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jueves, 5 de septiembre de 2013

ÁLVARO VARGAS LLOSA, PSICOSIS EMERGENTE.

Los diarios están ahítos de noticias sobre la estampida de capitales de los países emergentes y las consecuencias inevitables: depreciación de sus monedas, apreciación del costo de endeudarse para sus gobiernos y empresas, y el desplome de sus Bolsas.

Lo que está sucediendo no se debe, por desgracia, a "buenas" razones, es decir, a que ciertos países no han hecho sus deberes y por tanto justifican plenamente la desconfianza. Se debe a malas razones: la política inflacionista de Estados Unidos contra la cual algunos pesados llevamos años bramando.

En la última década, cada vez que el banco central estadounidense emitió moneda artificialmente y los intereses bajaron, los capitales se precipitaron a los mercados emergentes. Ni que fueran tontos: se endeudaban en casa por muy poco y obtenían allí rentabilidades superiores. Esto empezó a gran escala desde que en 2002, tras el fin de la burbuja de las punto.com, Alan Greenspan se dedicó a inflar la moneda. Luego vino la siguiente burbuja, que estalló en 2007/8, después de la cual la Reserva Federal, ahora con Ben Bernanke al mando, volvió a apretar el acelerador inflacionista. Los capitales se precipitaron de nuevo a los mercados emergentes por las mismas razones.

Era cuestión de tiempo para que el banco central estadounidense desacelerase esa política delirante. Ahora sabe que ha ido demasiado lejos y le gustaría ponerle freno. Pero como no se atreve a hacerlo, ha preferido dar a los mercados pistas sobre la intención de hacerlo pronto. Esto ha bastado para provocar lo antes descrito.

La Reserva Federal ha más que triplicado su balance desde 2008 (otra forma de decir que ha bombeado una verdadera catarata del Niágara de moneda artificial). A inicios de aquel año, su balance equivalía al 6% de la economía: hoy equivale al 21%. Hace bien en querer detener el avance de esta locura. Pero no hace bien en no atreverse a hacerlo del todo: ante la estampida de capitales de los países emergentes, la subida de los intereses y las quejas de las instituciones financieras, que quieren más droga, ha dado señales, últimamente, de que podría postergar un poco el inicio de las políticas de desaceleración de la emisión monetaria. Cuanto más tarde, peor.

Los emergentes, como queda dicho, están sufriendo el impacto, pues los capitales, que esperan una continua apreciación del bono en los países ricos a raíz de las señales emitidas por Bernanke, vuelven a casa. Desde mayo, cuando el Presidente de la Reserva Federal hizo el amago, se han evaporado 1,5 billones de dólares en las Bolsas subdesarrolladas. El índice más representativo de ellas está 30% por debajo de su pico en 2007. El real brasileño ha perdido casi 40% en relación a su nivel de hace dos años. La rupia india se ha desplomado. Las empresas latinoamericanas, asiáticas, africanas y de otros lugares han disminuido su ritmo de emisión de deuda al nivel más bajo en cinco años porque ahora es más caro pedir prestado.

Paso de puntillas sobre la ironía de que tantos gobiernos de países emergentes se quejaran hasta hace poco de la apreciación de sus monedas y hoy pongan el grito en Marte por lo contrario. Lo que importa es que estamos pagando todos los platos rotos de la Reserva Federal. Y eso que no hemos visto nada todavía. El verdadero dolor de cabeza para Ben Bernanke y su sucesor o sucesora (será reemplazado a fin de año) no será cuándo desacelerar esta política, sino cuando revertirla. Porque hay tal cantidad de dinero artificial acumulado en la banca, que en algún momento (cuando la Reserva Federal decida que las cosas van mejor) habrá que empezar a retirarlo para evitar una inflación como en los años 70. ¿Se atreverán? Si el solo anuncio de que querían empezar a reducir el ritmo de creación de dinero ha provocado esta psicosis, no quiero imaginar la que se apoderará de los espíritus quebradizos cuando empiecen, si alguna vez ocurre, a desandar de verdad el camino andado.

En ese momento, claro, será más cierta que nunca la frase que tanto le gusta repetir a Warren Buffett: "Sólo cuando baja la marea descubrimos quién estaba nadando desnudo". Pero esa es otra historia.

@avllo

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