De entrada parece pertinente comentar la elección que acaba de finalizar (¿).
Coloco el signo de interrogación
porque este proceso aún no ha finalizado. Se encuentra pendiente los
resultados de las auditorias que llevará a cabo el Consejo Nacional Electoral.
Debo confesar que no me hago ilusiones. Ojala esté equivocado.
La primera observación es obvia. El mapa
electoral del país cambio sustancialmente.
Veamos unos rasgos sobresalientes. Capriles Radonski arrancó al oponente
unos 700.000 votos; obtuvo triunfos en ocho estados; en casi la totalidad de
las capitales incluyendo Caracas y, lo que resulta más significativo, derrotó
la narrativa oficialista que giraba sobre la idea que la oposición se asienta
sobre los sectores medios y carecía de la sensibilidad para interpelar la
mayoría popular del país. Este avance significativo en el plano electoral ha
puesto en evidencia una realidad política: no existe chavismo sin Chávez. Pareciera que el legado
del presidente no es transferible a su “hijo”. Ese capital político tiende a
reducirse con el pasar del tiempo y el cobro de las facturas heredadas del
llamado socialismo del siglo XXI. Desde luego, este movimiento político seguirá
siendo una fuerza política legitima y de raigambre entre la población. Sin
embargo, luce un tanto agotada y con
dificultades inmensas para enfrentar la crisis institucional en la que se
encuentra sumido el país.
Una reflexión. Me parece oportuno un reajuste
en la apuesta discursiva de la oposición democrática para poder mantener y
profundizar el espíritu de lucha en la población. Este objetivo se puede
alcanzar vinculando el tema electoral con la problemática económica y social
del país. Conexión esta que puede obtenerse a través de un relato que articule
connotativamente los temas neurálgicos de la agenda del país. Me voy a permitir
una digresión teórica sobre este tema. Veamos. Todo relato político se
construye sobre una lógica. En el caso que nos ocupa, el relato democrático
debería expresar la denominada lógica de la equivalencia. ¿En qué consiste esta
lógica? ¿Cuál es su utilidad política? Su pertinencia reside en que a través de
ella sería posible articular en una cadena connotativa los distintos eslabones
simbólicos que expresan la crisis que experimentamos.
Démosle una vuelta a la tuerca y hagamos un
breve ejercicio demostrativo. Por ejemplo, si las demandas por la pulcritud
electoral entran en cadena de equivalencia con la de los sindicatos, los universitarios, los maestros, los
federalistas, etc., todas estas peticiones adquirirían una perspectiva más
global. Es decir, interpelarían a la totalidad de la población y permitiría
traspasar las barreras que hasta ahora han dividido discursivamente a los
venezolanos. Debemos añadir a este logro, la circunstancia que estas demandas
en cadena de equivalencia expresarían “algo” que sería común en todas estas
confrontaciones (las electorales, salariales, políticas, etc.); este común
denominador sería el rechazo al madurismo y el anhelo por un cambio
democrático. A manera de ilustración, una consigna como un nuevo gobierno ya
podría condensar la totalidad de las demandas señaladas. Desde luego, para
producir este efecto discursivo se requeriría la intervención activa de los
actores políticos democráticos y un liderazgo eficaz de parte de la dirección política de la oposición.
¿Es factible una propuesta de esta
naturaleza? Mi respuesta es afirmativa. Se encuentra ajustada dentro del
contexto que define la coyuntura política.
Primero, el madurismo inicia su
gestión con un alto nivel de incertidumbre sobre su legitimidad de origen y de
ejercicio y, segundo, en el marco de su gestión estallará la crisis que se ha
venido gestando a los largo de esta última década. Al madurismo le resultará
difícil tomar las medidas apropiadas para enfrentarla, so pena, de cuestionar
la esencia socialista de su gobierno.
Es indispensable, entonces, mantener el entusiasmo y optimismo de la
población, Para ello se requiere, insisto,
ampliar el horizonte discursivo de la oposición. Apuntemos que “cacerola
llena no suena”. Las de los venezolanos, como resultado de las políticas del
gobierno, se encuentran vacías. El ruido de las cacerolas debe continuar.
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