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viernes, 24 de enero de 2014

JUAN CARLOS DELGADO BARRIOS, ¿PACIFICACIÓN, SIN DEJAR EL DISCURSO VIOLENTO?

Maduro llama a un consenso para pacificar al país, pero solo ve la espiga en el ojo ajeno cuando dice que la violencia social es producto de los antivalores del capitalismo, evadiendo la responsabilidad del régimen, autollamado socialista,  en estos últimos 15 años. 
En sus palabras superficiales para interpretar el flagelo de la inseguridad no reconoce  que  la estrategia  de imponer el socialismo a raja tabla se plantea a partir de  destruir la sociedad civil para colectivizar la sociedad venezolana, destruyendo la sociedad intermedia, en consecuencia, fragmentando aún más la organización social, incluso la familia como núcleo fundamental de la sociedad,  destruyendo con ello la identidad y la cohesión comunitaria. Un socialismo bajo amenaza se pretende imponer,  este es el mensaje del Patria, Socialismo o Muerte, aunque este lema fue suspendido debido a la enfermedad y muerte de Chávez este penetro las raíces más profundas del alma del venezolano, alimento el  revanchismo  y justifico la violencia social.  La cultura de la muerte como sustrato ideológico. 
El discurso desde la presidencia de la república,  imitado por sus seguidores, promoviendo el odio y el resentimiento social como arma política y justificación de la violencia en contra lo que ellos llaman el orden burgués, contiene un mensaje divisionista y excluyente que deriva en tensión social permanente y ruptura de los códigos de convivencia. No hay algo más incendiario que un discurso mesiánico y fundamentalista convocando al revanchismo social mediante la transferencia de la culpa en los sectores empobrecidos -ser rico es malo-, -ellos te robaron lo que es tuyo….-ellos son enemigos de la patria- , etc.  Se ha ido construyendo un andamiaje en el imaginario colectivo de los venezolanos que nos divide y profundiza la violencia, hasta el punto de que la vida no tiene ningún valor para los sectores violentos. Con Maduro se reproduce la violencia verbal de Chávez.
La estrategia “revolucionaria” del enemigo externo para el logro de la unidad nacional -el grito “guerra al invasor”- ha generado un paradigma pernicioso sobre la tenencia y uso de las armas que ha permeado a la sociedad. El armamentismo como ejemplo, como culto a la violencia que deriva de las armas ha sido muy pernicioso. En los barrios empobrecidos un arma es un  instrumento de sobrevivencia y símbolo de machismo, de “varón”, de superioridad; encontrar un arma en Venezuela es “pan comido”, hay libre comercio de armas y municiones, se obvian las normas restrictivas en esta materia, circulan 30 millones de balas al año. No hay voluntad política para el desarme, suponemos que es por aquello del “pueblo en armas”, círculos bolivarianos y colectivos defensores de la revolución. Una revolución pacifica pero armada como advertencia.
Maduro no habla de la impunidad y de la corrupción de los sistemas judiciales y policiales. Evade este debate por miedo a las mafias enquistadas en esas instituciones. La impunidad ha creado confianza en el delincuente de que no le va a pasar nada, ni va a ser detenido y mucho menos juzgado, las cifras así lo demuestran. En Venezuela solo el 4% de los delitos son castigados, se han desmantelado las policías de investigación para convertirlas en policías políticas, no hay investigación policial científica a menos que sea un caso escandaloso, hay corrupción en el procesamiento de expedientes, sobre todo, trafico de influencia derivada de la partidización de los tribunales, incluso se habla de liberaciones “asistidas” movidas por “misiones especiales”. Policías partidizadas, corrompidas y desmoralizadas, participación de funcionarios militares y policiales en actos delincuenciales amparados y confiados en la impunidad reinante. Asistimos a una crisis ética de la justicia y esto ya es muy grave, recordemos la máxima “sin justicia equilibrada y honesta no habrá convivencia,  mucho menos paz”. Cuestión que se ha agravado con la militarización de los cuerpos de seguridad, estrategia que es contraria a la Constitución Nacional que dice que son competencias civiles.
Tampoco Maduro dice nada del tráfico de narcóticos en Venezuela. El narcotráfico y la drogadicción: uno de los signos de los países puentes del narcotráfico es el crecimiento de los niveles de consumo de drogas en la población, por el fácil acceso a ellas, ya que se desarrollan sistemas o redes informales de distribución-mercadeo con precios muy asequibles al detal, con redes muy eficientes y “protegidas”. Venezuela ha sido declarada por organismos internacionales como puente de la droga. El narcotráfico es toda una organización transnacional y tiene una cultura corporativa que crea condiciones para la formación de bandas cercanas para su protección, paramilitares o parapoliciales, las cuales se convierten en parte de un sistema muy poderoso y difícil de combatir como es el crimen organizado, sobre todo, cuando el sistema policial se ha politizado y deteriorado tanto en su condición ética como en su capacidad operativa. Si  a esto se suma la corrupción judicial y policial esta pesadilla se convierte en una bomba de tiempo.
Maduro evade hablar sobre las desigualdades sociales. La situación de pobreza no es “per se” causa de la inseguridad pero si es un condicionante  psicosocial para el desarrollo de ese flagelo.  Es por ello, que cualquier análisis sobre la inseguridad debe incorporar este componente. El proyecto socialista lejos de resolver la pobreza la congela y la hace acumulativa. Este gobierno no ha cambiado en nada en relación al clientelismo y populismo de los gobiernos anteriores para abordar las desigualdades, sino por el contrario, las ha profundizado. La estatización de la economía en la búsqueda de controlar los medios de producción ha destruido miles de puestos de trabajo, generando desempleo y multiplicando por cinco la pobreza. La falta de oportunidades, la exclusión laboral, la incertidumbre económica
 A todos estos factores se le une una educación carencial y adoctrinada. La escuela pública venezolana nunca había estado tan amenazada como ahora. Por un lado, el deterioro de la calidad y caída del apoyo socioeconómico al estudiante para su permanencia en el sistema escolar ha determinado que la educación no sea atractiva para los adolescentes y jóvenes de los barrios empobrecidos, ya que dejó de ser una vía para la movilidad social. La consecuencia de esto son 4 millones de niños y adolescentes fuera del sistema escolar que están en condición de calle, vagancia callejera y trabajadores informales. Por el otro, el adoctrinamiento de los estudiantes en la escuela pública, mediante una carga ideológica promotora de la fragmentación política y social -aprender para servir al Estado vs aprender para la vida y para la ciudadanía-, siembra la semilla del resentimiento social y traslado de la culpa, promueve la ruptura de la relación afectiva familiar al trasladar la imagen de la autoridad de los padres hacia el Estado y contribuye a la violencia familiar y abandono del hogar a temprana edad. 
juancdula@yahoo.es  

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