Algunos
analistas sostienen que los hechos políticos en desarrollo difieren de los
hechos del 2002, que responden a realidades diferentes y que por lo tanto de
diferente manera hay que juzgarlos. Si bien asumo que ninguna circunstancia
histórica es idéntica a otra, así como nunca un río es el mismo, pienso que el
patrón de comportamiento en ambas circunstancias es lamentablemente muy
similar.
Porque existe una línea de conducta en nuestras filas que responde a un mismo patrón. Consiste básicamente en lanzar por la borda los avances políticos logrados mediante la sensatez, para montarse de improviso en agendas radicales guiadas más por intereses políticos individuales que por el bien de la lucha opositora, veleidades “extremistas” que invariablemente han hecho retroceder los logros políticos y han fortalecido al gobierno.
Y
es que después de los arranques histéricos de antipolítica y antipartidismo que
abrieron las puertas del poder a Chávez, después del Carmonazo, del paro
petrolero indefinido, del paro general idem, de la verbena militar en Altamira,
de la abstención como bandera y otras gloriosas metidas de pata, nos fuimos
encarrilando por lo que parecía ser el camino del juicio y la prudencia. Y comenzamos
a prestar atención y a respetar la organización política, la planificación
estratégica y táctica, el trabajo arduo.
Claro, detrás de eso siempre había un ruido,
un serruche de patas. Constante, invariable, consistía básicamente en sostener
que era imposible triunfar electoralmente con un CNE parcializado, con todo el poder del Estado trabajando para el
gobierno, y lo peor, lo más pernicioso, que
las máquinas de votación cambiaban los resultados, afirmación esta
última sostenida contra toda evidencia real.
Pero
bueno, pese a todo, la política pareció triunfar sobre su antítesis, surgió la
MUD y, escuchando el clamor opositor se propuso la elección de un candidato
unitario cuando LA UNIDAD era exigencia indispensable. La elección se hizo por
primarias transparentes, otra exigencia popular para evitar decisiones
cogollísticas. Y triunfó Capriles.
A
mi juicio, ese momento fue perfecto, salvo la actitud personalista de Leopoldo
López que no soportó pasar por debajo de la mesa y montó su show.
Luego
la lucha épica de la campaña electoral, encarada contra todos los abusos
imaginables del monstruo estatal y después lo que considero una victoria
política enorme vista la circunstancia: prácticamente un empate técnico. De
inmediato un error. Tal vez cediendo a presiones radicales Capriles llama a
protestar pero recoge de inmediato sus palabras que son aprovechadas por el
gobierno en hechos canallescos.
Desde
ese mismo momento en adelante se desata una campaña contra el candidato, que no
vamos a ser tan ingenuos de considerar casual ni espontánea.
La “política de la antipolítica” cobra fuerza
nuevamente transformando la casi victoria presidencial en abstención para
Gobernadores, comienzan los insultos y descalificaciones contra Capriles y
surgen los Autoconvocados con idéntico mensaje y actitud. Las gónadas cobran
más importancia que el cerebro.
Luego
LA CALLE Y LA SALIDA se transforman viralmente en la panacea y el liderazgo
radical vuelve a primera plana con nuevos shows manipuladores.
Lo
demás es presente y no me queda espacio.
LA SALIDA se ha transformado en un callejón sin salida y la oposición tendrá que recoger los platos rotos una vez más.
No
sé si aprenderemos algún día.
German Cabrera
german_cabrera_t@yahoo.es
@germancabrerat
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