El socialismo es empalagoso y la gente lo come sin medida, por lo que siempre termina con grandes dolores de estómago y, no pocas veces, con la muerte de los pueblos y la desaparición de las naciones
Mis
últimos artículos sobre el socialismo han levantado un cúmulo de opiniones
diversas, que he recibido por varios medios. La gran mayoría de ellas me indica
varias cosas: primero, que efectivamente hay mucha gente que se dice socialista
con mucho orgullo y pasión; segundo, que esa gran mayoría entiende el
socialismo de una manera personalísima que difiere grandemente con la doctrina
y el sistema socialista elaborado de manera científica o académica dentro de
las denominadas Ciencias Políticas; tercero, que hay una enorme confusión entre
lo que es socialismo y comunismo.
Lo
que me preocupa es que esta gran confusión del venezolano, en materia
ideológica, ha llevado al país político a extraviarse en sendas y experimentos
muy peligrosos para el futuro y la sostenibilidad de Venezuela como nación. En
cuestiones ideológicas, al venezolano no le gusta el compromiso; sin mucho
pensarlo toman de aquí y de allá ideas sueltas que les parecen bonitas y justas
y arman su propia colcha de retazos a la que llaman socialismo, sin detenerse a
pensar que, por ejemplo, llevar la igualdad a grandes segmentos de la población
implica, necesariamente, comprometer la libertad de la que hoy gozan.
Pero
resulta que la culpa no es solamente del venezolano, que no está dispuesto a ir
más allá de los simples enunciados de las variadas doctrinas políticas que
existen, sino que hay una deliberada intención dentro del campo socialista, de
permanecer en ese estado nebuloso de indefinición, porque de esta manera
cosechan adeptos. Un socialismo mal
explicado y peor entendido puede ser cualquier cosa, y si algo no tiene
definición, carece de límites y de esencia, simplemente, no existe, lo cual es
muy apropiado cuando quiero ponerme a inventar mi propia versión de socialismo.
Pero,
efectivamente, en política hay conceptos y límites, a pesar de la gran variedad
de matices que se aplican al socialismo, existe un pensamiento socialista que
ha evolucionado en complejidad, tiene una historia que se puede estudiar, unos
antecedentes que resultan fundamentales para comprenderlo, un cuerpo
doctrinario que le ha dado forma y un desarrollo que ha reportado adelantos,
conflictos y fracasos, en tanto y cuanto ideología, compitiendo con otras
corrientes en términos de igualdad (en el entendido que ningún pensamiento es
dueño de la verdad).
Esta
es, justamente, la parte que a la mayoría de la gente le fastidia conocer;
prefieren quedarse en el anecdotario, en las figuras que han impactado los
medios de comunicación de masas, en los “memes” y las frases hechas, en las
aplicaciones prácticas del socialismo, en los símbolos y representaciones, en
los sentimientos y pasiones que despierta.
Es
muy fácil perder el rumbo cuando se habla de socialismo; por las múltiples
áreas donde el término hace vida comunicacional, socialismo y sociedad muchas
veces se confunden, y pareciera muy natural que el socialismo derive como forma
de comportamiento de los grupos humanos organizados y en interacción, es
también una manera de administrar los recursos de una sociedad, sobre todo si
se habla de grandes números, de satisfacer necesidades en la población, si se
va tras el “mayor beneficio social”.
El
socialismo parece amalgamarse muy bien con el sentido de justicia y equidad,
por aquello de tener como norte el interés de las mayorías, también se asocia a
una manera de administrar al Estado haciendo de lo público el centro de toda
acción humana; igualmente, la pobreza, las desigualdades, los explotados, los
marginados de la sociedad son banderas que recoge el socialismo y las hace
propias, dejando a las otras ideologías en una situación de indiferencia
aparente hacia estos temas.
Prácticamente,
todo lo que tenga que ver con humanitarismo y solidaridad se le atribuye al
socialismo, y ésa es una de las razones por las que toda persona medianamente
sensible, buena y humana desea militar, de alguna manera, en sus filas y no
rechaza el apelativo, pues lo adorna y lo distingue de manera positiva.
Cuando
el socialismo se entromete en la economía, lo hace llevando toda esa carga de preocupaciones
sociales y humanitarias, ahogando prácticamente, con necesidades insatisfechas
y sufrimiento humano, cualquier intento de aliviarlas de manera racional, razón
por la cual ningún socialismo puede ser productivo ni sostener a sus
poblaciones.
La
ética socialista es, fundamentalmente, un plagio de la religión católica, le
atribuye una bondad intrínseca a la naturaleza humana (aunque según los últimos
estudios sociológicos, la bondad es un rasgo que surge evolutivamente); la
ética socialista pretende erradicar el egoísmo como si fuera una enfermedad,
cuando en realidad se trata de un rasgo fundamental en el aparato de
sobrevivencia de las personas; el socialismo privilegia la vida en comunidad,
condena la acumulación de la riqueza como pecado, ve la ambición y la avaricia
como estigmas de una vida equivocada, la libertad está supeditada a principios
superiores, donde siempre predomina el bien común; la originalidad y la
diferencia no son bien vistas, en aras de mantener la igualdad; la propiedad privada
es condenada como vicio y causa de desavenencias.
El
gran problema del socialismo es que, en su estructura, en su esencia, se
encuentra el germen del autoritarismo; el socialismo declara que esos ideales
de los esclavos (según Nietzsche), de los más necesitados, de las mayorías
excluidas, deben ser impuestos a la fuerza, porque no hay manera de convencer
pacíficamente a la gente que más tiene, de dar a los que menos tienen, de
compartir por simple convicción, y llega el momento en que hay que expropiar,
hay que quitarle a los ricos para darle a los pobres, y empiezan las
confiscaciones de bienes privados en nombre del interés colectivo, por lo
general no se detienen hasta una estatización de la sociedad completa (hasta el
individuo pasa a ser propiedad del Estado y los funcionarios empiezan a
declarar que no todo lo personal es privado).
Y
desde el momento en que los socialistas se ponen a repartir palos, para obligar
a la sociedad a ser “buenos y justos”, se confunden los medios con los fines;
cuando la mayoría atropella a la minoría con el propósito de igualarse, se
asesina la libertad, cuando se obliga a los creadores de ideas y
emprendimientos a hacerlo de gratis, se condena el avance, cuando se obliga a
la gente al sacrificio para que otros, muy lejos, se beneficien porque ellos no
tienen, se cometen injusticias.
En nuestro país un grupo de revolucionarios violentos, que no tienen la menor idea de lo que es socialismo, tomaron el poder y justifican sus pillerías con la bandera del socialismo (que por ley, a pasado a ser la doctrina oficial de esta república bolivariana), lo más notable es el comportamiento de esta casta de gobernantes, que se distingue por una vida ostentosa de privilegios y dinero mal habido.
El
socialismo es empalagoso y la gente lo come sin medida, por lo que siempre
termina con grandes dolores de estómago y, no pocas veces, con la muerte de los
pueblos y la desaparición de las naciones. –
saulgodoy@gmail.com
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