Los controles de precios son una de las
consecuencias de la inflación. Se trata de una medida política que los
gobiernos adoptan para tratar de "solucionar" un problema que ellos
mismos han creado, es decir, la inflación, cuando la solución real pasa por el
hecho de que los gobiernos no emitan dinero, ni manipulen la tasa de interés.
Los precios son las señales que guían al
mercado:
"Por esto es que resultan
contraproducentes los controles de precios. Pongamos un caso dramático.
Supongamos que se trata de un laboratorio de productos farmacéuticos que vende
un producto que resulta esencial para salvar las vidas de cierta población en
la que se ha propagado una plaga. Si el gobierno impone precios máximos (es
decir inferiores al precio de mercado), lo primero que ocurrirá es que se
expandirá la demanda puesto que un precio inferior permite que un número mayor
de personas puedan adquirir el bien. Ahora bien, si sacamos una fotografía del
instante en que se controlaron precios, debemos tener presente que no por el
mero hecho de que aparece un número adicional de demandantes automáticamente se
incrementará la oferta. Por tanto, en ese primer momento, habrá un faltante
artificial, es decir, habrá un número insatisfecho de personas que tienen la
necesidad más el poder de compra y, sin embargo, el remedio no se encuentra
disponible."[1]
Es más, la oferta no se incrementará, sino
que, por el contrario, se contraerá, en razón del precio político que
representa el precio máximo. La creación de esta demanda verdaderamente
artificial, lo único que logra es hacer que el precio de mercado del producto
controlado sea cada vez mayor. Es decir, empeora la situación de esos mismos
nuevos demandantes. Sigue el Dr. A. Benegas Lynch (h):
"En un segundo paso se observará que,
debido al precio máximo, los márgenes operativos resultan más reducidos, lo
cual, a su vez, hará que los productores marginales (los menos eficientes, pero
eficientes al fin según los precios libres) se retiren de esa actividad. Esto
es así debido a que los nuevos precios artificialmente impuestos estarán
pasando una señal en la que se lee que esos productores marginales se han
convertido en ineptos para seguir en ese renglón. Cuanto mayor la diferencia
entre el precio de mercado y el precio político mayor será la cantidad de
oferentes que serán persuadidos a retirarse. Esta contracción agudiza el
faltante artificial con lo que aumenta la cantidad de frustrados que deberán
discriminarse según el criterio de los que llegaron últimos a la cola, los más
débiles para pelearse o lo que fuere."[2]
Con ello, se afecta a tanto a productores
como a comerciantes del renglón. Como se observa con toda claridad, se produce
un doble perjuicio, tanto del lado de la oferta como del lado de la demanda. En
suma, todos pierden a raíz del congelamiento de precios.
"Aumenta más aún el problema si nos
detenemos a considerar lo que ocurre a continuación: el sistema de señales hace
que se alteren las prioridades de la gente ahuyentando productores actuales y
potenciales del área en la que requiere atención para combatir la plaga.
Supongamos que antes del establecimiento del precio máximo, debido al urgente
requerimiento de la droga en cuestión, los márgenes en esa área eran del siete
por ciento y que el de las camisas era del cinco por ciento. Ahora que se
impuso el precio político en el producto farmacéutico digamos que el margen
operativo se redujo al cuatro por ciento. Veamos lo que ocurre. Mirando las
señales de precios los operadores serán engañados ya que las prioridades se
alteraron artificialmente. Ahora aparecen como prioritarias las camisas y en
segundo término los remedios de los que hablamos (o tercero, cuarto, según el
nivel en el que la autoridad política establezca el precio o más bien número).
En resumen, con esta política se produjo una escasez artificial y se logró
ahuyentar inversiones del área con lo que, en definitiva, se habrá matado a más
personas."[3]
Por obra de "un economista desconocido
llamado Ludwig Erhard [que] fue nombrado director económico de las zonas
ocupadas por los norteamericanos y los británicos"[4], el despegue de la
Alemania de posguerra se debió a la derogación de los precios contralados :
"La revolución de Erhard se llevó a cabo
en dos fases. En un primer momento, el 20 de junio del 48, se creó una nueva
moneda, el marco alemán. Al día siguiente, mercancías que habían desaparecido
porque la gente no confiaba en la moneda volvieron a aparecer. El segundo paso
fue más difícil. Erhard sabía que el efecto de la reforma monetaria sólo
perduraría si el marco reflejaba el precio verdadero de los bienes y servicios.
Eso significaba abolir el racionamiento y los controles de precios, algo que no
había sido aprobado por las autoridades aliadas. Aun así, el 24 de junio Erhard
siguió adelante con su plan. Los beneficios fueron inmediatos. El dinero
reflejaba su verdadero poder de compra. La gente perdió el miedo a vender
mercancías y las colas desaparecieron. Los incentivos empresariales se
volvieron una realidad, y así comenzó la extraordinaria prosperidad alemana de
la posguerra."[5]
En otras palabras, el camino inverso de la
prosperidad económica es precisamente aplicar precios controlados a los bienes
y servicios. Ello garantizará en muy poco tiempo una fenomenal crisis, y en
poco tiempo más la pobreza y miseria más generalizada que pueda concebirse.
Máxime si se tiene en cuenta que esta, sólo en parte es una de las pésimas
medidas que toman a diario los gobiernos de nuestros días. Sobre todo en la
Latinoamérica populista de los Kirchner en Argentina, Correa en Ecuador,
Morales en Bolivia y el comunismo castrochavista venezolano.
[1] Alberto Benegas Lynch (h) Las oligarquías
reinantes. Discurso sobre el doble discurso. Editorial Atlántida. pág. 114-116
[2] A.
Benegas Lynch (h) Las oligarquías...Ob. Cit. pág. 114-116
[3] A.
Benegas Lynch (h) Las oligarquías... Ob. Cit. Pág. 114-116
[4]
Sam Gregg "No hubo milagro alemán". Publicado el 2 de Julio de 2008 -
Fuente: http://www.fundacionburke.org/2008/07/02/no-hubo-milagro-aleman/
[5]
Gregg S. "No hubo..." Óp. Cit. Pág. 1
Gabriel S. Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
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