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domingo, 10 de agosto de 2014

FERNANDO FACCHIN B., EL HUMILLANTE COLABORACIONISMO

Albert Camus dijo: “No tengo ni idea de si el azar determina nuestras opiniones políticas. Pero lo que sí sé es que no escogemos por azar aquello que nos deshonra”.     
El colaboracionismo, en política, es colaborar con el enemigo  y se asimila a la traición, a la incoherencia y a la carencia y humillación de la ética política. Eso es disfrazar el concepto de diálogo, por cuanto colaborar con el enemigo a cambio de protección, impunidad, notoriedad, coacción, miedo o dinero, es traición a la democracia y a la dignidad de los carabobeños.

El humillante colaboracionismo político se traduce en disimulada y bochornosa capitulación contra el sentimiento liberacionista de la sociedad, donde, parodiando a Betancourt, digo: No podemos aceptar ser peones en el tablero de ajedrez del oficialismo. ¿Cómo puede haber diálogo sincero y decente en lo económico entre dos personas donde, una es cómplice de la destrucción del país y del aparato productivo y el otro nunca ha sido inversionista, comerciante o siquiera dirigente gremial de la economía? Creo que eso no pasa de un encuentro de dos en una barra entre abrazos y copas.

Es lamentable pero hay que reconocer que la estructura política tradicional está resquebrajada, no es funcional, no responde a los nuevos retos económicos, políticos y sociales  que vive el país; presenta un trágico escenario de ruptura militante, la conformación de unas tribus colaboracionistas y su alejamiento de la doctrina democrática.

Si la sociedad y la democracia están enfermas, si no funcionan y por ello no termina de consolidarse la unidad, es causa de la difusión de los partidos políticos, por cuanto sus dirigencias se encuentran en el último lugar de credibilidad y confianza, con un contundente rechazo social, con sus muy contadas excepciones.

Los partidos políticos, por definición, debieran ser los intérpretes y promotores de la participación ciudadana, contribuir a la integración de la representación social para lograr la necesaria unidad contra el régimen genocida; la función de los partidos no es otra que la de articular las demandas sociales y sus soluciones; sin embargo, de la teoría a los hechos hay profundos vacíos que evidencian la crisis que atraviesan los partidos políticos, allí prevalecen los intereses de las tribus burocráticas parasitarias, instaladas cómodamente en el plano del humillante colaboracionismo acrítico, mediante un falso diálogo disimulador de la genuflexión política en vista de la cercanía de elecciones parlamentarias.

En definitiva, la línea de capitulación política es contraria a los principios democráticos del venezolano, se abandona la sociedad y se capitula ante el Gobierno sin recordar que la filosofía oficialista inspirada en el castrismo no se compagina con la estructura democrática del Estado venezolano, como bien lo dijera Betancourt.  

La capitulación colaboracionista comentada es el resultado de la corrosiva función de la humillación política a la cual estamos sometidos todos los venezolanos, una deliberada imposición de pérdida total de la ética, la libertad, el control y desarrollo de nuestros principios e intereses vitales.

El régimen, mediante humillaciones y agresiones múltiples, inclusive tortura y asesinatos, nos ha hecho perder el control de nuestras vidas, estamos sumergidos en un proceso de carencias y amoralidad, con una ciudadanía indefensa, acciones políticas que están corroyendo a la sociedad, esa humillación distorsiona la realidad, el orden de prioridades y las condiciones de vida y, aun así, ¿estamos en condiciones para capitular, para ser colaboracionistas de nuestra propia destrucción? ¡Vaya ironía y cinismo político!

Fernando Facchin Barreto
ffacchinb@gmail.com
@fernandofacchin

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