El oficialismo vive su momento más difícil,
su crisis más aguda. Después de 14 años de gobierno, a leguas se observa que se
le acerca la hora, que no encuentra cómo sostenerlo. Mientras intenta atajar una
investigación sobre el resultado electoral del pasado 14 de abril, sus
partidarios desconcertados, los que soñaron con la revolución, solicitan ahora
conversar espontáneamente con sus vecinos, con sus compañeros de gremio, con
sus alejados amigos y sus viejos y antiguos compañeros de lucha. Hablan de las
cosas malas, de las desviaciones, y también de los momentos gratos que
vivieron.
Venezuela no puede seguir siendo gobernada
por Cuba, sentencian. Se les nota que les ha quedado la costumbre de mirar para
los lados, tal vez buscando dónde están los cubanos, pero sienten un amor
inmenso por nuestro país. Provoca abrazarlos, pero piensan que la oposición
debe mejorar más, sobre todo sus partidos políticos. Por ahora, saludan y
conversan y dan la sensación de que les gustaría una nueva alianza, un acuerdo
nacional, pero un acuerdo por abajo que obligará a una decisión por arriba.
El oficialismo había sabido sortear las
crisis políticas, pero ahora no encuentra cómo sostener su propio gobierno,
cómo hacer sentir que hay gobierno, no tanto frente a la oposición, sino frente
a sus propios partidarios. Los desconcertados no se sienten enchufados, sienten
como un despecho, un dolor en el corazón.
“Mire, compatriota”, dicen. Y es verdad: somos compatriotas, somos hermanos de una misma madre, de una misma patria, de un mismo país. Podemos decirles desde nuestros más humildes hogares que no se sientan solos y que Dios nos perdone nuestros pecados, tanto a ellos como a nosotros.
Los gobiernos pasan, pero la patria queda. El
entendimiento no es un acuerdo, no es un decreto, es una disposición del
espíritu, es una necesidad para la paz espiritual y para la paz de la patria.
Los gobiernos cuando se convierten en instrumentos del hombre para imponer sus
ideologías y no para conciliar y buscar la convivencia entre los ciudadanos, se
convierten en una carga que cada día pesa más, hasta que se hace insoportable.
Es allí donde viene el entendimiento, donde entendemos que las cargas es
imposible soportarlas tanto de un lado como de otro. No hay burro que las
aguante, ni jamuga que las resista.
La buena noticia es que el diálogo ha
comenzado y se acerca el entendimiento. Abramos las puertas de nuestras casas,
estrechémosles la mano, démonos la oportunidad de ser humildes, aprovechemos
para limpiar nuestra arrogancia, démosle la oportunidad a Dios de sonreír, de
sentir la felicidad por sus hijos y de cumplir nosotros con Él cuando nos
ordena: “Amen a sus semejantes como Yo los amo a ustedes”.
El gobierno habrá de tomar una decisión sobre
las elecciones del 14 de abril. Ojalá y sea la más sana, la que más lo
beneficie ética, moral y políticamente hablando. El país está atento midiéndole
los pasos. Entretanto, mientras esperamos cómo se desenvolverán los
acontecimientos en las próximas horas, mantengamos la fe de que nuestro país
volverá a ser de todos y que todos volveremos a tener la oportunidad de tener
la libertad que nos ofrece la democracia. Se acerca el día del abrazo nacional,
del entendimiento y de la alegría.
leninvalero2@gmail.com
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my blog - dejar de morderse las uñas