Si la Unidad Democrática se decide de una vez
por todas a poner sobre la mesa las cartas necesarias para ganarle la partida a
la dictadura castrocomunista y comenzar a crear la visión de país que se busca
en Venezuela, un As que no debe faltar es el tema de la privatización.
No obstante, es precisamente este tema uno de
los que más ha rehuido enfrentar la dirigencia de la MUD, tal vez porque es uno
de los que mayor controversia genera en ese conglomerado de multicolores
tendencias políticas.
Tan cierta es esta presunción que Fausto Masó, hace unas
dos semanas comentó muy sorprendido en su columna semanal que publica El
Nacional, que en la MUD hay muchos líderes que se oponen a la privatización.
Tal vez, indican algunos analistas, esta
oposición parte de la falsa premisa de que el fracaso que están mostrando todas
las empresas del Estado (las viejas y las nuevas que han sido arrancadas de sus
propietarios privados, nacionales y multinacionales) se debe simple y
llanamente a la ineficiencia, mala gerencia y alta dosis de corrupción del
gobierno de Hugo Chávez y Nicolás Maduro.
¡Qué garrafal error de la MUD! Piensan que si
fuesen ellos los responsables de manejar las empresas, los resultandos serían
completamente diferentes. Esa hipótesis sencillamente no es tan cierta.
Es incomprensible que a estas alturas de la
historia la dirigencia democrática no crea en la privatización como base del
desarrollo y la prosperidad, cuando en Venezuela sobran los ejemplos de los
efectos nefastos que tiene el control del Estado en la conducción y
productividad de las empresas.
Uno de ellos, es la telefónica CANTV que ha
sido sometida a un constante vaivén entre propiedad privada y propiedad del
Estado, sufriendo los consecuentes altibajos en desarrollo, tecnología,
transparencia, competitividad, productividad y rentabilidad.
CANTV, creada en 1930 con capital privado,
introdujo a Venezuela en el camino de la tecnología y la modernidad en
telefonía. Luego, por razones de Estado que prohibía el monopolio, es
nacionalizada en 1953 para terminar, 37 años más tarde, sumida en deficiencias,
atraso tecnológico y un alto nivel de corrupción y burocracia. Una CANTV, en la
que se requerían de más de ocho años para instalar una línea telefónica,
acumulando más de un millón de solicitudes pendientes; seis días para atender
una solicitud de reparación. Una CANTV donde los usuarios perdían un sinfín de
minutos para obtener tono de discar, tenían enorme dificultad para completar una
llamada internacional, y se acumulaba un promedio de 101 horas de suscriptores
fuera de servicio. Posteriormente, luego de ser privatizada en 1991, CANTV tuvo
su era de oro en cuanto a tecnología, competitividad, productividad y
rentabilidad, que la llevó a ser uno de los contribuyentes fiscales más
importantes del país hasta 2007. Ese año la revolución revertió el proceso y
CANTV fue devuelta a manos del Estado a través de una OPA. Hoy, de nuevo, los
venezolanos sufren de una telefónica estatal que llena de vicios, ineficiencias
y deterioro del servicio.
Otro ejemplo cercano, es la Siderúrgica del
Orinoco (SIDOR), que durante los 50 años que estuvo en manos del Estado mostró
una indetenible faz de ineficiencias y corruptelas, hasta que fue privatizada y
comenzó una época de prosperidad produciendo a capacidad y devolviendo al
Estado y a los trabajadores ingentes dividendos. Hoy otra vez en manos del
Estado es una muestra de ineficiencia, corrupción e improductividad, que está
constreñida en tecnología y competitividad. Hecho reconocido hasta por los
trabajadores afectos al oficialismo.
Incluso, la tan mentada China, hoy ductora
del destino de la revolución que heredó Maduro, ha encontrado en la
privatización y la libre empresa el camino al desarrollo económico. Al igual
que lo han encontrado Singapur y Chile.
Cuando se mide la prosperidad y el
crecimiento en economías controladas, libres y muy libres, el resultado arroja
que las más prósperas y en crecimiento son justamente las que mayor libertad
tienen. Ello no es casualidad, sino una causalidad: Los estudios de Wall Street
Journal y The Heritage Foundation demuestran una innegable coincidencia y
correlación entre la libertad económica y la pobreza: mientras más libre es la
economía, más próspero es el país y, mientras más intervención tiene del Estado
más pobre es su población.
Roberto
Augusto Martin
robertoaugustomm@hotmail.com
@ramm2011
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