“La violencia de la fuerza arrastra consigo los principios de su propia destrucción” Simón Bolivar
En este libro vemos la sociedad rota, Se muestra una sociedad dividida, rota por la ambición del dinero, esta sociedad de nuevas oligarquías, La sociedad de la envidia que lleva al delito. |
El
crimen perpetrado contra el diputado del oficialismo Robert Serra causó
indignación y repudio en el estamento social y político del país. Pero a ello
se suma al repudio general que originaron las destempladas y graves acusaciones
que voceros del régimen inmediatamente comenzaron a esgrimir, dejando entrever
que los “fascistas enemigos de la revolución” tenían metidas sus manos en este
doloroso hecho. Indigna por lo demás que quienes detentan el poder,
irresponsablemente formulen tan grave acusación, y culpen a la oposición de politizar y hacer
show mediático con la muerte del joven
dirigente socialista.
Fieles discípulos de Goebels inmediatamente se dieron a la tarea de repetir sostenidamente una y otra vez el guión, siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas, a fin de que las respuestas del adversario político nunca puedan contrarrestar el nivel creciente e irresponsable de las acusaciones, y acallando las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y al mismo tiempo disimulando las noticias que favorecen al adversario, lógicamente contando con la ayuda de los medios de comunicación públicos, encargados de exacerbar el odio y prejuicio, con argumentos que pueden desencadenar actitudes primitivas.
La violencia no resuelve nada, al contrario,
engendra violencia y las víctimas suelen ser aquellas personas que no toman
parte en tales acciones, es decir, los
sectores inocentes de la población. Los violencia desatada y generalizada en
este país, tiene su origen en la crisis devenida como consecuencia de la
ingobernabilidad, por culpa de un régimen que no ha sido capaz de cumplir con
las más elementales necesidades de un pueblo, ávido de salir de tan espantosa
situación, social, política y económica por la que atraviesa y que se encuentra
desorientado, decepcionado, burlado, humillado y lo que es peor hundido en la más espantosa y cruda realidad
de un futuro sin horizonte cierto. Un
pueblo que a pesar de contar con una
Carta Magna, que cínica y pomposamente el extinto líder de la mal llamada
revolución bolivariana la denominó “Bicha”, la cual calificó como la mejor de
Latinoamericana, únicamente ha servido para cometer las más grandes tropelías
en un Estado, en el que el derecho y la justicia social brillan por su
ausencia.
Ya el pueblo venezolano conoce los mensajes
populistas y demagógicos de estos actores encumbrados en el poder, que tan
pronto ocurren sucesos que afectan la imagen del régimen, se dan a la tarea de
despotricar contra la oposición. Maduro tan pronto conoció la infausta noticia
del crimen manifestó que “la derecha imperial mayamera está detrás de los
asesinatos de Serra, Anderson y Otaiza”. Diosdado Cabello soltó: “con el
asesinato de Robert, el fascismo quería enviar un mensaje a la revolución”, y
en su discurso en la AN, con odio y groserías incluidas, incitó a los jóvenes a
salir a la calle para vengar la muerte de Serra. Maripili Hernández y Blanca
Eeknout expresaron que “la burguesía
fascista es culpable de este crimen”
y El Aissami: “el fascismo
asesinó a Serra”.
La pregunta de rigor es: ¿si no han concluido
las investigaciones policiales, por qué se anticipan en acusar
irresponsablemente a determinado sector político del país? ¿Acaso pretenden
desviar la atención y confundir a quienes aún mantienen cifradas sus esperanzas
en el socialismo chavista y ahora madurista, en momentos que el país confronta
una severa crisis institucional?. La respuesta salta a la vista, pues el pueblo
es víctima de toda laya de males, como consecuencia del retroceso y evidente fracaso
en el ordenamiento coherente del Estado, y por la ineptitud e incompetencia de
quien maneja los destinos del país.
Todos somos testigos del fracaso del régimen
frente a la administración nacional y en la orientación fidedigna del pueblo,
que de día en día ve alejarse más y más sus esperanzas de alcanzar la felicidad
y asegurar el futuro de sus hijos. De un gran pueblo que no se resigna, y que
no se resignará a claudicar ante el oprobio y la injuria. Oprobio e injuria que
los mismos mayordomos de la llamada revolución socialista del siglo XXI, están
exaltando para que nos asfixiemos y perdamos el norte de nuestro destino. Si no
como se explica, que se le rinda honores de Jefe de Estado a un joven por el
simple hecho de ser militante socialista y por ende comunista y decretar tres
días de duelo nacional, en tanto que a un hombre como Arturo Uslar Pietri, cuya
gloria literaria trascendió las fronteras patrias, el gobierno (¿) ni siquiera
hizo público su pésame. Se transmutaron de victimarios en víctimas.
Existen impúdicos conflictos de intereses;
perversos conceptos y dañosos criterios en la administración de la cosa
pública, que viene originando desde hace 15 años un torbellino de pasiones que
han devenido en más discordias y enfrentamientos, que solo sirven a la causa de
quienes se ufanan cínicamente de ser socialistas, pero que olvidan la causa de
un pueblo que anhela justicia, trabajo, salud, libertad para desarrollar sus
acciones y seguridad para vivir en paz y armonía, como en tiempos pretéritos.
Éramos felices y no lo sabíamos, es la expresión común que hoy en día se
escucha.
No hay duda alguna de que estamos en
presencia de caporales que confunden la palabra “inmunidad” con “impunidad”, para salirse con las suyas
en defensa de sus propios intereses. La primera es un privilegio diplomático que alcanza a los
legisladores, más no es un estiercolero para vomitar sobre ella, y tampoco es
una patente de corzo para evitar ser juzgado cuando se hace uso indebido de una
curul, para negociar a nombre de instituciones del Estado; hacer gala del
tráfico de influencias o cuando un funcionario público cualquiera sea su
posición y cargo, malversa los dineros del erario, lo cual sumado a la
impunidad nos convierte en huérfanos del amparo constitucional y democrático.
Ser político y hacer política significa en
sumo grado, la respuesta al clamor natural de un pueblo que confiado en quienes
dirigen sus destinos, reciben con beneplácito la mayor suma de felicidad, en
todo el sentido de la palabra. En cualquier diccionario etimológico leeremos
que política es "El arte (habilidad) de gobernar un Estado"; podemos
decir que está incluido el asunto del destino, interés y conducción del pueblo.
Desde el punto de vista ético el político tiene, necesariamente, que poseer una
amplia cultura, por cuanto sin educación e instrucción nadie puede ser buen
político, pues, la forma de actuar de un estadista está en relación directa con
su preparación, cultura, moral, don de gentes y pulcritud.
Son las cualidades que debe poseer un
verdadero político y obviamente un Jefe de Estado, probidades de las cuales
desde hace 15 años, no podemos vanagloriarnos los venezolanos.
Carlos
E. Aguilera A.,
careduagui@yahoo.com
@_toquedediana
Miembro
fundador del Colegio Nacional de Periodistas (CNP-122)
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