Esa es la tragedia de Nicolás Maduro. La
tendrá que enfrentar mientras ejerza la presidencia de la República, si es que
en definitiva triunfa en las elecciones. Lo delicado de su situación es que la
legitimidad democrática no se logra por una decisión institucional, sino que es
un sentimiento que surge en los ciudadanos.
Lo puede designar presidente electo el CNE, se puede juramentar ante la
Asamblea Nacional y el Tribunal Supremo de Justicia puede rechazar la impugnación
que hará Henrique Capriles. De todas maneras, si la mayoría de los venezolanos
consideran, como ocurre actualmente, que las elecciones no fueron
transparentes, siempre será un presidente espurio. Esa percepción popular no se
creó gratuitamente. Surgió a través del tiempo. Veamos.
La maniobra concebida por los hermanos Castro
comenzó estando aún vivo Hugo Chávez. El sabía que su gravedad no le permitiría
ejercer la presidencia de la República. De allí, el adelanto de las primeras
elecciones para el 7 de Octubre. Después del triunfo, antes de ir a operarse,
la designación de Nicolás Maduro como su heredero político. La tragedia de su
enfermedad a espaldas del pueblo venezolano. Su muerte. La triquiñuela jurídica
para permitir que Nicolás Maduro fuera designado presidente encargado de la República
con el fin de que pudiera presidir las exequias de Hugo Chávez.
Después, el inaceptable aprovechamiento de dichos actos para fortalecer su
popularidad. En verdad, la maniobra parecía haber alcanzado su objetivo. Las
encuestas así lo mostraban.
Nicolás Maduro se encargó de la presidencia
de la República. Empezó a gobernar… Sorprendentemente, casi de inmediato,
debido a las medidas económicas que tomó y a su falta de carisma, empezó a
disminuir su popularidad. Se convocó a unas nuevas elecciones presidenciales.
Curiosamente se decidió utilizar el patrón electoral del 7 de Octubre y no el
de las elecciones para gobernador, impidiéndole votar a un número importante de
jóvenes que posiblemente lo hubieran hecho por la oposición. Al aceptar
Capriles la candidatura de la Mesa de la Unidad se inició un fortalecimiento
realmente impresionante de su popularidad. Al mismo tiempo, las encuestas
empezaron a señalar el desplome de Maduro. Ese era el panorama al iniciarse la
corta campaña electoral.
En ese momento, comenzaron los abusos: las
cadenas presidenciales, la utilización de los medios públicos para promocionar
la candidatura de Maduro, la abusiva utilización de los empleados públicos en la campaña y pare usted de contar. La situación electoral, el día de las
elecciones, señalaba que la competencia sería muy cerrada. El comando de
campaña de Capriles había logrado la presencia
de testigos en todas las mesas. A media mañana, motorizados armados
empezaron a recorrer los centros electorales de las zonas populares, en
complicidad con algunos miembros del
plan República, para intimidar a los votantes y lograr que se retiraran algunos
testigos de la oposición. Al lograrlo empezaron las irregularidades. Las
cámaras de los celulares permitieron las
pruebas…
El descarado ventajismo del oficialismo no
impidió que el resultado fuese sorprendentemente cerrado. La diferencia a favor de Maduro sólo alcanzó
a 170.000 votos, al contar los sufragios del exterior. Los comandos de campaña,
ante una situación tan compleja, tomaron inicialmente una decisión
acertada. Recontar el 100 % de los votos
a objeto de comparar las actas, las papeletas y los cuadernos de votación antes
de informar los resultados. Sorprendentemente, la presidente del Consejo
Nacional Electoral dio los resultados, en los cuales ganaba Maduro por 230.000
votos. Capriles no reconoció el resultado y solicitó el recuento de los votos
para hacerlo. Maduro, en su discurso aceptó recontar el 100 % de los votos. El
rector Díaz también lo solicitó…
Al día
siguiente todo cambió. Nicolás Maduro mantuvo que había ganado las elecciones y
la presidente del CNE rechazó la posibilidad de recontar los votos. A partir de
ese momento, el oficialismo se ha ido radicalizando ante las protestas de la
oposición. Las amenazas han cerrado toda posibilidad de diálogo. Nicolás Maduro
parece no entender lo delicado de la situación. Su gobierno, si es que en
definitiva ganó, va a ser sumamente difícil: la crisis política y el
descontento social pueden comprometer su estabilidad. Enfrentar una situación
tan compleja exige de una indiscutible legitimidad. La única manera de lograrla
es mediante el reconocimiento, por la oposición, del resultado electoral.
Aceptar la auditoría que exige Capriles es lo inteligente. Lo demás es un
suicidio político…
fochoaantich@gmail.com
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