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domingo, 8 de junio de 2014

DOUGLAS JÁTEM VILLA, POR ENCIMA DE LA VERGÜENZA Y LA INDIGNIDAD

Casi todos los venezolanos nos preguntamos Cómo nos pasó esto? Cómo llegamos a esto?

En realidad la interrogante se justifica porque, si bien nunca habíamos llegado a ser una sociedad modelo, al menos llegamos a ser un país relativamente envidiado en términos económicos y políticos en América Latina, mientras que hoy día somos un país calamitoso, viviendo en condiciones menos malas sólo comparado con Haití.

Fuimos especialmente exitosos en realización económica, en lo cual acumulamos más de 50 años consecutivos de crecimiento sin inflación, lo cual hizo que se nos considerara un caso ejemplar en todo el mundo. Ya esto es historia y no tiene remedio, pero es una lección que se debe aprender, y se debe aprender que todos tenemos culpa o responsabilidad, unos más otros menos, exceptuando a las pocas personas que viniendo de la lucha contra los caudillos del siglo XIX y primeras décadas del XX, alertaron acerca de la necesidad de “cultivar el futuro”, sin ser escuchados. Sin pretender poseer la verdad, se puede decir que la mayor culpa recae, con variado grado de responsabilidad, sobre la dirigencia política que asumió el poder a partir de determinado momento, algunos años posteriores a 1958, cuando ya se había derrotado la confrontación con el militarismo y con la insurrección castrocomunista, y que sucumbió ante el enriquecimiento ilícito e inmoral producto de la corrupción, y posibilitó el deterioro del capital que habían llegado  a significar los partidos políticos. Pero también recae sobre todos los sectores del país, el empresariado, que aunque contribuyó a la modernización industrial y comercial del país, pretendió conservar el mercado interno como un feudo; el sindicalismo que pretendió lucrar con las supuestas reivindicaciones laborales, los sectores de ingresos medio y alto que mantuvieron niveles de consumo elevados artificialmente por la política económica.

Hasta los sectores de ingreso bajo, o los pobres, tuvieron su cuota de responsabilidad con prácticamente su único curso de acción, su voto, resultado de la ignorancia o ausencia de criterios propios, con el cual le posibilitaron el poder a la dirigencia política.

Cuando la realidad inexorable impuso los correctivos, la irresponsabilidad persistió y no se aceptaron tales modificaciones, se llegó a destituir al Presidente de la República, y una mayoría integrada desde la clase media hacia los pobres, sin que esto exculpara a los de ingreso elevado, hizo que llegáramos a esto, entregando el poder a la sociopatía y el narcisismo, a decir de una psiquiatría reconocida.

Así nos pasó esto, así hemos llegado a una situación cuya descripción ya ha agotado todos los descalificativos del lenguaje español. Por esta parte se quiere resaltar indignante y  vergonzosa, porque realmente es vergonsozo para el pueblo venezolano tener un gobierno que significa tanta vergüenza ante nosotros mismos, y ante el mundo.

Se debe agregar que la mayor vergüenza la deben sentir quienes por usufructuar el poder, han sucumbido moralmente. Causa vergüenza la manera cómo al pueblo de Venezuela lo ha gobernado una especie de rey transplantado al siglo XXI, con todos los poderes de un monarca, y hasta con sucesor; cómo se “violaron” los restos mortales de Simón Bolívar para satisfacer un capricho incalificable,       quizás como los de un niño malcriado; cómo se hace del país una colonia cubana; cómo se destruyó la PDVSA que causaba admiración en el mundo, cómo la Fuerza Armada Nacional que a partir de 1958 cumplió su papel de garantizar la soberanía nacional, hoy es partícipe de la desnacionalización, no sólo con relación a Cuba, sino también con respecto al Esequibo, y asiste al festival de la inmoralidad; cómo hoy el enriquecimiento y la corrupción han alcanzado cimas impensables y hacen sucumbir a “anteriores apóstoles de la decencia”; cómo aún hoy se registran “votos” como los que antes posibilitaron el poder a la dirigencia de turno; cómo hoy prevalece en el mundo la visión que nuestro problema es una simple cuestión de diálogo; cómo no hemos terminado de actuar para recuperar la dignidad.

Pero como siempre, el convencimiento en la recuperación del pueblo venezolano, el pueblo que hizo la nación envidia en América Latina, que hizo nuestra democracia antes de 1999, con sus vicios y sus virtudes, lo que hacen nuestros estudiantes, posibilita y obliga que se mantenga la resistencia que ha impedido la destrucción de Venezuela, y hace posible corregir comportamientos de todos nosotros, principalmente de quienes deben abrir paso en la conducción del país, y de quienes no han querido asumir la responsabilidad política, esa  que el Papa Francisco dice que ningún católico debe rehuir.

Douglas Jatem
djatem@gmail.com
@djatemv

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