Dos noticias que por su contenido de similar
naturaleza, no obstante referirse a dos eventos diferentes, no pueden ser
pasadas por alto en el acontecer político latinoamericano, son las que se
produjeron hace apenas unos días en Bolivia y Ecuador, ambos países junto con
Venezuela, integrantes del denominado “eje bolivariano”.
La primera
ocurrió en Bolivia donde la
Cámara del Senado, aprobó a comienzos de Mayo, la Ley de Aplicación Normativa que permite a Evo
Morales concurrir a los comicios de diciembre de 2014, para buscar un mandato,
el cuarto, que le permita gobernar Bolivia hasta el año 2020, con lo cual se convertiría,
de ganar esa tercera relección, en el presidente que más tiempo ha gobernado el
país andino y en uno de los mandatarios de Suramérica con mayor permanencia continua en el poder.
Solamente superado por Chávez, de no
haber fallecido, quien ya había sido electo para un tercer periodo dentro de la
Constitución del año 99, pero que en realidad era el cuarto, si se toma en
cuenta que fue electo por vez primera en el año 98, dentro del marco de la
carta magna del año 1961.
La otra noticia aún caliente, es la toma de
posesión el pasado viernes 24, del presidente de Ecuador, Rafael Correa, de un
nuevo mandato, el tercero, para el periodo 2013-2017, luego de haber sido
reelecto por segunda vez, en los comicios del 17 de febrero.
El denominador común de ambos sucesos de
evidente trascendencia política, es el “Absolutismo Presidencialista” que
esconden, corriente que se ha venido imponiendo primero como un estilo
personal, bajo la figura de Hugo Chávez, para luego convertirse en una especie
de manual, que si se cuenta con los
elementos básicos, puede asegurar buenos resultados para quien lo aplica.
Decíamos en un artículo anterior que era una receta para alcanzar el poder;
pero la verdad completa es que también lo es para mantenerse en él. La historia
político-constitucional de Bolivia y del Ecuador de los últimos seis años, es
más que ilustrativa al respecto. Con apenas diferencias circunstanciales, se
puede decir que son casi idénticas y una copia al carbón, las dos, de la
fórmula que inventó y puso en práctica Chávez, durante el año 1999, en la República
Bolivariana de Venezuela. Cuando Morales y Correa, que a la postre resultaron
buenos discípulos, la aplicaron, ya el líder venezolano la había venido experimentado con todo éxito durante siete
años, por lo que sus consejos y directrices para adaptarla a las
particularidades del Ecuador o de la altiplanicie boliviana fueron casi mágicas
y de resultados franquíciables.
Aunque en la etapa prelectoral se necesitan
ayudas y asesorías de todo tipo, la promesa de una “asamblea constituyente” o
de la “refundación del Estado”, como parte de la campaña electoral, resulta un
requisito insustituible para alcanzar la presidencia la primera vez por la vía
del sufragio. Luego, lo que sigue, es la aplicación del resto del manual al
dedillo. Primero, una reforma constitucional, por medio de una Constituyente,
para alargar el periodo presidencial o bien para permitir la reelección
inmediata; estando en la cresta de la
ola, es casi imposible no ganar la nueva elección dentro de la égida de la
nueva Constitución con absoluta mayoría para reafirmarse en la presidencia y
dominar todos los poderes del Estado, para después repartir una buen dosis de
populismo mezclado con autoritarismo, ambos favoritos de nuestros pueblos
latinoamericanos, pues es casi genético. Seguidamente, consolidados en la
Presidencia, ya con por lo menos dos periodos, habrá que ver si las encuestas
permiten una tercera o cuarta presidencia, para lo cual las limitaciones o barreras de la propia
Constitución redactada por el Poder Constituyente, no son obstáculos
jurídicamente insalvables; para eso están las instituciones como el Poder
Judicial o el Legislativo únicos capaces de interpretar el verdadero espíritu
de la ley y, sobretodo, la voluntad del Constituyente. Que fue precisamente lo
que hicieron por ejemplo, en Venezuela en el 2009 y en Bolivia hace un par de semanas, para permitir
una segunda reelección a Hugo Chávez y a Evo Morales. En ambos casos, bajo
la retorcida cara de la diosa Justicia.
Pero este “absolutismo o continuismo
presidencialista”, ha dejado igualmente algunas tentaciones en el aire, como
por ejemplo, la del presidente Uribe quien después de agotar los dos periodos
constitucionales que le daba la reforma constitucional del 2004, coqueteó con
la idea de un tercer periodo que no estaba previsto en aquella, o la de la señora Fernández de Kirchner, que
aunque tiene la popularidad baja y ha asomado que no irá a una nueva
reelección, prohibida por lo demás, por la constitución argentina, ya ha dejado
entrever que sigue desojando la margarita, a través del gobernador de la
provincia de Chaco, quien lanzó al aire la pregunta “¿Por qué no consultar al
pueblo argentino para que pueda elegir la oportunidad de que Cristina pueda
protagonizar otro mandato?” Y ¿por qué no?,
si al final, el pueblo lo puede todo.
Xlmlf1@gmail.com
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