En
el lenguaje jurídico es frecuente el uso del adjetivo “temerario” para
referirse a una acción judicial que se
intenta sin fundamento alguno, o contra instituciones o personas que no son
responsables de lo que allí se ventila.
El DRAE define muy bien dicho adjetivo: “temerario, ria: Excesivamente
imprudente arrostrando peligros. 2. Se dice de las acciones de quien obra de
este modo. 3. Que se dice, hace o piensa sin fundamento, razón o motivo:
‘Juicio temerario’ (…)”. La tercera acepción es a la que me refiero. Un juicio
es “temerario” cuando se intenta ante un tribunal contra una persona o institución sin fundamento jurídico
que lo avale, o bien cuando a quienes se les imputa un hecho delictivo no son responsables
del mismo.
La
acusación penal interpuesta por el teniente Diosdado Cabello contra el diario
“Tal Cual” en las personas de sus directivos y del articulista Carlos Genatios,
es evidentemente temeraria, y lo es por
las dos razones antes señaladas.
En
primer lugar, nada tiene de delictivo atribuirle a Cabello la frase “si no
les gusta la inseguridad que se vayan”.
No se ve por ninguna parte el carácter
difamatorio o injurioso de dicha atribución de una frase que lo que sí
es, eso sí, es inocua e insulsa. Frase que, por lo demás, su presunto autor
reconoce que en su momento se le atribuyó, aunque posteriormente él mismo lo
desmintiera, sin que tampoco pueda calificarse como delito que Genatios no
hubiese visto el desmentido, por lo cual cumplió con su deber de excusarse, con
lo que el asunto debió terminar.
Pero
es aun más temerario pretender extender la infundada acusación al director de “Tal Cual”, Teodoro Petkof, y a
quienes con él figuran como directivos de
la empresa responsable de ese diario. Es viejo y universal el criterio de
que los directivos de un periódico no
son imputables por lo que en sus páginas aparezca con una firma responsable. Es
lógico que sea así, pues para tener tal responsabilidad tendrían que saber de
antemano que lo allí escrito constituye un delito, lo cual carece de sentido en
tanto que choca con la libre opinión del directivo, válida aun en el caso de
que posteriormente un juez calificase de
delito lo que se diga en el texto firmado por su autor.
Lo
más grave es que haya jueces que admitan semejantes acusaciones, siendo evidente su inadmisibilidad. En estos
casos es comprensible la ignorancia del acusador, pero es alarmante que un juez
acepte lo que sabe muy bien, o debe saberlo, que en un juicio es una temeridad.
Alexis
Márquez Rodríguez
sabanaguan@yahoo.com
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