En el chavismo hay un debate. La
polémica interna supera los polos representados por la derecha endógena-militar
y la izquierda chavista civil. El campo se amplía. Aparecen la ultraizquierda,
los pragmáticos y los socialdemócratas. Antes, Chávez los arropaba a todos con
su verbo, carisma, poder y dinero.
Ahora, cada grupo escoge su líder. Hay
mucho de confusión en el chavismo. Y el debate confunde, aún más, a los que no
son chavistas. Lo cierto es que en los llamados de unidad de Cabello, de
Maduro, de Jorge Rodríguez, de Jorge Arreaza, hay un reconocimiento directo de
la procesión que va por dentro. En el debate no se excluyen núcleos de fascismo
químicamente puros, que recuerdan la memoria del caudillo fallecido pero que no
hablan de socialismo ni nada que se le parezca. “Con el comunismo ni a misa”,
me dijo uno cierta vez.
En el debate se admiten los lados
negativos del legado de Chávez. El personalismo que impuso. La ausencia de un
cuerpo ideológico y de un partido revolucionario. Y, si faltara poco, la
ineficacia de la estructura gubernamental.
Los resultados están a la vista. Ronald Denis,
uno de quienes polemizan puertas adentro del chavismo, reconoce que (ver sus
artículos en Aporrea) que se vive “una insólita crisis económica que ha
permitido la reiniciación de la curva de empobrecimiento social y
desvalorización del trabajo, con el cual el gobierno mismo se puso él solo
contra la pared, tratando inútilmente de venderse como víctima de una guerra
económica que él mismo creó y favoreció, muy antes y después de la muerte del
presidente Chávez”.
Aquí se revisa lo que Maduro ha
vendido como causa de la inflación y otros males: la guerra económica. Ahora,
Denis de manera tajante se opone a los acuerdos
con los empresarios; política que hoy sigue el gobierno tras la urgencia
de poner en marcha los motores económicos.
En el lado opuesto de Ronald Denis, se
ubica Néstor Francia, (Ir a Aporrea), quien apoya la apertura gubernamental,
pues, dice, hasta Chávez dialogó y pactó cuando tuvo necesidad de ello, y toma
como ejemplos, tanto el pacto Chávez-Cisneros, y le mesa de diálogo de 2003.
“Hoy, Maduro trabaja, con una táctica correcta, tratando de aislar a la
ultraderecha radical y crear las condiciones que permitan abordar, en mejores
condiciones, las tareas atinentes, entre otras cosas, a la economía, el
problema que más preocupa en este momento a los venezolanos. Pero los
dogmáticos de ultraizquierda dicen hablar en nombre de Chávez y olvidan aquel referente histórico”.
No es fácil el escenario para el chavismo. El
vicepresidente Arreaza ha dicho que ya van 600 acuerdos con los empresarios; y
como se sabe, desde que se iniciaron las mesas gobierno-empresariales, se dio
rienda suelta a los aumentos de precios, lo cual se hace más evidente en el
índice inflacionario, aunque, se sabe, la raíz verdadera es el modelo
económico.
El debate interno lleva implícito y
explícito la solicitud, por unos, de que Maduro gire más a la izquierda
mientras que, otros, hablan del momento del pragmatismo.
No hay duda, el chavismo es prisionero
del palabreo y del modelo dejado por Chávez. Los factores internos se
enfrentan. Cada uno apela a sus argumentos. Pues los de Francia y los de Denis
no son los mismos que los de Cabello; y tampoco son los de Merentes, ni de
Arreaza ni de Rafael Ramírez.
Adentro está el problema.
Juan
Carlos Zapata
confidencial@guasdualito.com
@museoelectoral
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