Existen
muchas razones válidas para llorar en Venezuela…en primer lugar lloran las
madres que han perdido sus hijos, las que recorren las morgues los fines de
semana. Lloran los familiares que despiden a los suyos, dispuestos a emigrar en
búsqueda de seguridad, trabajo o libertad, también lloran los que visitan sus
familiares detenidos o los que recorren abastos, mercados o bodegas buscando el
alimento que llevar a sus hogares, sin encontrarlo.
opinan
los foristas
Una
manera más que figurada para expresar la tristeza profunda que siente el que le
han arrebatado algo definitivamente. Un dolor difícil de expresar con palabras,
que va desde la ausencia de un ser querido a la pérdida de todo lo que
representó el esfuerzo de su vida.
Una
experiencia humana que incluye también la pérdida de las propiedades que tenía,
su trabajo, sus ahorros, en fin todo lo que representaba su futuro.
Los
sucesos que nos sacuden motivan estas reflexiones. En Venezuela sufre el
trabajador, abandonado y calumniado por el representante del Gobierno, quien
insulta la dirigencia obrera en el corazón de las empresas básicas y privadas
que colapsan en Ciudad Guayana.
Sufren
los presos políticos, sin seguridad jurídica, sin justicia independiente, sin
procesos justos, martirizados, torturados física y espiritualmente, golpeados,
maltratados y robados.
Sufre
el venezolano común, víctima de secuestros, robos y asesinatos impunes,
abandonado por un gobierno que prefiere a los bolivianos, los argentinos, los
nicaragüenses, los chinos, los cubanos, los iraníes o los palestinos, antes que
a su pueblo.
Sentimos
vergüenza al ver los calificativos con los que describen en el mundo, la
calidad de la gente que nos gobierna. Los titulares internacionales hablan de
Narco-soles, de deudas que no pagamos, de dictámenes en materia de protección
de derechos humanos que no cumplimos.
La
prensa extranjera recogió con lujo de detalles el “elegante” vocabulario del
que tuvimos como primer mandatario, “Váyanse para el Car…, Yanquis de mierda” o
“Pusieron la plas… y se fueron de vacaciones”, dicho sobre el Tribunal Supremo
de Justicia. Aquí la política exterior se ha manejado con regalos, favores, con
insultos y amenazas, el expresidente Uribe fue tratado de “cobarde, mentiroso,
cizañero y maniobrero”, el de México de “cachorro del imperio”, el de España,
calificado de fascista y el del único cliente que nos paga de “oler a azufre”.
Una incontinencia verbal que muestra nuestra cara más inculta.
Tenemos
la sensación de vivir en un país secuestrado por los enchufados, quienes actúan
por sus propios intereses. Un país que se cae a pedazos, en medio de una
indolencia signada por la escasez y la inseguridad. Donde unos tienen más
derechos que otros.
No
hay un día en que no se pierda un espacio de libertad, donde no desaparezca un
producto, donde no se nos oprima un poco más, donde el futuro nos parezca negro
y sin posibilidades.
Por
todo eso nos sentimos tristes y sin esperanzas, intranquilos por el porvenir,
son días en que lloramos por Venezuela. Por la gran distancia que existe entre
el país que podríamos ser y en el que nos han convertido.
Pero
no nos confundamos, detentar el poder no es sinónimo de tranquilidad. Nosotros
podemos mirarnos al espejo, no tememos pasar una aduana, no tenemos a la
Interpol detrás de nuestros desplazamientos.
Nos
pueden confiscar propiedades, expulsar de los trabajos, suprimir nuestros
derechos, restringirnos la libertad, pero nosotros somos seres libres ante los
ojos del mundo. Personas que no pueden controlar o manipular, personas que
resistimos, seguimos siendo dueños de nosotros mismos.
Ese
universo que si se restringe para aquellos que la deben y la temen, los que se
saben vigilados, a quienes se les reduce el espacio para disfrutar las riquezas
mal habidas, que presienten como el brazo de la justicia internacional
terminará por atraparlos.
Eso
hace la diferencia, por eso un patriota puede llorar por el país y mantener
intacta, esa fuerza necesaria para seguir luchando.
El
mundo está lleno de ejemplos, luchadores incansables que nada ni nadie pudo
doblegar… que triunfaron.
La
humanidad entera los ha reconocido, Nelson Mandela, Aung San Suu Kyi quien
sufrieron persecución y cárcel, pero perseveraron y vencieron.
No
es necesario ser famoso, ser Gandhi o Luther King, para ser un luchador, en
nuestro país gente sencilla y discreta como el “Hermano Korta”, sacerdote jesuita
que se convirtió en el defensor incansable de los derechos de los pueblos
indígenas venezolanos, de su educación, inclusión y del respeto a sus
costumbres autóctonas, es un buen ejemplo.
Respeto
profundamente el dolor que sufre mi país, pero no me quedo allí. En Venezuela
hay gente luchando incansablemente, exponiéndose. Han escogido actuar antes que
sea demasiado tarde, lo hacen por ti y por mí.
Yo
digo presente, continúo, me pongo al lado de ellos, al servicio de la
democracia, lloro y actúo por lo que vale la pena: ¡Venezuela!
Nelson Castellano-Hernandez
nelsoncastellano@hotmail.com
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