Porque así como juzguéis se os juzgará, y con la medida que midáis a otros, se os medirá (Mateo 7, 2).
Venezuela entera ha esperado en vano, que con
el nuevo año se produjera la liberación de los presos políticos. Organizaciones
internacionales de derechos humanos, la iglesia y la oposición democrática han
pedido la liberación de Simonovis, su esposa, su hija han solicitado con mucha
dignidad una medida humanitaria que no tuvo eco en la conciencia de los que nos
gobiernan.
Las almas amargadas y los espíritus enfermos
no conocen esa expresión de amor que se llama perdón…si es que culpa hubo.
Todo apunta a que una medida de carácter
político, como ha sido la condena que sufren los detenidos, no puede ser
revisada sin detener el acto de venganza o de intimidación en que quieren
convertirla. Es lo único que le interesa al régimen.
En la Venezuela roja-bolivariana, la fuerza
del derecho ha cedido frente al derecho de la fuerza. Aquí observamos cómo el
gobierno puede violar las normas electorales, como los rectores del CNE puede
parcializarse, como militantes que son del PSUVE y que la Fiscal no procede a
investigar las conductas delictivas de los personeros del Gobierno. Somos
también testigos de cómo el Tribunal Supremo de Justicia realiza
interpretaciones inconstitucionales a conveniencia de los intereses dictados
desde la Habana.
Somos testigos del cinismo de la Asamblea
Nacional, que no realiza ninguna averiguación que comprometa al régimen, viola
la normativa negando derechos de palabras y permite la violencia física contra
los representantes del pueblo venezolano.
Venezuela es el único país en el mundo, en
que la oposición habiendo obtenido más votos, tiene menos diputados.
Vivimos una realidad en la que está prohibido
informar, donde se aprueban y se aplican disposiciones que convierten en delito
publicar ciertas noticias, como el número de muertes impunes que se producen a
diario o el índice inflacionario record mundial que sufrimos.
200.000 personas han muerto en manos de un
hampa que no es inquietada, se expulsan 20.000 empleados de una empresa del
estado sin aplicar las leyes, robándoles todos sus ahorros y sus beneficios
laborales, se expropia la propiedad privada sin aclarar la causa de interés
público o social, se condena un juez, se acusan y se insultan los dirigentes
políticos democráticos, se incita a cometer delitos y saqueos, todo trasmitido
en vivo y en directo por la televisión.
Se aprueban ascensos militares de oficiales
retirados, se crean organismos paralelos a las gobernaciones y alcaldías que no
controlan, todo fuera del marco constitucional y de las leyes que regulan esas
materias.
Las leyes no existen para los personeros del
gobierno, todo les está permitido, el autoritarismo, la arbitrariedad es la
regla para un régimen que no tiene escrúpulos para abusar del poder y de las
armas.
Así van midiendo con su vara, olvidando la
parábola que habla de que con esa que midas serás medido. Leyes y reglamentos
han sido dictadas con el fin de alterar la esencia republicana y democrática de
Venezuela. Esas disposiciones les han servido para acabar con instituciones, organismos
del estado o la carrera diplomática, entre otras.
Las mismas normas que seguirán vigentes el
día del juicio y que les serán aplicables a ellos mismos.
Sabemos que en nuestra Venezuela llegara el
día de la reconciliación, donde tendremos que perdonar a esa mitad del país,
que envilecida con el odio predicado desde el gobierno puso en peligro la
soberanía nacional.
En realidad el sector manipulado es también
una víctima de los actores principales, los responsables de habernos conducido
al desastre económico y social en que nos encontramos. Esos tendrán que rendir
cuentas.
Perdonar no significa olvidar lo que ha
ocurrido, ni excusarlo o justificarlo resignados. Ni mucho menos negar el dolor
y las heridas que ello ha producido.
La reconciliación pasara por castigar
culpables, por resarcir daños, establecer la justicia y castigar la
deshonestidad y la corrupción. Es necesario tomar conciencia del porqué, como y
donde sucedieron las desviaciones, solo así enderezaremos el rumbo con
serenidad.
No puede haber silencio, ni borrón y cuenta
nueva, tendremos que evitar cualquier conducta que se avecine a una aprobación
de lo ocurrido. Tiene que producirse el acto de justicia, necesitamos volver a
creer, en la ley y en las instituciones.
Eso sí tendremos que aceptar que sucedió, que
tuvo causas e inexorablemente consecuencias. Que será necesario rectificar
muchas cosas, mejorar otras, ayudar a reconstruirnos, comenzar a crecer y a
educar las nuevas generaciones, necesitamos aprender de nuestros errores.
Debemos ser más solidarios, productivos,
honestos y comprometidos.
No seguir anclados en el pasado ni en el
resentimiento, para asumir el futuro, positivos y entusiastas.
El pasado no tiene cómo ser cambiado, no
podemos sustituir el odio y la venganza por otros odios y más venganza, nada ni
nadie podrá subsanar el dolor que hemos vivido, pero cuando llegue el final de
la pesadilla y se aplique justicia, vendrá el momento para le reconstrucción,
esta será educativa, moral, legal, institucional con ella recuperaremos la fe
perdida entre nosotros mismos, podremos comenzar a transitar el camino del
encuentro entre todos los venezolanos.
Huele a tormenta, cualquiera que provenga del
interior reconoce ese olor a tierra mojada, que presagia un tempestad que se
aproxima, rayos y relámpagos que semejan una parábola bíblica.
Es el presagio de una nueva era, necesaria
frente a cierto infame documento titulado “Por siempre”, donde se rechaza
dialogar con la MUD y donde se le descalifica como interlocutor político.
En el cual se tildan de “ridículas” las
condiciones que exige la mitad del país para que pueda existir el diálogo…
donde se califica de “chantajes chimbos” una ley de amnistía, y las exigencias
porque se devuelvan las atribuciones constitucionales.
La hipocresía gubernamental tiene sus días
contados, el desastre económico dará cuenta de este proyecto suicida, la
sociedad terminó por cansarse de que la culpen de todos los males productos de
la gestión rojita.
Nos esperamos un Mesías, tan solo un dirigente, un nuevo Moisés que con las tablas de la ley en la mano, conduzca este pueblo hacia la nueva Venezuela.
nelsoncastellano@hotmail.com
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