Del fanatismo a la barbarie solo media un paso. Denis Diderot (1731 – 1784), escritor, filósofo y enciclopedista francés
CHARITO ROJAS |
La lengua mapoyo acaba de ser declarada
Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco. Apuesto que
ustedes no tienen ni idea de qué se trata. Yo tampoco, por eso busqué en
Wikipedia de dónde era ese idioma y quiénes lo hablaban... Para concluir, les
informo que en las escuelas primarias del gobierno han dejado de enseñar
inglés, porque es un idioma “pitiyanqui”. Ahora imparten tres veces a la semana
clases de “warao”, que sí es un idioma bien útil para el futuro de los niños.
Pues resultó que pertenece a un grupo
indígena venezolano llamado también mapoyo, que habita en el estado Bolívar,
más allá de Caicara del Orinoco. La tribu está conformada por 400 personas y
solo 4 hablan mapoyo. La sabia Wikipedia dice: “El mapoyo o wanai es un idioma
caribe a punto de extinguirse hablado por algunas personas en la cuenca del río
Suapure. Es un idioma ergativo”. Bueno, ergativo es el gobierno, que va ante un
organismo para la cultura y la ciencia como es la UNESCO a pedir declarar
Patrimonio a una lengua que hablan cuatro (sí, 4) personas, mientras destruyen
a un verdadero patrimonio de todos los venezolanos, como es el IVIC.
Tal parece que nuestro instituto más científico seguirá la ruta del desastre que ya antes transitaron Fama de América, Diana, Owens Illinois, Café Madrid, Agroisleña, CANTV, Holcim, Hipermercados Éxito, Cada, Conferry, Venepal, Rualca, Venoco, Sidetur, CVG, RCTV, Sidor, Hilton, Lácteos Los Andes, Johnson Controls, Cemex, Monaca, Intercontinental Valencia y PDVSA, por nombrar solo a los más sonados y sin meternos con los millones de hectáreas expropiadas y hoy abandonadas, con los centrales azucareros, con los ateneos, con la Plaza Monumental de Valencia y con aquello que sufre el toque de m… (que no es precisamente de Midas), que convierte todo en excremento cósmico.
Este 18 de noviembre la Asamblea Nacional
aprobó en primera discusión -y luego lo incorporaron al conjunto de decretos
leyes habilitantes-, un proyecto de ley de reforma del IVIC, con el alegato de
que está “alejado de la sociedad” y por lo tanto, hay que “refundarlo”, lo cual
implica la manía del cambio de nombre: ahora se llamará Instituto Venezolano de
Ciencia, Tecnología e Innovación (IVECIT). En los valores del nuevo organismo
está la “construcción del socialismo” (totalmente inconstitucional),
politizando así un escenario en el cual el finado había tratado de meter sus
manos pero no lo había logrado, porque más de 50 años de ciencia intimidaron su
voracidad revolucionaria.
La nueva ley introduce elementos altamente
dañinos para la aséptica actividad científica que es la razón de ser del
Instituto. Cambia la regla de tener méritos para ser director y lo convierte en
un cargo de libre nombramiento y remoción, sin consulta con la Asamblea de
Investigadores, tal como señala la ley vigente. Lo cual augura que según la
costumbre del régimen, un militar pronto podría montar sus botas en los
impolutos mesones de los laboratorios.
Los investigadores podrán ser removidos por
causales como “la participación individual o colectiva en actividades o
manifestaciones que lesionen los principios consagrados en la Constitución”. En
la constitución chavista, claro está.
La página revolucionaria Aporrea publica la
carta de un investigador del IVIC, evidentemente oficialista, asombrado porque
se introdujo esta ley de reforma del IVIC, sin consultar a la directiva del
organismo, ni a los investigadores. Ni siquiera saben quién o por qué elaboró
esta reforma. Y eleva su queja al presidente de la república, a SU presidente,
en este tono:
“Sr. Presidente, el nuevo proyecto en su
elaboración, violó todas las normas de participación establecidas en nuestra
constitución. Destruye la estructura organizativa de nuestra institución.
Destruye la carrera científica. Destruye la estructura académica. Va en contra
de derechos laborales. Sr. Presidente, usted bien conoce que nuestra institución,
nacida en 1958, desde su inicio hasta el día de hoy representa la máxima
institución de investigación de nuestra Venezuela. Ha servido de semilla de
otras instituciones como IDEA, Fundación de Ingeniería, Intevep y de la única y
más importante empresa de biotecnología del estado, Quimibiotec, dedicada a la
producción de derivados de plasma para uso en pacientes. Ha formado centenares
de profesionales desde su pregrado hasta niveles doctorales. Constituye la más
importante escuela de postgrados de Venezuela”. Pero, contra todo razonamiento,
el proyecto va viento en popa: en 40 artículos, dos disposiciones transitorias
y una disposición final, afirma que está “democratizando a la ciencia”,
poniéndola al “servicio del pueblo, la liberación y soberanía de la patria”. La
directiva del IVIC emitió un comunicado en el cual se infiere el disparate que
representa esta direccionalidad populista en los fines científicos del
instituto: “Nadie duda del interés de la tecnología artesanal, ni tampoco que
el estado la promueva. Resulta ilusorio sin embargo pensar que los grandes
problemas que el país afronta en el siglo XXI, pleno de física, electrónica,
informática, química, etc., tengan soluciones artesanales”.
En el año 2010, el finado después que lo
criticaron porque estaba haciendo tratos con Rusia para montar una planta de
energía nuclear en los llanos venezolanos, descubrió que el IVIC había
instalado en 1961 el primer reactor nuclear de Latinoamérica en los Altos de
Pipe, donde funciona el instituto. Allí el finado se envalentonó y dijo que iba
a hacer una “revolución científica”. En realidad lo que hizo fue introducir
elementos políticos en el seno del IVIC, llenar de pancartas el sitio hasta
entonces virgen de partidismo y colocar una foto del Che Guevara (“ese gran
médico”) en el lobby de las instalaciones.
El Dr. Rafael Muci Mendoza, presidente de la
Academia Nacional de Medicina, hace una estupenda narración del auge y caída
del IVIC: “Corriendo el año 1955 y cursando mi primer año de medicina, conocí
los Altos de Pipe cuando éramos llevados al flamante Instituto Venezolano de
Neurología e Investigaciones Cerebrales (IVNIC) a recibir el complemento
práctico de nuestras clases de Biofísica. Humberto Fernández-Morán (1924-1999),
era su director; había inventado el bisturí de diamante que conjuntamente al
desarrollo del microscopio electrónico y la introducción del concepto de la
crioultramicrotomía, contribuyó al desarrollo de la ciencia básica cerebral.
Había escogido ese idílico paraje para construir e instalar el IVNIC con la
contratación de 12 investigadores biomédicos y la instalación de un reactor
nuclear. Funcionó por cuatro años hasta la caída del dictador Marcos Pérez
Jiménez el 23 de enero de 1958. Entonces su nombre mutó y se llamó entonces
Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC), cuyo nombre ha
infundido respeto y elevada consideración en Venezuela y allende los mares.
Para entonces se constituyó una Comisión Interventora integrada por los
doctores Martín Vegas, Francisco De Venanzi y Félix Pifano quienes nombraron al
doctor Marcel Roche como su primer Director. Desde entonces hasta la irrupción
de la intolerancia, fue una institución científica con calificados haberes,
especialmente los cerebros que ha albergado, enmarcada en los principios de
libertad de investigación y pensamiento.
De su seno salieron mucho más de once mil
trabajos científicos bajo la autoría de siete mil autores incluyendo
investigadores del IVIC, colaboradores nacionales e internacionales. En él
tiene su sede la Biblioteca Marcel Roche con cabida para 4.428 revistas
científicas impresas, acceso a 11.341 revistas electrónicas y 106 bases de
datos científicas, así como una completísima colección de libros de consulta.
En su seno se desarrolló y patentó en 1989 la orimulsión para el uso rentable
de crudos pesados de la Franja del Orinoco”.
En la actualidad, el IVIC desarrolla más de
300 proyectos de investigación y presta un centenar de asesorías a empresas
públicas y privadas y a, universidades. De acuerdo a su organigrama está
conformado por 16 centros de investigación, 3 centros internacionales, 4
departamentos de investigación, 13 unidades de apoyo a la investigación, 22
dependencias administrativas, 1 escuela de postgrado y 3 sedes regionales:
Higuerote, Mérida y Zulia.
Sería una pérdida incalculable y un retroceso
de un siglo arrojar ese inmenso capital científico de Venezuela, en las fauces
del primitivismo revolucionario.
Para concluir, les informo que en las
escuelas primarias del gobierno han dejado de enseñar inglés, porque es un
idioma “pitiyanqui”. Ahora imparten tres veces a la semana clases de “warao”,
que sí es un idioma bien útil para el futuro de los niños.
Si no nos ponemos serios ante la barbarie,
terminaremos hablando mapoyo.
Charito Rojas
charitorojas2010@hotmail.com
@charitorojas
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