El Estado es una garrapata
Hinchada de sangre y de petróleo
Por el petróleo corren los dólares
Por la sangre las sobredosis
De los niños de la patria
1
Somos asaltados por el hampa, somos asaltados
por la brutalidad policial, somos asaltados por la ausencia de atención en los
hospitales, somos asaltados por la indiferencia, la indolencia, la desidia, la
negligencia criminal.
Y SOMOS ASALTADOS POR LAS PREGUNTAS:
¿Cuál es el punto más alto al que todos
podríamos mirar para sentir que existimos juntos y que juntos podríamos cambiar
las cosas?
¿Por qué entonces insistimos en mirarnos las
puntas de los dedos de los pies?
El problema no es cómo salir de una
dictadura, el problema es cómo instaurar una democracia.
Si hubiéramos sido demócratas el 14 de abril
el líder habría escuchado y seguido la voluntad del electorado y todos
habríamos salido a la calle. Pero no, fue el electorado el que acató la
decisión del líder y adoptó el silencio de los que otorgan, el silencio de los
cómplices.
Nos acosan las preguntas: ¿Por qué tanto
miedo a la libertad? ¿Por qué tanta sumisión a los dictámenes de los que se
dicen dirigentes y la gente llama líderes? En alemán, líder se dice Führer.
¿Por qué ese desprecio , esa subvaloración
del ciudadano?
Primero decían que no se nos podía contar que
esto era una dictadura. Luego, que no se nos podía hablar de fraude. Siempre se
nos trata como a párvulos a los que no se puede decir las verdades completas,
siempre hay que llevarlos de la mano y con los ojos cerrados. Siempre hay que
hablarles de cigüeñas y de pajaritos.
Ahora, cuando todo o casi todo depende de
mostrar la fuerza que tenemos, nos dicen que no podemos salir a la calle –
nuestra calle- porque nos van a matar, porque vamos a desatar una guerra civil,
porque nos van a usar como carne de cañón.
Nos creen idiotas, nos creen asesinos o nos
creen masoquistas. Si salimos a la calle, lo haremos de modo de evitar esas
amenazas. Guerra Civil no habrá porque nadie, en ningún bando, está dispuesto a
dar la vida por sus dirigentes. Matarnos entre nosotros no ocurrirá porque la
población no quiere esa sangre que algunos interesados dicen que debe correr
para que las cosas cambien. Y que nos usen como pretexto depende de que dejemos
que lo hagan, y es aquí donde los llamados dirigentes, con su fuerza mediática,
podrían ayudarnos.
Pero no les interesa, porque si salimos a la
calle sin ellos y no dejamos que ellos nos roben las banderas nos daremos
cuenta de que no los necesitamos.
2
Esta es una dictadura militar, pero es
también la dictadura de la guachafita, y tal vez no haya lugar para aguafiestas
como nosotros. Cuando el Titanic se hunda no se acordarán de otra cosa que de
pelearse por los botes salvavidas y entonces serán ellos los que griten: ‘
siempre lo habíamos dicho’ como ahora dicen del fraude. Son ladrones de
banderas.
No quiero responder como los sociólogos, que hablan de pasadas
esclavitudes como traumas indelebles. Quiero hablar como ser humano, que sabe y
siente que todo lo humano es libre y todo lo libre es humano.
Y la pregunta vuelve y nos acosa: ¿Por qué
somos tan inhumanos?
No quiero responder como quienes piensan que
un clavo saca otro clavo y que un golpe se desmonta con otro golpe.
Ningún cambio se produce con solo desear el
poder, hay que desear el bien común primero para alcanzar el poder de hacerlo
después.
El sistema, que se sostenía gracias a su
habilidad para guardar las apariencias, ya no puede guardarlas. El rey , ya lo
saben todos, a desnudo. Pero ¿Qué hacer ahora?
El susto que acosa a los llamados dirigentes
es que ya no les queda más remedio que actuar. El susto que acosa a los
venezolanos es que ahora está claro que los llamados dirigentes no saben, no
pueden, no quieren actuar contra un statu quo del que depende su propia
subsistencia. Después de nosotros, el diluvio, habían dicho siempre en privado.
Pero el diluvio llegó, y en el arca que tienen preparada solo caben ellos, y
muy apretados.
Ellos dicen que esto es antipolítica, pero
que la ciudadanía sea la que tome las decisiones y ellos, los llamados
servidores públicos, los que las ejecuten no es antipolítica. Lo que ocurre es que los políticos no quieren servir a nadie más
que a ellos mismos. No es que la ciudadanía sea antipolítica, es que los
políticos son anti-ciudadanía.
Ahora
entendemos sin más anestesia que la desobediencia civil empieza por el
desacato a esos llamados dirigentes.
Y ahora sabemos que no se trata de cambiar de
amos, sino de dejar de ser esclavos.
El problema teórico se convierte entonces en
un problema práctico. ¿Quién convoca? ¿ Cómo nos reunimos? ¿Dónde? ¿Cuándo?
¿Qué clase de manifestaciones y protestas pacíficas vamos a organizar? Foros,
encuentros, asambleas ciudadanas que la constitución consagra
¿CÓMO CONVOCAR PARA QUE LA CONVOCATORIA NO SEA TERGIVERSADA?
Y aquí nos enfrentamos a otro asalto: nos
asaltan los medios de comunicación controlados y dirigidos contra nosotros por
el régimen y sus aliados de izquierda y derecha.
En este siglo en que los medios de
comunicación son armas de desinformación masiva toda voz disidente es acallada
o ignorada.
¿CÓMO DIFUNDIR NUESTRO MENSAJE? ¿CÓMO RECIBIR EL MENSAJE DE LA
GENTE?
Este es un tema para una consideración más
extensa que la que podemos desarrollar en este foro *, pero es un tema central
que debemos analizar con un enfoque totalmente distinto al habitual. Masificación es sacrificio de la calidad en
beneficio de la cantidad, sacrificio de lo individual en nombre de lo
colectivo, sacrificio de lo esencial para privilegiar lo trivial. Los medios
masivos no son los medios que necesitamos para crear la conciencia que
buscamos.
No los únicos, es todo caso.
Ahora, más que nunca tenemos que entender que
nuestro problema es local pero que no se resuelve en términos locales. Lo que
está en juego es un replanteamiento del modo de ser de las sociedades. No basta
salir de la dictadura y ‘volver’ ,como algunos dicen, a la democracia. La película no se puede
retroceder, pero incluso si se pudiera, no sería deseable. Esa democracia que
teníamos es un modelo vencido, periclitado diría uno de sus fundadores. Por eso
produjo la dictadura en la que
estamos. Ningún proyecto que se llame
progresista puede proponer un regreso al pasado. El regreso al pasado lo
estamos viviendo. Más pasado y más atraso que esto solo lo conseguiríamos
volviendo a la edad de piedra. No se trata, pues, de regresar a la democracia,
se trata de instaurar una democracia nueva.
Y lo primero que hay que hacer es repensar,
replantear, reinventar el papel y la función del liderismo y de los partidos
basados en ese liderismo que siempre, indefectiblemente, lleva al caudillismo y
a la lucha por el poder que olvida cuál es el propósito de ese poder.
Ahora más que nunca tenemos que entender que
o basta adversar, hay que proponer un modelo diferente. Esa es la parte del trabajo que no puede
realizarse en la calle. Esa es la parte del trabajo que debería realizar una
asamblea constituyente de la disidencia.
No una constituyente como recurso legal
,únicamente pensado para recuperar el equilibrio perdido y restaurar una
legalidad anterior.
Sino como instrumento para el pensamiento y
la restructuración de un nuevo orden de cosas, de un nuevo contrato social.
Mi propuesta no es la rebelión de las masas.
Esas masas trajeron este masacote.
Mi propuesta podría llamarse, mejor, la
rebelión de las plazas.
Pienso en la plaza Tahrir de El Cairo, donde
nació la Primavera Árabe.
Mi convocatoria no quiere dar pie a nuevas
violencias que justifiquen nuevas represiones. Quiero invitar a los que llaman
‘ de a pie’ a poner un pie en la calle.
Hay que marchar, sí , cuando sea preciso.
Pero más fácil que marchar y más eficiente que cacerolear es salir a la calle y plantarse en la puerta de las casas. O llegarse a pie – ya que nos llaman de a pie- hasta la plaza más cercana y reunirnos con los vecinos, también de a pie. Sin tarimas, sin líderes. NO para decidir quién será el próximo en mandar sino para decidir qué le vamos a mandar a hacer a ese próximo.
Es hora de que entendamos que ‘mandatario’ no
es el que manda, sino el que cumple un mandato.
Es hora de entender también que el caudillismo, que es siempre un
mesianismo, no es una ideología sino
una enfermedad social, que se manifiesta
– entre otros síntomas- , por la
exageración y lo excesivo, por el delirio de los propósitos descomunales ,
grandiosos, heroicos, es decir,
inhumanos.
En otros tiempos se proclamó libertad,
igualdad, fraternidad.
Ahora necesitamos más que otras cosas: Decencia,
respeto y compasión.
La democracia se parece más a un trabajo de
paciente carpintería que una fulgurante explosión de fanatismo.
Mi propuesta es dar un paso a la vez. Y darlo
cada vez mejor que el anterior.
Un
paso en el pensar, porque hay que definir qué es lo que queremos
Y un paso en el hacer, porque hay que salir a
la calle a exigirlo.
La garrapata succiona los cerebros
La garrapata se adentra en las entrañas
Te come los sueños, te roba los deseos
Es muy difícil escapar de su maraña
Pablo Brito Altamira
@Xlaconciencia
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