El
régimen es gustosa víctima de “aquel inefable Principio de Peter” toda vez que
cayó en la desgracia de improvisar por causa de las mismas equivocaciones en
que incurre cada vez que pretende retroceder con la fatua excusa de avanzar “a
paso de vencedores”.
Las
zarandeadas que flagelan a Venezuela por quienes fungen como gobernantes, dan
cuenta de dos realidades cuyas lecturas infieren el avanzado grado de
descomposición al cual se ha llegado a consecuencia de criterios
gubernamentales cuyo endoso supone un encierro funcional absolutamente anodino.
Primeramente, se tiene el estrecho concepto que estos funcionarios tienen de la
complicada y exigente tarea que significa conducir una nación colmada de
maravillas de todo género, aunque invisibles a su sectaria mirada. Por otro
lado, la ineptitud que caracteriza los distintos procesos de elaboración y toma
de decisiones utilizados para someter al país apostando a descocadas medidas.
Aunque esta situación pudiera tener una primera explicación. Bien lo refirió
Teodoro Petkof, al plantear que “el gobierno, en su conjunto alcanzó ya su
nivel de incompetencia”. Es víctima de “aquel inefable Principio de Peter” toda
vez que cayó en la desgracia de improvisar por causa de las mismas
equivocaciones en que incurre cada vez que pretende retroceder con la fatua
excusa de avanzar “a paso de vencedores”.
Indiscutiblemente,
el país atraviesa momentos de crisis extrema. Sin embargo, tampoco es razón
para aventurar el futuro nacional por la primera salida encontrada pues se
corre el riesgo de entramparse sin siquiera medir el tamaños de las
consecuencias. Y ello, pareciera ser el modo seguido por el régimen para palear
las dificultades. En medio de los resultados alcanzados, la situación deja ver
las debilidades que, equivocadamente o no, fueron escogiéndose como rutas de
escape a los problemas.
Como
dice el aforismo popular, “es peor el remedio que la enfermedad”, las
soluciones giradas por el régimen han generado más inconvenientes que los
problemas en sí. De hecho, las ambigüedades, imprecisiones y vaguedades que
caracterizan el estilo discursivo del régimen, son expresiones chocarreras que
por su pésimo gusto y confusa orientación, evidencian la vacuidad de la
ideología socialista en cuestión. Pero igualmente retratan resentimientos,
malevolencia e enajenadas actitudes.
Aprovecharse
de la presidencia de la República, o de cualquier instancia del alto gobierno
para hablar sandeces, despotricar o dejarse llevar por maledicencias para
actuar desproporcionadamente desde la verticalidad gubernamental, es
simplemente “poner la cómica”. Es “poner la torta”. De esa manera multiplican
los desaciertos. Y no precisamente por culpa del infortunio que naturalmente
puede jugarle una mala partida a la gestión de gobierno. Como si puede ocurrir,
como en efecto acontece, por causa de la conjunción de incapacidades,
indolencia e improvisación con la que suele actuar el régimen llevado por el
ímpetu de un fanatismo miope y sordo.
En medio de estos resultados, resulta difícil
tomar en serio al gobierno o lo que declaran o deciden sus estirados
funcionarios. Su atropellada manera de llevar adelante sus decisiones, es claro
motivo para hacer reír a la población del ridículo realizado pues detrás de
todo buscan desviar, derivar o cortar una ruta en función de sacar ganancia, a
fuerza de amenazas de toda situación. Ni siquiera porque pudiera verse como una
maniobra alrededor de un obstáculo para mantener el momentum de ventaja, pues
en esa misma medida el producto pretendido termina siendo peor. Un día hablan
de una cosa, y al día siguiente lo contrario sin ilación. Sencillamente, todo
es un grosero enredo. Para ejemplificar lo criticado, basta aludir al caso de
las “captahuella” o tecnología biométrica para “evitar el contrabando”. O lo
extemporáneamente referido sobre el plan “desarme” y la eliminación del “porte
de armas”, cuando el país entero ha sido testigo de la campante delincuencia y
sus secuelas de amplio espectro. O la violación de derechos ciudadanos ante lo
cual el régimen actúa con franca impudicia. Encima de esto, siguen procediendo
y ordenando determinaciones funcionarios que habrían puesto sus cargos a la
orden del presidente. Entonces, ¿qué es todo esto? Ahora Pdvsa importará
petróleo en el país con las mayores reservas de hidrocarburos del mundo. Un
pésimo espectáculo de circo o acaso un ¿gobierno de comiquitas?
VENTANA
DE PAPEL
CONTROLES
QUE DESCONTROLAN
Mucho
antes de Cristo, Platón había referido que “el precio de desentenderse de la
política, es el ser gobernado por los peores hombres”. No saber de política
genera una condición de carencia abismal, que estimula caos a todo nivel. El
problema de pretender gobernar naciones a desdén de la política, ha provocado
confusiones de todo orden y magnitud. Haber pasado por un curso de
adoctrinamiento ideológico o haber asistido a una escuela de formación militar,
no es razón suficiente para ostentar el necesario conocimiento de política y,
en consecuencia, actuar con ínfulas de dirigente político.
El
absurdo problema que en Venezuela se ha armado por causa de la decisión del
alto gobierno de comprar un sistema biométrico con la burda excusa de que con
su utilización se aplicará una solución a las mafias dedicadas a comprar y
vender alimentos con lo cual se desestabiliza la economía nacional, es la mejor
demostración de desconocimiento de política. Además no resolverá nada, sino que
animará nuevos problemas. El régimen no entiende el fondo de dicho problema
cuyo efecto es la falta de productos en los anaqueles de automercados y
establecimientos comerciales. Es propio inferir que con la captahuella, no
aparecerán los productos por cuanto lo que explica la situación de anomalía que
vive el país, es de naturaleza económica. Y por tanto, de producción.
De
persistir tan complicado e inútil sistema de control, se avivarán mayores
inconvenientes pues el descalabro que vive la economía no resiste tratamiento
policial alguno. Se auspiciaría una ola de protesta social, que enturbiaría más
aún el clima político nacional. Las repudiadas colas a la entrada de estos
abastecimientos, es una variable que habla de la pésima condición por la que
atraviesa la economía nacional. Aunque el régimen pareciera servirse de las
mismas para validar su obsoleto proyecto socialista. O quizás, para imponer un
terror que conviene a sus perversos intereses precedidos por la confusión y el
desorden.
Sin
embargo, no escapa a esta crítica pensar en el usufructo que deriva del hecho
de adquirir los captahuella toda vez que la corrupción ha envuelto el panorama
nacional bajo la mirada cómplice de altos funcionarios civiles y militares. ¿O
acaso la idea es seguir desarreglando el país para lo cual están empleándose
controles que descontrolan?
EN
CRUDA AGONÍA
Ya
lo declaraban representantes de la Academia Nacional de Medicina, preocupados
ante la abulia dominante en cuanto a medicamentos a nivel nacional. “Ni en los
peores momentos de la historia republicana, se había presenciado el efecto de
la indiferencia e incompetencia gubernamental”. Esta dura apreciación, da
cuenta de la dramática situación que ha provocado la indolencia y desvergüenza
de quienes, desde el Ejecutivo Nacional, han dejado que la crisis de salud haya
alcanzado tan graves niveles de impacto.
Todo
esto, es inadmisible desde el punto de vista ético y moral. El abandono que se
ha propiciado a través de la inoperancia gubernamental, no tiene nombre. Miles
de pacientes han comenzado a vivir la agónica etapa de saberse impotentes ante
condiciones impuestas por la corrupción y la donación de recursos a otros
países, al margen de las necesidades de Venezuela.
Es
una situación de desamparo ante una Constitución que determina el derecho a la
salud y a la vida. Mientras tanto, entes autónomos gubernamentales disponen de
divisas para inventar programas de recreación y esparcimiento que si bien hacen
falta, no son prioritarios ante el despelote que se vive cuando miles de
venezolanos fallecen por la indiferencia de quienes creen que nunca habrán de
enfermarse. Ni siquiera por el recuerdo del ex presidente militar quien fu
víctima de un cruento mal físico y espiritual. Ahora, el generalizado
desabastecimiento pretende resolverse cerrando fronteras con un nuevo régimen
de racionamiento biométrico.
Esta
gente sólo ha sabido dilapidar una inmensa fortuna generada por el ingreso
petrolero, aparte del endeudamiento que ha provocado. Sigue sin frenarse el
despilfarro y sin reunir los recursos que aún quedan para utilizarlos con
sentido de justicia y legalidad. Mientras todo continúe igual o peor, el país
seguirá viviendo en cruda agonía.
“Entender la política como mero acto de magia,
es simplemente creer que la luna es de queso y que gobernar es un hecho salvado
de
contingencias y malediciencias.Craso error, grotesco horror” AJMonagas
Antonio
José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
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