Mi artículo de hoy parodia un viejo cuento
popular que seguramente mis lectores conocen pero que con su venia me tomo la
libertad de actualizar.
El cuento (adaptado), es el siguiente:
Cuando Dios creó el mundo y repartió sus
riquezas, decidió que en el extremo norte de un subcontinente que se llamaría
Suramérica habría un país que llevaría el nombre de Venezuela. Ese país sería
privilegiado por la naturaleza. Estaría libre de movimientos telúricos, salvo
uno que otro terremoto y pequeños temblores de tierra. Estaría también a salvo
de los embates del clima porque no sería víctima de huracanes o tormentas
tropicales, aunque ocasionalmente podría sufrir lluvias torrenciales que
causarían daños materiales y humanos importantes.
Dios siguió diseñando ese país y dispuso que
tendría bellezas naturales maravillosas, como una cascada de mil metros de
altura, única en el mundo, una laguna alimentada por siete cataratas y hasta
una cueva de cuarzo que sería la más grande del mundo. También tendrá bellas
playas bañadas por las tibias aguas del mar caribe Tendrá recursos naturales en
abundancia: petróleo, oro, hierro, bauxita, diamantes, y torrenciales ríos para
producir energía eléctrica. Además tendrá tierras fértiles en abundancia para
que sus habitantes cultiven los productos vegetales y críen ganado de todo tipo
para el sustento de ellos y sus familias e incluso exportar excedentes.
A esta altura San Pedro, que lo escuchaba,
intervino y comentó: Pero Señor, Usted está creando un paraíso en la tierra, le
está dando prácticamente todo a ese país.
Dios respondió: no te preocupes Pedro. Hacia
el final del siglo XX y comienzos del XXI, aparecerán allí dos individuos que
arruinaran lo que, como tú dices, sería el paraíso terrenal. Y agregó:
concretamente a comienzo del siglo XXI llegará un tipo bigotudo que, valiéndose
de artimañas ilegítimas y violentando la Carta Magna de ese país se instalará
ilegítimamente en el Poder y usurpará la función de jefe de Estado. Ese
elemento se dedicará, con saña y crueldad, a arruinar, devastar, desmantelar,
echar abajo todas las riquezas que le atribuyo a Venezuela y todo lo bueno que
a lo largo del tiempo algunos gobiernos responsables hicieron para acrecentar
el bienestar de sus habitantes y permitirles beneficiarse del bien supremo de
la democracia.
Ese individuo, que en lo adelante le doy el
nombre de “ilegítimo”, se empeñará en acelerar la implantación de un sistema y
una ideología ateos y violadores de la libertad y los derechos humanos
denominado comunismo que para ese momento habrá fracasado en otros países -
entre ellos el que lo inventó - y a copiar el que precariamente todavía
prevalecerá en una isla del Caribe. Pero no solo tratará de copiar el régimen
que a duras penas y con mucho sacrificio de vidas humanas subsistirá en esa
isla. El ilegítimo pretenderá materializar un proyecto de su predecesor y
tutor. Actuando con total desprecio hacia su propio país e incurriendo en el
grave delito de traición a su patria, intentará convertir a Venezuela en
colonia y súbdito de la isla caribeña, desde donde recibirá instrucciones,
orientaciones y mercenarios para consolidar la completa sumisión de Venezuela
al nuevo poder colonial.
En su empeño por implantar el comunismo, el
ilegítimo impondrá el control absoluto de su régimen sobre la industria.
Convertirá la empresa explotadora del petróleo en una especie de gallina de
huevos de oro de donde extraerá recursos para financiar acciones populistas
nacional e internacionalmente. Las otras grandes industrias (hierro, aluminio)
serán desarticuladas. La agricultura y la cría de ganado desaparecerán por obra
del ilegítimo.
Será un régimen cruel, sanguinario, que no
vacilará en estimular el odio contra quienes le adversan. Se convertirá en
dueño y señor del país valiéndose del vasallaje de los demás poderes públicos y
de militares de alta y mediana graduación que no desperdiciarán oportunidad
para vender su lealtad a la nación a cambio de oportunidades de corrupción,
tráfico de drogas o la designación en cargos de la administración pública. Se
valdrá de toda clase de recursos entre otros la condena a muerte gradual de
personas inocentes mediante la aplicación de la pena máxima. Practicará el
amedrentamiento, el secuestro y las desapariciones forzadas. También empleará
la fuerza pública, en especial un cuerpo que se llamará guardia nacional,
fuerzas paramilitares y grupos violentos armados que serán conocidos como
“colectivos” para arremeter y agredir a quienes se opongan a su régimen.
Estos son solamente algunos de los
infortunios que tendrá que soportar ese desventurado país antes de convertirse
en el paraíso terrenal que según tú yo estaba creando. ¿Satisfecho Pedro?
Sí, Señor, pero me aterra pensar que será de
ese pobre país si su gente no despierta.
Despertará, Pedro, agregó Dios. El ilegítimo
caerá por s propio peso y con mi ayuda los venezolanos tomarán nuevamente el
camino de la libertad y la democracia.
Adolfo
Taylhardat
adolfotaylhardat@gmail.com
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