En
anterior artículo “Degradación de la Política” exclamamos la necesidad de
revalorizar la política y coadyuvar en un proceso que la coloque en su justa
dimensión. Pareciera que es nadar contra corriente, pero no todo está perdido,
hay que ir al encuentro de la Venezuela decente, de un nuevo liderazgo que
actúe en la cotidianidad y asuma nuevas formas de hacer política.
Hay
que deslastrarse de los vicios, de prácticas de gobernantes y políticos que se
han pervertido, que han reforzado la cultura caudillista, que esquivan la democracia
y que se sostienen con la clientela. Promover fuerzas que sean de verdad
interlocutores válidos entre el Estado y la sociedad, que auténticamente se
comprometan con los intereses de la gente, que rompan con el burocratismo y que
le coloquen un muro de contención a la corrupción y a la antipolítica.
Muy
a pesar que durante este régimen se profundizó la crisis heredada de los
partidos políticos y las organizaciones sociales, que nos sentimos acorralados
por la inseguridad, el costo de la vida, la escasez y la incertidumbre, no hay
tiempo para el pesimismo. Hay alternativas para superar la crisis y construir
los cambios que anhelamos con el concurso de todos. Se trata de asumir la
política como el medio para alcanzar mejores condiciones de vida, reivindicarla
como ciencia y arte en el marco del respeto y el reconocimiento del otro.
La
política se orienta a la toma de decisiones en función de objetivos, con
responsabilidad y ética; presupone el diálogo, la conversación, la
confrontación de ideas, el reclamo, el conflicto, la negociación; ella es
consustancial con la democracia, es vivir la democracia, pero como fuente
cotidiana de seducción de los ciudadanos, vivir tanto en la dignidad individual
como en la legitimidad social, es el individuo actuando en lo público; es un
convivir autónomo, respetando todas las maneras de vivir, en un proyecto común
de convivencia, con la colaboración y la co-inspiración colectiva. Es allí
donde la política vuelve a su carril.
La
política es antítesis de la demagogia, de la mentira, de la corrupción y del
autoritarismo. En dictadura se convive en la exigencia de obediencia y sumisión
y queda oculto el actor principal del hecho político, que es el ciudadano. Un
poder que se imponga por sobre la voluntad del soberano, que niegue la
participación y la diversidad, que promueva el culto a la personalidad y al
líder supremo, niega la política.
Revalorizar
la política es reflexionar y actuar; lograr coherencia entre el discurso y la
acción; trabajar por construir gobiernos y estructuras sociales con
participación de las mayorías; promover la autonomía de las organizaciones
sociales, los valores de la solidaridad, la tolerancia, la honestidad y una
ética social con base en la justicia, la igualdad, la democracia y la paz. Una
sociedad que actúa en el respeto, tiene el mejor recurso para lograr que el
Estado y los gobiernos cumplan con su rol y se orienten al desarrollo nacional.
Golfredo
Davila
golfredodavila@gmail.com
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