Reseña El Universal del domingo pasado, que en
España la Fundación para el Análisis y los Estudios sociales (FAES), entidad
muy vinculada al Partido Popular, hasta el punto de que su presidente es José
María Aznar, realizó una mesa redonda, con la participación de representantes
de la oposición venezolana, donde se trató la situación actual de Venezuela.
Allí, la directora del Área Internacional de dicha fundación, Cayetana Álvarez
de Toledo, envió un mensaje a quienes coquetean con el chavismo o se financian
a través de él, en una clara alusión al partido Podemos y a su lidere Pablo
Iglesias, al afirmar que "no queremos ese modelo ni en España ni en
Venezuela, ni en ningún país del mundo".
Ahora bien, cuando se habla del modelo chavista, se
hace generalmente en relación a su contenido; esto es, a los lineamientos
ideológicos de corte socialista dirigidos a restringir la propiedad privada;
controlar sectores estratégicos de la economía como telecomunicaciones, energía
y petróleo, alimentación y transporte; dar subsidios sociales de todo tipo a
los sectores desposeídos; reformar la legislación laboral para imposibilitar despidos
y crear mecanismos de cogestión y los
consejos de trabajadores en sustitución de los sindicatos; controlar el cambio
burgués de divisas y reformar las bases educativas con fines proselitistas,
entre otras políticas. Es lo que se conoce como “socialismo del siglo XXI”
nombre con el que lo bautizó Chávez, por lo que muchas de esas medidas
económico-sociales pueden ser copiadas en mayor o menor medida, como de hecho
ya lo hizo en el contexto español, el partido Podemos en su programa político y
que le dio tan buenos resultados en las pasadas elecciones europeas.
Pero hay otra manera de entender el modelo chavista. Una que no hace referencia a su propuesta socialista. Es el chavismo desprovisto de contenido ideológico, visto tan solo en su andamiaje político, como un mero instrumento para alcanzar un fin. Un mecanismo para obtener el poder por la vía electoral y mantenerse en él por un buen rato. “Absolutismo Presidencialista” lo llamamos en un artículo anterior,
Dicha receta que ya alcanza proporciones de manual
y pudiera ser incorporada a la lista de consejos y estrategias que contiene El
Príncipe de Machiavelo, puede resumirse de la siguiente manera: lanzar al
electorado la promesa de una “asamblea constituyente” o de la “refundación del
Estado”, como parte de la campaña electoral. Este es un requisito indispensable
para ganar la presidencia la primera vez. Ya una vez en la presidencia, lo que
sigue es una reforma de la Constitución, a través de una Asamblea
Constituyente. Los motivos para esa reforma siempre sobran (educación, derechos
sociales, participación popular, etc.,) pero el verdadero objetivo será
permitir la reelección o hacerla indefinida y de paso alargar el periodo
presidencial. Estando en la cúspide de la popularidad que da la aplicación de
las medidas populistas del nuevo socialismo, es casi imposible no ganar la
nueva elección dentro de la égida de la nueva Constitución con absoluta mayoría
para reafirmarse en la presidencia y controlar todos los poderes del Estado
Seguidamente, consolidados en la Presidencia, ya
con por lo menos dos periodos, habrá que ver si las encuestas permiten una
tercera o cuarta presidencia, para lo cual
las barreras de la propia Constitución redactada por el Poder Constituyente,
no son jurídicamente insalvables; para eso están las instituciones como el
Poder Judicial o el Legislativo, verdaderos intérpretes del espíritu de la ley
y de la voluntad del Constituyente. Esto fue precisamente lo que ocurrió, por
ejemplo, en Venezuela, con la enmienda constitucional del año 2009 para
permitir una segunda reelección a Hugo Chávez en el 2012 y en Bolivia, con la Ley
de Aplicación Normativa que permitirá a Evo Morales concurrir a los comicios de
octubre de este 2014, para buscar un cuarto mandato que le permita gobernar
Bolivia hasta el año 2020, con lo cual se convertirá, de ganar esa tercera
reelección, en el presidente que más tiempo ha gobernado aquel país andino y en
uno de los mandatarios de Suramérica con mayor permanencia continua en el
poder, solamente superado por Chávez, de no haber fallecido, quien venía
gobernando desde febrero de 1999..Correa, por su parte, reelecto por segunda
vez en los comicios del 17 de febrero del año pasado para el periodo 2013-2017,
ejerce su tercer mandato. Algunos de
aquellos componentes, han mantenido a Daniel Ortega en la presidencia
Nicaragua.
Ese modelo chavista vale tanto para regímenes de
izquierda como de derecha, pues encaja en cualquier ideología, por lo que habrá
que estar atentos a futuras reformas constitucionales en países como Colombia,
Chile y la propia Argentina, donde los textos constitucionales contienen
impedimentos para reelección presidencial continuada. Y ¡Ojo! también de lo que pueda pasar en la
mismísima España.
Jose
Luis Mendez
Xlmlf1@gmail.com
@Xlmlf1
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