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LA LIBERTAD, SANCHO, ES UNO DE LOS MÁS PRECIOSOS DONES QUE A LOS HOMBRES DIERON LOS CIELOS; CON ELLA NO PUEDEN IGUALARSE LOS TESOROS QUE ENCIERRAN LA TIERRA Y EL MAR: POR LA LIBERTAD, ASÍ COMO POR LA HONRA, SE PUEDE Y DEBE AVENTURAR LA VIDA. (MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA) ¡VENEZUELA SOMOS TODOS! NO DEFENDEMOS POSICIONES PARTIDISTAS. ESTAMOS CON LA AUTENTICA UNIDAD DE LA ALTERNATIVA DEMOCRATICA

jueves, 5 de febrero de 2015

MIGUEL BAHACHILLE M., EL 70% FELIZ DE MADURO

Sería redundante y, si no fuera tan triste, diríase que hasta burlesco describir otra vez los ingentes conflictos creados por este desvarío ideológico que aplasta no sólo el bienestar material y anímico de la mayoría, también buena parte de su esperanza. Y la esperanza ha sido siempre factor indispensable para inducir los cambios. Cuando está en baja, como ahora, prevalece la pasividad. Y de allí muy poco para la entrega del espíritu. Así se viabilizan las autocracias.
El venezolano, por tradición, adversa toda afición autoritaria. Sabe que la fórmula marxista le humilla y exige que piense y actúe bajo una derivación ideológica alienante. Maduro en todas sus arengas (como Chávez), montado en el andamio de los fanáticos, hace con su verbo especial hincapié en la fase agresiva del hombre. El vecino, por su parte, padece otro tipo de violencia diaria; aquella que lo obliga a doblar las rodillas en largas colas escrutando mercados para adquirir algún bien básico. En Cuba esa expiación se hizo forzosa y perpetua como política de Estado para tener control pleno de la población. 
Es cierto que la economía que descansa sobre la propiedad privada y el provecho que la retribuye está sujeta a intereses personales propios de su ordenamiento. Sin embargo, casi siempre el trabajador es gratificado por asertos que legitiman los principios con los que opera como contratos colectivos, seguros, servicios médicos y hasta huelgas legítimas. Garantías vedadas por este régimen que de socialista tiene poco. Basta dar una mirada a los conflictos de Ciudad Guayana y de los docentes de todo el país para concluir cómo la violencia priva sobre la discusión reflexiva.
Insuficiencia, desconcierto, merma progresiva de la calidad de vida e intimidación, entre otros infortunios, configuran el escenario para este año. Maduro pretende extender un ensayo fallido causante de los desgarramientos sociales más devastadores de nuestra historia contemporánea. La coacción instituida genera cierto grado de terror y, por ende de hemiplejía, estoicismo, recelo y, por qué no, hasta de "simplezas". ¿Está feliz el pueblo bajo estos asertos?
¿Cuál es el escenario futuro del país y hacia dónde queremos ir? Sólo hay dos caminos. Asentimos que la Democracia como forma de Estado no funciona y "nos transamos" con lo que hoy ocurre, o participamos vehementemente, por ejemplo, configurando un plan serio para contender en las próximas elecciones legislativas; sobre todo si el oficialismo decide adelantarlas.
Si la gente está conforme con las enormes colas bajo lluvia y sol para adquirir un saco de cemento, baterías, o un simple paquete de café; si no le importa que seamos el segundo país más violento del mundo; si vegeta apocada por la incesante inflación y, en términos conclusivos, si acepta convivir en minusvalía respecto a otros países, pues ¡viva la revolución y muera la institucionalidad! ¿Será que yacemos impasibles atosigados con la sobrevaloración de nuestros próceres mientras obviamos el actual contexto antigregario?
No se trata de revueltas ciegas. Ello atenta contra la paz de la nación. Pero tampoco asentir con ideas execradas por la historia. Mientras el país se hunde en la ignominia, Maduro declara nada menos que en Arabia Saudita, que más del 70% del pueblo está feliz e insiste con promesas para pasado mañana. Fidel y Raúl llevan 60 años hablando de dignidad mientras la miseria se posesiona del cuerpo y espíritu de cada cubano. ¿Cuál dignidad?
Cuando chocan ideas y conceptos de épocas diferentes, como hoy en Venezuela, los conflictos se hacen inevitables y los existentes se desbocan a veces sin control. El gobierno debe pisar tierra y entender que no existen milagros para mitigar la pobreza. Basta de alabar el portento de una revolución que socava no sólo nuestra dignidad sino la paz de la República. La utopía destructiva está en terapia intensiva. ¡Dejémosla ir! El fallo está en nuestras manos. ¡Créalo, Presidente! ¡El pueblo no está feliz!
Miguel Bahachille M.
miguelbmer@gmail.com
@MiguelBM29 

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