de mantener el poder al margen de algún
referente ideológico; lo cual nos estimula a concluir con una cita del afamado
economista P. Samuelson: “….la solidez política de una democracia está
estrechamente ligada al mantenimiento efectivo y estable de la calidad de vida
y alto nivel de empleo….”, “….o consiguen controlar las depresiones y las
inflaciones extremas, o la estructura política de la sociedad estará en
peligro”.
Jesús Alexis González
Jagp611@gmail.com
@jesusalexis2020
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