Mientras en países democráticos como Turquía y Brasil lo político es construido a partir de lo social, en países no democráticos, o deficientemente democráticos como Venezuela, lo social debe ser construido a partir de lo político.
Poco
después de haber dado a conocer en POLIS un artículo en el que intentaba
analizar los estallidos sociales ocurridos en Turquía y Brasil, recibí un
e-mail de una gentil lectora preguntando mi opinión acerca de por qué en
Caracas no ha ocurrido algo parecido. ¿No será que a los venezolanos nos faltan
ganas? agregaba, incitándome a una rápida respuesta.
Tentado
estuve de responder que por lo general mantengo una línea; y es la de nunca
referirme a hechos cuando no han ocurrido, limitándome a enfocar lo que aparece
sobre la superficie pues ese es el lugar de la política —lo que la diferencia
de la filosofía y el arte, cuyos lugares suelen ser insondables—. No obstante,
la pregunta de mi lectora no deja de ser interesante. Y además, muy lógica. Es
por eso que en contra de mis convenciones, hice una excepción y decidí
responder.
¿Por
qué en Venezuela, después de catorce años de corrupción, nepotismo, despotismo,
militarismo, abusos, y pare usted de contar, no surge una manifestación social
parecida a las que tiene lugar en las grandes ciudades turcas y brasileñas?
Un
teórico chavista —suponiendo que en el chavismo exista algún teórico— podría
responder aduciendo que esa es precisamente una prueba de que en la población
hay conformidad con la gestión de gobierno. Alguno más fanático agregará que el
gobierno es del pueblo y el pueblo no protesta en contra del pueblo.
Afirmaciones que se contrarrestan con el hecho de que Venezuela es el país
donde, de acuerdo a estadísticas, las luchas reivindicativas son las más
numerosas del continente.
No
hay día en que no amanezcan carreteras trancadas, guarimbas cada noche, tomas
de recintos de trabajo, ocupaciones de terrenos, cacerolazos al por mayor,
huelgas, incluyendo las de hambre, agregándose algunos detalles tortuosos como
esos estudiantes que se cosen los labios en inútiles actos de narcisista
heroísmo.
Caminando
a lo largo de una sola calle tú puedes encontrar varias manifestaciones
populares. También es posible observar —y por ahí va el problema— que ninguna
de ellas toma noticias de la otra. Todas se ignoran entre sí. Parlando el
dialecto de los sociólogos podría decirse que en Venezuela no existe
articulación social ni intercomunicación discursiva. Eso no quiere decir por
supuesto que alguna vez no pueda emerger una protesta descomunal, como las que
inunda las calles de Turquía y Brasil. Pero el hecho concreto es que todavía
eso no sucede.
Hay
una razón obvia: La desintegración social que experimenta Venezuela es un
fenómeno inducido. Para nadie es un misterio que la nación vive hace años bajo
el imperio de un régimen radicalmente estatista. Y ahí donde crece el estado no
nace la sociedad. En ese sentido podría afirmarse que bajo el chavismo —el
mismo Chávez jamás lo ocultó— ha tenido lugar un proceso de toma del poder,
pero no por una clase social externa al estado, sino por un partido
identificado cien por ciento con el estado. O en otras palabras: se trata de un
proceso de doble toma de poder. Por una parte, la toma del estado por el
gobierno. Por otra, la toma de la sociedad por el estado.
El
ideal —todavía incumplido— del chavismo ha sido integrista: identificar lo
social, lo político y lo estatal en una sola unidad articulada por la presencia
de un líder carismático.
Ahora
bien, para alcanzar ese ideal, las organizaciones populares, incluyendo
sindicatos estratégicos como los del petróleo, fueron estatizados. Fue así
naciendo un orden corporativo muy similar al modelo mussoliniano. Los grotescos
“batallones obreros” propuestos por Maduro serían, desde esa perspectiva, la
culminación de ese ideal integrista: la militarización de una clase social ya
estatizada. Afortunadamente a Maduro —a diferencias de Mussolini— nadie lo toma
muy en serio
Las
organizaciones de representación popular nacidas bajo el chavismo fueron
construidas desde arriba hacia abajo. Tanto Misiones como Concejos son
prolongaciones del estado al interior del universo popular. De modo paralelo el
chavismo tomó posesión de gran parte del aparato productivo, principalmente del
segmento más vinculado al consumo popular. Todo esto exigía, por supuesto, la
existencia de una eficiente burocracia. Dicha burocracia, por cierto, existe;
es gigantesca, pero a la vez, es absolutamente ineficiente, más aún, es
corrupta y parasitaria.
No
obstante, las demandas populares no tienen otro interlocutor que no sea el
estado, pero —este es el punto— de un estado que ha sido secuestrado por el
gobierno. De este modo, cuando los trabajadores van a huelgas, no tienen a
nadie a quien reclamar sino al propio gobierno-estado. Tampoco pueden esperar
solidaridad de otros sectores sociales pues estos se encuentran de igual modo conectados
verticalmente al estado. Chávez y el chavismo han logrado así quebrar la
columna vertebral de la sociedad venezolana, hasta el punto de que una
comunicación de tipo horizontal entre diversas organizaciones sociales —como la
que se ha dado recientemente en Brasil y en Turquía— resultaría, si no
imposible, muy difícil.
O
para expresarnos en términos comparativos. Mientras en Brasil y Turquía tuvo
lugar un proceso de evolución económica, siendo respetadas las instituciones
públicas y la autonomía ciudadana, en Venezuela, bajo la égida de uno de los
estados más corruptos de los cuales se tiene noticia, tuvo lugar un proceso de
“destrucción de la producción”, siendo las instituciones públicas convertidas
en meros apéndices de un partido de gobierno nacido al interior del estado.
De
la estatización de lo social solo escapan algunas universidades (ya
minoritarias frente a la creación de esos antros ideológicos que son las
universidades chavistas), las iglesias, uno que otro medio comunicacional,
diversas redes sociales y, sobre todo, los tan denigrados partidos políticos de
la oposición democrática.
Para
concluir: Si hubiera tenido que responder de modo más escueto a mi estimada
lectora la pregunta de por qué en Venezuela no asoma (todavía) un movimiento
social como el turco o el brasileño, habría postulado la siguiente tesis:
Mientras en países democráticos como Turquía y Brasil lo político es construido
a partir de lo social, en países no democráticos, o deficientemente
democráticos como Venezuela, lo social debe ser construido a partir de lo
político.
Al
nivel de lo político y no de lo social pertenecen también las elecciones
periódicas. Pero ¿no están controladas las elecciones, y de modo fraudulento,
por el propio partido-gobierno-estado?
Este
es ya otro tema. En cierto modo es el tema del tema. Lo abordaré en mi próximo
artículo.
@fmires
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