Está demostrado que
lo regalado atrasa. Hace muchos años, cuando existía el Imperio de Su Majestad,
los ingleses hicieron un experimento social. Llevaron de manera gratuita todos
los recursos materiales necesarios a cierta región de la India donde la hambruna
diezmaba a la población.
Al principio, el experimento socioeconómico tuvo
éxito, pero al cabo de una década, los que debían morir de hambre o de otras
desgracias, sobrevivieron y el crecimiento indiscriminado de la población y de
sus necesidades hizo que los pobres y sus penurias se duplicaran. La moraleja
es que hay que enseñar a pescar y no regalar el pescado.
Es lo que ha ocurrido en Venezuela; a medida
que más dinero entra, más pobres hay. Según el Instituto Nacional de
Estadística el porcentaje de hogares que vive en situación de pobreza pasó de
21 a 32 %, y el indicador de pobreza extrema
se incrementó de 7,1 en el 2012 a 9,8% en el 2013.
La explicación es
que mientras en los países industrializados, cualquier inversión de tipo social
se refleja en un aumento de la productividad, en los nuestros, el reparto
gratis, por su carácter populista, electorero y proselitista, lo que acarrea es
mayor pobreza. Para colmo de males, lo mejorcito de nosotros emigra (un millón
de universitarios), al tiempo que todos los pobres de los paupérrimos países
vecinos quieren invadirnos atraídos por la piñata populista bolivariana.
¿Pero por qué arruinar al país? Lo explicó Fidel al difunto cuando le aclaró que para mantener a Cuba por ejemplo, se necesitaban solamente unos 4.000 millones de dólares al año. “Más de eso ‘estorba’, la gente empieza a vivir bien y se acaba el discurso de la pobreza”. Esa es la explicación del por qué las empresas básicas del país han sido quebradas premeditadamente y no exista la producción privada, para que nada estorbe al comunismo imperante.
La verdadera riqueza de un país no se mide en
términos del dinero que le ingrese por su petróleo, sino en función de la
potencialidad laboral, intelectual y moral de sus pobladores que ha sido puesta
en estado de sopor profundo por el populismo embrutecedor. Que oiga quien tiene oídos…
Ernesto Garcia Macgregor
garciamacgregor@gmail.com
@garciamacgregor
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