El paisaje material y espiritual del país luce desolado, pero hay esperanza, ¿esperanza sin acción política? TENEMOS ANÁLISIS ECONÓMICOS que muestran la vertiginosa caída de nuestro sistema productivo, pero falta para completar la explicación del por qué hemos llegado a donde hemos llegado, EL ANÁLISIS CULTURAL Y SOCIAL DE TODO ESTO.
Si estamos en una
crisis verdadera que ya dejó de ser coyuntural, y por el contrario,
desestabiliza nuestras formas culturales y nuestras prácticas sociales,
nuestros imaginarios colectivos, las preguntas serían; ¿qué base social y qué
imaginario sostiene al poder despótico? ¿Cual es nuestra cultura política? y
¿qué respuestas damos a ésta crisis?
Deberíamos pensar en
crear espacios para discutir con seriedad sobre esto, que si es materia de
interés nacional. Es lo que podemos y debemos hacer, lo que se nos exige en
medio de un campo controlado por politiqueros de oficio, por sabelotodos que se
creen con licencia para orientar y opinar hasta de teoría de las cuerdas, por
una actitud del sálvese quién pueda, por un socialconformismo según aprecia
Marcos Roitman Rosenman, uno de los más agudos pensadores de la realidad actual
latinoamericana. Este contexto intrincado que dificulta el consenso, viene
potenciado por una prensa que en su mayoría crea opinión pública distorsionada,
que modela una actitud social que ya empieza a ver en las colas interminables y
en la escasez, una situación normal cuyo chivo expiatorio es según su lógica,
un complot imperial y cuyos agentes son los que protestan y levantan su voz,
hoy criminalizados por decreto.
En este contexto
anómico, se hecha de menos el debate por la verdad, debilitada por la ausencia
de principios que guíen el diálogo, entre ellos el reconocimiento del gobierno
de turno a las libertades formales, únicas garantes de un ritmo de vida
cotidiana sin los sobresaltos de la amenazadora prisión mental del
totalitarismo, a esto se suma la incapacidad de los politiqueros de oficio de
hacer valer estos principios de autonomía.
Si nos detenemos a
pensar en esto, cabe también preguntarse si estamos en presencia de un teatro
para el simulacro del cambio, una reedición tropicalizada de El Gatopardo de
Giovanni de Lampedusa, un estado político de inercia con políticos devenidos en
prestidigitadores de ilusiones como aquellos que describió en su momento Ramón
Díaz Sánchez en sus tipologías de políticos retratadas en Casandra, dispuestos
a vender hasta su sombra con tal de tener un espacio para engordar el ego
mientras la crisis aumenta de tamaño y espesor. Mientras tanto, unos juegan a
ser expectadores, otros a negar la realidad mientras hacen cola para comprar un
litro de leche, otros apelan a tener una fe contemplativa, otros resaltan
aunque no quieran por su indiferencia que cada vez convierte su espacio en una
"casa tomada", al lado de estos, los oportunistas, esos que de
socialistas devinieron en "sociolistos", reptan mimetizados de rojo
haciendo negocios con el consentimiento y la omisión de unos poderes moral,
legislativo y judicial que sacrificaron la ética a una ideología.
Luis Manuel Cuevas Quintero
luimanc@yahoo.com
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