Reflexión inicial: Asumimos que el debate
relativo al “modelo rentista petrolero”, a la necesidad de “sembrar el
petróleo”, a los problemas vinculados a la diversificación productiva, a la
generación de divisas y al financiamiento externo, entre otros, está
suficientemente agotado en su diagnóstico e igualmente ausente de un cuerpo
teórico en el campo de la “socioeconomía” de donde emanen recomendaciones de
políticas y propuestas de acción con su correspondiente cronograma para su
ejecución.
Tal reflexión nos permite destacar la
necesidad de procurar un diálogo nacional en aras de canalizar una concertación
estratégica que culmine en una política de crecimiento económico con equidad
social abstraída de cualquier sesgo ideológico que apunte hacia un Estado
regulador de la sociedad (capitalismo de Estado) negador a ultranza del mercado
(en lugar de su automatismo) y del sector privado, perfilando un totalitarismo
impregnado de regulaciones, de populismo caritativo (“mano extendida”) y
altamente ineficiente. Se hace obligante la
instrumentación de un modelo de desarrollo que reestructurando el papel
del sector público, armonice en interacción con el sector privado, un aumento
persistente de la oferta de bienes y servicios apoyándose en el dinamismo del
capital humano observado como la elevación de las capacidades del ciudadano
(mejoramiento de su condición de vida y productividad); todo ello en el marco
de un Estado institucional y democrático que con responsabilidad y visión de
trascendencia asuma la validez de la expresión: “no existe mejor política
social que una buena política económica”.
La vulnerabilidad macroeconómica hace
referencia a la capacidad que tiene un país (a corto y mediano plazo) para
hacer frente a hechos económicos inesperados (básicamente externos), que pueden
afectar el desempeño del crecimiento y potencial desarrollo económico y
consecuencialmente el bienestar de la población. Es de esperar que esa visión
de país ha de estar estructuralmente vinculada a la coherencia de un modelo
determinado donde se privilegie la seguridad (personal y jurídica) como
elemento vital para estimular reinversiones y nuevas inversiones de origen
privado (nacional y extranjero), que dadas las expectativas favorables hagan
viable la conformación de variadas actividades productivas; teniendo plena
conciencia que en la Venezuela actual no estamos preparados para protegernos de
los efectos externos, ante la ausencia de políticas públicas relacionadas con
nuestra “socioeconomía”.
Es de resaltar, en sintonía con la Comisión
Económica Para América Latina (CEPAL), que los más relevantes aspectos de
vulnerabilidad macroeconómica se vinculan con la influencia de las reservas
monetarias, en el total de producción y su diversificación, en la deuda interna
y externa, en el saldo de la cuenta corriente de la balanza de pagos, entre
otros; escenario que holísticamente repercute muy especialmente en el
comportamiento inflacionario habida cuenta de la ejecución de políticas
expansivas de la masa monetaria y del aumento en aquellas importaciones
(“economía de puertos”) con marcado efecto multiplicador en los circuitos
internos de la economía; con el consecuente impacto sobre la generación de
desequilibrios en la renta disponible (elevación del índice de precios) , en los
niveles de empleo y pobreza del país.
Economista. 26/04/2013
observatorio2012@gmail.com
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