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jueves, 12 de junio de 2014

PEDRO R GARCÍA, ¿LOS VENEZOLANOS Y NUESTRO "MODO DE SER"?, PUNTO DE QUIEBRE

Nassin Nicholas Taleb, profesor de ciencias de la incertidumbre de la Universidad de Massachussets en Amherst, ha escrito un libro que quizás sea un cisne negro en sí mismo, intitulado con el sugestivo nombre de "El Cisne Negro", donde trata de explicarnos mediante narraciones trufadas de anécdotas cómo los seres humanos creemos saber más de lo que realmente sabemos.

Una acotación necesaria...
Apropósito de los reveladores acontecimientos sucedidos en el Mundo y básicamente en el país en los últimos meses.
Ya Don Mario Briceño Iragorry, Historiador y acucioso investigador venezolano, en 1954, en plena acción de la violencia dictatorial contra la vida de los venezolanos elaboró un fundamental texto, que intituló una Doctrina de la Venezolanidad, sobre ese texto el no menos esforzado intelectual, Ramón Losana Aldana hizo una especie de exégesis, concerniente a esta publicación, por lo que solo ambicionaré revisar algunas notas históricas sobre este complejo tema.
Buena parte de la conducta individual del venezolano está al parecer determinadas por alguna circunstancias, o al menos trataremos de ubicar algunas pistas, sobre el particular (lo había advertido Fernando Peñalver en Carta a Simon Bolívar en 1819: Cito: "Cuanto mal nos hace la falta de espíritu nacional") El Padre de la Patria, en plena gesta libertadora, expresó en una Carta que le enviara a Santander desde Quito el 21 de junio de 1823: "Cada día me convenzo más de la incapacidad de todos nuestros jefes para mandar, nadie acierta, a nadie obedecen y todo se vuelve bochinche". (Ciudad Bolívar, 1974). Para Uslar Pietri, "No fue Carabobo, fue el largo siglo de descomposición nacional que le siguió. Nos hemos embriagado de una gloria palabrera, hemos sido superficiales, hemos sido ligeros y muchas veces pequeños. 
Esos primeros setenta años de independencia fueron el teatro continuo de luchas estériles, de un olvido de los verdaderos fines de la nación, que hizo que el país no pudiera enrumbarse, ni prosperar, ni encontrar caminos para su realización". "Muchos creyeron que el país que produjo aquella legión de hombres extraordinarios había caído y degenerado, por eso vinieron uno tras otros los reformadores, los restauradores los "demócratas, y esta ultima etapa los revolucionarios. Y ellos estaban allí para salvar al país de la desidia. Lo malo es que no encontraron, ni tropiezan con la solución".
Después surgió el petróleo con todas sus derivaciones. Uslar señalo "En poco más de la vida de dos generaciones, aquel país atrasado, despoblado, humilde, en su dimensión económica y social, que vivía limitadamente dentro de cierto orden tradicional, en una economía agrícola modesta pero sana, se vio inundado por un torrente creciente de riquezas frente a lo cual no supo qué hacer. Sobre estas cosas, advirtió deberíamos reflexionar". (Uslar Pietri, 1991).
¿Lo hicimos? ¿Lo intentamos? Sobre todo sus elites, Antonio S. Briceño, en "La Venezuela de la Ficción" (EI Cojo ilustrado, Caracas, 1.11.1909). Cita las opiniones de dos destacados venezolanos. Al poeta J. A. Pérez Bonalde que señalo "En Venezuela solo hay dos negocios buenos: el primero, salirse de el país y el segundo, no volver jamás al él". Sin embargo, se hizo famoso con su poema "Vuelta a la Patria" para cantar su retorno. El otro citado es el novelista Romero García, autor de una frase que destila veneno: "Venezuela es el país de nulidades engreídas y de reputaciones consagradas". Briceño por su parte nos legó estos lapidarios señalamientos."Somos un paisecito turbulento, bien situado geográficamente, con bastantes riquezas naturales, fácilmente explotables, con honrosas tradiciones de emancipación, con pocos elementos sociológicos de avance y muchos retrocesos, azotado por la guerras civiles continuas, despoblado por falta de higiene (material y política) y en suma un agregado social en formación.
Venezolanos de la brillantez de Alberto Adriani han caído en la trampa de la desesperación: ¿Por qué descuidamos las realidades venezolanas?, y en tono agónico expresó, ¿Estaremos condenados, siempre a imitar a los demás, o a ser eco de los demás, a vivir la vida de otros, a fugarnos de nuestro país a la manera de esos literatos de la generación pasada, que se hicieron sus mundos artificiales, o a quedarnos aquí a justificar todos nuestros pecados, como lo hicieron los sociólogos de la misma generación? ¿Será acaso imposible llegar nunca a planear una labor constructiva y civilizadora que surja de la realidad venezolana, que entronque en nuestra tradición, que responda a nuestra vocación nacional? Debemos hacerlo. "En todo caso intentarlo" (Adriani 1939-375).
De estas aproximaciones al "Ser" venezolano, uno sale con el animo desolado, angustiado por las rotundas valoraciones. Maritza Montero, ha estudiado con profundidad el tema, señala que desde la Independencia se ha venido afirmando una autoimagen radicalmente, negativa, desde 1890, y particularmente a partir de 1936, que le adjudica al venezolano rasgos relacionados con la violencia, la pasividad, la pereza, la incultura, el autoritarismo, la impulsividad, la superstición, la frivolidad y la desorganización. De esa autovaloración, apenas sobresalen algunos rasgos positivos asociados a la generosidad, la alegría, la simpatía, la inteligencia y la igualdad.
Circunstancias que han llevado al psiquiatra Roberto de Vries señalar, (EI Universal, 24-2¬1999), que los venezolanos identifican el placer como una misión de vida, por encima de valores como el amor, el trabajo y el saber, de manera que somos uno de los pocos países que, como Brasil tienen una cultura del placer.
Esos elementos reiterados como negativos los manifiestan en nuestras elaboradas por las empresas encuestadoras venezolanas: Consciencia 21 (1999) Consultores 21 (1996), Datanálisis (1998). Pero no se ha investigado con profundidad las verdaderas causas que producen este paradigma de un venezolano contradictorio e inconsciente que se revela en una especie de identidad escindida.
Otro de los contrasentidos que anotan esas investigaciones es una marcada preferencia por la democracia, pero con un profundo y fuerte anhelo por la autoridad y la disciplina.
Se le atribuye a la herencia del centralismo español, que ha estado presente en toda la pirámide de la burocracia oficial, desde los más altos mandos coloniales o republicanos hasta el funcionario del más modesto cargo. Autoritarismo que se refuerza día a día con la creciente concentración del poder, tal como lo narrara Jacinto López, diputado en el Congreso Nacional de 1898: "El Emperador de la China es menos absoluto y menos bandido que ese monstruo que en Venezuela se llama Presidente. En torno suyo todos están de rodillas. Y es mucho. A veces están de vientre. Toda complacencia es poca, todo servilismo es pequeño...De pronto, el Huracán de una Revolución se lleva aquella infamia al abismo, y se ve entonces que el gigante, el Monstruo, el Todopoderoso, era menos que un enano, algo menos que un mono... Se ve que no era nada" (EI Conciliador, Caracas, 25.4.1900). El presidente Antonio Guzmán Blanco llego al colmo de la petulancia. En misiva del (31.8.1866) dirigida a su suegra, señalo que "yo no quepo en el molde de nadie, y todo lo que me esta inmediato, tiene que hacerse a mi imagen y semejanza" (Castellanos, 1969-13).
En los últimos años muchos venezolanos creo que los más observamos aturdidos con un nudo en la garganta, la escalada de violencia homicida simpar en todos los sectores, las cifras acumuladas ya a este mes, son intolerables, lo de nuestras cárceles supera cualquier ejercicio de ficción, la confusión generada por la ausencia por fallecimiento del jefe de Estado, aquejado por una grave enfermedad y las irresponsables e infantiles expresiones del liderazgo en funciones, (Biforme) como las de los auto-señalados ungidos "demócratas" que intentan su reemplazo, confusos hemos buscado antecedentes en los clásicos y subsiguientemente en nuestros historiadores y hemos rozado con determinados intentos que en sus contextos trataron de explicárnoslo, Fermín Toro (1941: 301-303), señalo en un discurso sobre el centralismo pronunciando el 28 de septiembre de 1858: "Abandonemos el campo de las teorías descendamos a la práctica. Examinemos el elemento político de la parroquia" se refiere a las parroquias rurales, las más numerosas del país en ese momento. Alrededor de la plaza tres edificios notables: la iglesia, la cárcel y la casa de juez. Alrededor del cura, está lo más ocioso y holgazán de la población algunos santeros solicitando permiso para pedir limosnas, otros con calendarios para saber las fiestas que se esperan, otros para repicar las campanas y quemar cohetes. El santero recorre las poblaciones empleando prácticas supersticiosas y recogiendo fondos de los vecinos. Los jornaleros tienen de memoria sabido el calendario, pues poco importa que se hayan reducido los días feriados; (en el hoy ampliados) todos se guardan, toda la población esta convocada treinta o cuarenta veces al año a las fiestas religiosas, donde todo se tributa menos el verdadero culto. ¡Lo que se ve en estas festividades es la holgazanería, es la reunión de una multitud de hombres que abandonan su trabajo! ¿Qué rodea al juez? Lo más corrompido y viciado de la población. Allí están los que llegan a cohechar al juez, los perjurados, los que examinan los archivos para falsificar las escrituras, para excitar pleitos entre los vecinos. ¿Qué se deduce de todo esto? Que hace falta civilización. Cecilio Acosta (1950- 95-96), en Carta a Rufino J. Cuervo, datada en Caracas el 15 de febrero de 1878, señala "Da grima mirar como se burla: se sanciona la ley para que quede escrita, la práctica es otra; se levantan instituciones como se hacen adornos de un baile, sólo para el recreo; se crean favores para los que baten palmas, y para los vencidos penas; se invocan los principios para las aspiraciones propias, y la razón de Estado, que siempre ha de ser dura, para la humillación y los sufrimientos ajenos; y poniéndose caldo activo de fermento para agitar la sociedad, y originándose de semejantes agitaciones luchas alternativas y de ellas recriminaciones y pérdidas frecuentes, se ven aparecer o conservarse partidos espantosos que no saben más que odiarse excluirse los unos a los otros, para dejar en el escenario donde han representado su papel huellas de rapacidad, de enconos de sangre, y una ruina más. De resultas se vive de hoy para mañana; se hace para deshacer, se obra para destruir; se piensa para embaucar; se forman redes para prisiones y emboscadas para sorpresas; el engaño es recurso, la mala fe, la viveza, la ruindad titulo, los bienes mal adquiridos, poder, la desvergüenza credencial, el crimen hoja de servicios, la chocarrería, la concusión ojo negocio, el deshonor tráfico, el asesinato blasón..."
Nos topamos con una comunicación diplomática de W. H. D. Haggard a Lord Landowne, fechada en Caracas el 16 de abril de 1900 (Funres, 1982 - 31). “Su excelencia se cansaría si yo le tuviese que explicar en alguna forma que es lo que pasa con el ingreso de Venezuela. En pocas palabras le diré escandalosa. Cada Presidente, cada Ministro del Gabinete, cada Administrador de Aduana, cada General activo, después de unos meses en el poder adquiere casas, propiedades y diamantes, se radica en París en ostentosos apartamentos". Ídem. Graffe (EI Nacional, 2-1-2000) basándose en ideas del filósofo holandés Peter Sloterdijk, ha aplicado el concepto de ADN cultural en nuestro país. El cual está combinado, por códigos sociales, contenidos o reflejados en la memoria colectiva de cada país, se activa en cada momento de la vida ordinaria y se verbaliza en el discurso. 
Aplicando este concepto, Graffe concluye que el ADN cultural venezolano se caracteriza por. 1. Relaciones basadas sobre sistemas de autoridad, dinero, apariencia y no en derechos; 2. Escasa ocasión para lograr metas; 3. El ejercicio del poder en beneficio del funcionario público; 4. La orientación de la educación para la formación del individuo; 5. La indolencia hacia el espacio público; 6. La protección del Estado a la sociedad sin exigirle nada al individuo; 7. La preferencia por redes sociales y amiguismos en los sitios de trabajo; 8. La firme creencia de que con mucha viveza y poco esfuerzo se progresa; 9. La poca vocación de crear héroes que se sacrifican por un ideal; 10. La preferencia por la estabilidad política y el poco cuestionamiento a los gobiernos; 11. La vulnerabilidad del patriotismo; 12. Las visiones cortoplacistas; 13. La marcada preferencia por el ocio.
Francisco Depons (1960-1.99), señalo en 1806 la excesiva prudencia que desarrollaban los venezolanos en los negocios: "Todas sus empresas se resienten de esta timidez que ellos llaman prudencia. Al azar dejan muy poco, mejor dicho nada".
El controvertible editor Rafael Poleo declaro en El Nacional, (29-11-1998): 
"Para los habitantes de este lodazal bituminoso, la política no es un instrumento de servicio ni de ejercicio histórico, sino el camino de la riqueza y la figuración". "Esos habitantes no se avergüenzan cuando los botan del trabajo y gozan de franquicia para preñar mozas y no tan mozas que, de paso sueñan con ser preñadas. Todavía hoy uno de cada cuatro habitantes marginales se sacuden las lagañas con el sol ya caliente, se arrojan a la cara un poco de agua tomada del pipote de la puerta y echan una mirada sobre la ciudad donde bajará para atracar sus haberes a algún modesto ciudadano. Pero igual hace el empresario que cuadra con el ministro el contrato que los hará rico y salpicará algunos cuantos".
Podríamos después de estas incontables y variadas reflexiones concluir, que el problema más importante que ha frenado el desarrollo del país, es el frágil, insuficiente y anacrónico sistema educativo. En esta materia estamos en el siglo IXX, discutiendo casi lo mismos temas con planteles sin la estructura física adecuada, mal atendidos, sin tecnológicos y escuelas industriales modernas, con universidades profesionalizantes sin compromiso social. 
Después de la explosión educativa de la matricula a todo los niveles, edificaciones educativas adecuadas en todas partes, con un presupuestos que hizo posible en la primera etapa del régimen democrático, el crecimiento que en este proceso se ha impulsado su expansión, pero descuidando la calidad y la modernización de todo el sistema que es la verdadera causa de movilidad social y ascenso económico de la población en general, específicamente los más débiles.
El arribo al país del positivismo que comenzó a difundirse con mucha fuerza desde la década de 1860 con Adolfo Ernst y Rafael Villavicencio, sustituyendo a las ideas escolásticas dominantes, trajo un soplo de aire nuevo a la dormida academia venezolana, hasta que ese notable impulso se convirtió, a su vez en conocimiento anacrónico y resistente al cambio.
Muchos han sido las transformaciones en la educación venezolana, pero solo en la superficie. A pesar de la aprobación de una controvertida nueva ley de educación, que contiene elementos relevantes, seguimos sumidos en una profunda crisis por lo que es imperativo insistir en un debate en todos los niveles de la sociedad que nos lleve a la Asunción de un modelo que permita la transformación del mismo que nos impulse a formar profesionales y ciudadanos íntegros.
Hay una investigación de Orlando Albornoz, (1998-79-120) de más de una década pero de una pasmosa actualidad, "Nuestro "Sistema" educativo, es desarticulado entre los distintos niveles de escolaridad". Para Albornoz, "La Educación Superior Venezolana es anticuada (cursos, aulas presenciales, tizas, borrador). No forma un sistema y es de baja calidad. No hay cultura académica ni investigaciones".
Solo con una profunda revolución educativa se podría aportar a la transformación de individuos bloqueados, en ciudadanos comprometidos con el fortalecimiento de la nación. Surgiría entonces en los espacios públicos una nueva comunidad política que hará posible el cambio de dirección en rumbo definitorio de la evolución de la Republica preterido por ya 200 años. 
Como Cite Ut Sutra, a Nassin Nicholas Taleb su libro enseña que el drama que pareciera esa falta de "Identidad" donde también en las "Sociedades desarrolladas" se evidencian fragilidades etológicas y así los narra en un lucido razonamiento acerca de la estupidez, de reducir la complejidad del mundo, (social, psicológico, financiero, histórico) a unas simples formulas que en realidad jamás predicen casi nada, por la serendipia, esto es el azar. El Cisne Negro nos ayuda a descubrir que a todos nos encanta lo tangible, la confirmación, lo explicable, lo estereotipado, lo teatral, lo romántico, lo pomposo, la verborrea, la Harvard Business School, el premio Nobel y, sobre todo la narración; que todo se nos explique en forma de fábula o cuento más encantador que lo habitual".
No quisiera concluir sin recordar el penetrante testimonio de Tereza de la Parra, quien habla de "nuestro sentimentalismo criollo que quiere siempre con dolor y se exalta hasta la tragedia en los casos de ausencia de enfermedad o muerte".
Viene a completar en su intuición lo narrado por Gallegos, a tal punto identifica querer y dolor, el dolor de la patria le parece la expresión más alta de patriotismo. "En nuestra literatura, los que se van para siempre, los que se encierran en si mismo son los que más aman a la patria".
Se trata de un fuga, de un alejarse del mal presente. El venezolano abandona la patria en busca de la patria plena y con ello huye de si mismo en busca de si mismo. La incapacidad para el esfuerzo cotidiano, con el vacío existencial que implica y que el aburrimiento delata.
Hay que romper con lo que ha predominado en la sociedad de la Venezuela republicana, esa ceguera ese tradicional falseamiento de la conciencia en el cual la cultura o la civilización se han hecho sinónimos de la producción de unas formas vacías, que disfrazan la barbarie en lugar de remediarlas. (Ensayos sobre nuestra situación cultural. Rafael Tomas Caldera, Fondo para la Cultura Urbana, 2007).
Pedro R. Garcia M.
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