El
Secretario General de AD vía tweet comentó que la autocrítica no había
funcionado ante el error cometido por la oposición al abstenerse en las
elecciones parlamentarias de 2005 por las consecuencias que dicho acto había
ocasionado. Como buen católico - así lo confiesa, además de adeco y magallanero
– hace acto de constricción y arrepentimiento. Según él, esos polvos trajeron
los lodos que nos ahogan.
El gobierno aprovechó la ocasión para salir del
closet por la calle del medio y nombro, sin rubor alguno, de manera caprichosa
y con fines dolosos en lo constitucional y político a las autoridades de los poderes públicos cuya
gestión ha sido, es y será la de servir
como instrumentos dóciles, sujetos a disciplina militar y a la orden del poder
ejecutivo.
Se
hace necesario aclarar, en lo posible, la afirmación que hace, porque parece
ser ese el único argumento dialectico para instrumentar la participación a todo
evento en las elecciones parlamentarias de 2015.
Considero que esa decisión oposicionista de abstención no fue un error
ya que en esa oportunidad existía una armonía plena en el sentir de los
partidos, sociedad civil y las grandes mayorías nacionales. La decisión no solo
fue justa y apropiada, sino que despojó definitivamente en ese momento al
régimen de toda legitimidad. La insuficiencia fue evidente dada la magnitud de
los resultados: altísimo índice de abstención y unos parlamentarios carentes de
legitimidad que se permitieron atropellar como les vino en gana la constitución.
Esa ilegitimidad palpable con todos los sentidos, no fue debidamente utilizada
por la dirigencia de la época para instrumentar una política clara que hubiera
podido solventar la crisis y evitar los padecimientos actuales. Es decir, el
error no fue la abstención, sino permitir la continuación de la política
reinante, a pesar del precedente logrado. No utilizar de manera oportuna el
importantísimo e inédito acto en la historia de las luchas sociales venezolanas
cuya única similitud, se me ocurre y guardando las distancias, fue la
acontecida en febrero de 1936, cuando las masas caraqueñas estuvieron cerca del
Palacio de Miraflores en actitud de protesta por primera vez. Este fue el error
político cometido y no “confesado”. La circunstancia política en ese entonces
requería de un liderazgo real y audaz. Por esa increíble privación, quizás,
estamos inmersos en esta crisis. Se derritieron, así de simple, como lo hace
como un bloque de hielo a la orilla de una playa tropical. Esa dirigencia, la
mayoría que aún pretende dirigir, simplemente se “congeló” y se privó por
completo de instrumentar la táctica conveniente para la resolución definitiva
de la controversia planteada a raíz del resultado electoral. La falta de
decisión y de resolución para actuar con propiedad para restituirle a la
república la legitimidad y legalidad que se merece, la hemos pagado muy caro
los venezolanos.
Producto de esa ilegitimidad tenemos un CNE, TSJ, FGR, CGR y DP que
actúan como los Boys Scout: “Siempre Listos”, para defender los intereses del
gobierno.
Las
últimas elecciones parlamentarias generaron una mayoría de votos
oposicionistas, pero en virtud de los malabarismos ejecutados por los órganos
legales, aunque ilegítimos, competentes
plasmaron la “mayoría” oficialista que se permitió y aún permite la ejecución
de los más grandes desvaríos políticos que conozcamos. Los diputados
constituyentes del perezjimenismo de 1953 se quedaron cortos ante las
ejecutorias de esta AN que tenemos: tres diputados defenestrados, uno con
lesiones contundentes en la cabeza, una depositaria de golpes al alimón por
parte de “un y una” colega, la negativa a legislar que es fundamental para el
órgano, la colocación servil de fotografías descomunales del presidente
fallecido y del actual en el podio, el inexistente funcionamiento de las
comisiones legislativas, la negativa a designar el nuevo contralor cuya
titularidad la ejerce una de las funcionarias más torpe e incapaz que se
conozca, el irrespeto contumaz a los lapsos establecidos para la designación de autoridades, siempre con dictámenes
complacientes de la Sala Constitucional del TSJ -porque no quieren negociar, en
el sentido prístino de la palabra- y actúan a lo Jalisco, un presidente de la
AN que hace palidecer a Manuelote, el rustico capataz que ponía al peón José
Antonio Páez a “lavarle las patas” en la hacienda donde laboraba, el irrespeto
consuetudinario a los diputados por parte de funcionarios públicos subalternos,
como el de la empleada de Conviasa que impidió a Ramos Allup, Velázquez y De Gracia
a abordar avión en Ciudad Guayana y pare
usted de contar.
Hay
diputados de oposición que parecen haber sido electos en un Cantón suizo y no
en las jurisdicciones venezolanas actuales, donde se ejerce la función
parlamentaria más inocua y alejada de los parámetros que la distingue.
¿Será que a estos diputados, actuales y aspirantes in pectore están
“inoculados” con el Síndrome de Estocolmo?
En
todo caso, lo importante es razonar con propiedad. Los dirigentes deben estar,
como en 2005, a la altura de las circunstancias para interpretar un sentimiento
mayoritario de las colectividades nacionales y “no temerle al cuero luego de
matar al tigre”.
Los
toreros en Portugal hacen la faena pero no ejecutan la suerte final. El miura
siempre sale vivo de la plaza. Parece que muchos de los dirigentes políticos
activos son admiradores de ese tipo de toreo ya que, por acción,
desconocimiento u omisión, intentan hacer la faena pero la dejan inconclusa.
Es hora de implementar nuevas estrategias y
tácticas, apegadas a la constitución,
con decisión y de manera coherente y plena.
José
Rafael Avendaño Timaury
cheye@cantv.net
@cheyejr
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