En algunos círculos económicos y políticos, se
considera que la deuda externa, en los países del Tercer Mundo, es el principal
condicionante de su soberanía. Al gobierno de Maduro eso le tiene sin cuidado:
a pesar de la constante predica de que el socialismo lo que nos ha dado es
Patria y, con ello, soberanía, la verdad es totalmente lo opuesto.
25% de nuestras entradas por la venta del petróleo deben ser usadas para pagar los intereses y amortizar capital de nuestra enorme deuda externa, que algunos calculan en unos 200.000 millones de dólares (no hay manera de que el gobierno de una información cierta a este respecto) que, para nuestra desgracia, no deja de crecer, entre otras razones, porque es la única forma que tiene el gobierno de Maduro de conseguir financiamiento.
Pedir prestado y emitir bonos de la deuda son las
dos maneras de tener oxígeno, ambas requieren que el país esté en condiciones
de producción petrolera y no petrolera que genere ingresos, y ese no es el
caso. Maduro endeuda el país con base en sus reservas petroleras, lo hipoteca
entregando prácticamente nuestros activos nacionales (incluso territorio) a
empresas extranjeras en concesiones sumamente dañinas para el interés de la
nación.
El último gobierno de Chávez y todo el período de
Maduro tienen un problema grave en cuanto a la deuda que han generado para el
país, y es que la misma pudiera ser considerada ilegal, es decir, que se
contrajo sin haber llenado los requerimientos legales de rigor para hacer
válidos esos compromisos, tanto nacional como internacionalmente; más aún
cuando el requisito fundamental no se ha cumplido y es que esos empréstitos
tengan carácter constitucional, y no lo tienen.
Bastaría un estudio superficial del endeudamiento
de Venezuela para darse cuenta de que el mismo fue utilizado por el gobierno de
Chávez y Maduro para sostener una revolución continental comunista, que
abarcaba desde Canadá hasta la Patagonia, incluyendo África, Europa y Asia.
Las ciudades de Londres y New York fueron
beneficiarias de créditos petroleros para “los pobres” en esas capitales del
dinero; en Europa, muchos de sus partidos radicales de izquierda y algunos
verdes fueron financiados por la largueza de la cartera venezolana, no digamos
de Latinoamérica, donde Venezuela compró bonos de la deuda Argentina y pagó
muchas amortizaciones de la deuda boliviana.
Chávez sostuvo en materia energética a una buena
parte del Caribe y Centroamérica; con el firme propósito de mantener la hegemonía
de los partidos socialistas y revolucionarios en la región, financiaba
candidaturas y campañas completas; Nicaragua es un caso emblemático de
asistencia económica, con la cual prácticamente se sacó a flote el aparato
productivo nica.
El ejemplo de Cuba es una grosería de
canalizaciones de fondos venezolanos para el sostén de una economía
parasitaria, las inversiones que realizó PDVSA en la isla, en actividades
petroleras y de desarrollo de infraestructura, son verdaderamente vergonzosas.
El dinero que se fue, para financiar la subversión
en Colombia, Perú, El Salvador, Honduras, alcanza una cifra abultada, sin
contar el apoyo logístico y el suministro de armas.
El pueblo de Venezuela no estaba al tanto de esa
hemorragia de capitales hacia el exterior, pues el gobierno se ocupaba de
esconder las cifras, las operaciones, las disfrazaba de ayudas humanitarias y
de tratados multilaterales, pero en más de una ocasión se descubrió el traspaso
de fondos entre cuentas, los orígenes del dinero y, en no pocas ocasiones, se
detuvo maletines llenos de dólares que iban para financiamientos ilegales en
países extranjeros.
No era extraño para Venezuela regalar aviones,
estadios, urbanizaciones completas, autopistas y hospitales a los países
clientes del régimen.
Toda esa “regaladera” tenía un fin político y no
humanitario, sus prestatarios eran extranjeros y no nacionales; había un plan
de dominio en este esfuerzo, la instauración del comunismo y el militarismo de
izquierda en la región, con fuertes acentos anti norteamericanos, un esfuerzo
promovido desde varios centros, incluyendo gobiernos extranjeros y
organizaciones como el Foro de Sao Paulo. Venezuela era la caja chica de ese
proceso de desestabilización continental.
El país perdió valiosos recursos, tiempo y energía
en esa locura, lo que obligó a los gobiernos de Chávez y Maduro a incurrir, en
muy poco tiempo, en un endeudamiento salvaje contra el propio pueblo
venezolano; porque, la verdad sea dicha, nunca se tomó en consideración el
avance, una mejor calidad de vida, el desarrollo del país y su gente.
Si hay una deuda odiosa, es la que se hace a
espaldas del pueblo, aprovechada por un pequeño grupo de beneficiarios y
desfavoreciendo a las grandes mayorías nacionales, en aras del proyecto
político de una persona y su recuerdo como un gran hombre y revolucionario.
Chávez fue un cáncer para el país.
Maduro, a pesar de los nefastos resultados de estas
políticas de endeudamiento salvaje, continúa suscribiendo créditos con China y
Rusia, en condiciones muy desventajosas para el país, para financiar su
gestión. Eso incluye el sostener, a costa de mucho sacrificio por parte de los
venezolanos, una camarilla de gobiernos extranjeros parásitos que, todavía, a
estas alturas, siguen chupándonos la sangre.
Venezuela se ha convertido en un país de altísimo
riesgo para la inversión, no hay seguridad jurídica, ni dispone de reservas
liquidas que garanticen compromisos a futuro; las condiciones para el
endeudamiento obligan al gobierno a ofrecer grandes descuentos en la venta de petróleo
a sus acreedores, ventas a futuro a precios por debajo del mercado y a pagar
intereses sumamente altos… aún así endeudan al país, sin importarle su
porvenir.
El gobierno de China se ha metido en este juego
siniestro a plena consciencia de que financia una deuda impagable, por ilegal y
odiosa, pero se trata de un país colonialista e imperialista; el gobierno de
Maduro, prácticamente, le está vendiendo la nación, pasando por encima de
nuestras leyes, a espaldas del país nacional y asumiendo la más inmoral de las
deudas, la de la esclavitud.
La deuda venezolana no resiste ningún análisis
ponderado y de justicia, tanto en su origen como en la creación de las
obligaciones; aceptarla es aceptar una violación flagrante de derechos humanos
colectivos. El gobierno chavista viene haciendo aguas en su popularidad y base
social desde hace ya mucho tiempo; representa sólo a un grupo muy específico de
la sociedad venezolana que se ha distinguido por su rapacidad y prácticas
corruptas, de hecho, figuramos en varias estadísticas internacionales como un
país reconocido como inviable, fracasado y tramposo.
Este sistema político ha sido sostenido por un
grupo de países comunistas, encabezado por China, los cuales le han inyectado
una enorme cantidad de dinero al régimen para mantenerlo vivo debido a su
interés geopolítico; pero ya el régimen se viene abajo, no hay nada que lo
sustente, y sólo quedan las ruinas de la enorme corrupción e ineficacia que lo
han caracterizado por estos quince años en el poder.
Viene ahora la recomposición de las nuevas fuerzas
políticas venezolanas; estoy seguro de que una de sus prioridades será la de
denunciar ante el mundo este perverso sistema de endeudamiento externo que
únicamente ha traído más pobreza al país. –
Saul Godoy Gomez
saulgodoy@gmail.com
@godoy_saul
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