Henrique
Capriles con lo que ha sostenido durante sus campañas, difícilmente
sería aceptado como miembro de una agrupación ideológicamente de derecha.
Y posiblemente Capriles hubiese ganado las
elecciones pasadas, de haber existido una candidatura de derecha que ayudase a
definirlo más como lo que es, un candidato de una centro-izquierda, de una
social-democracia europea, de hasta casi un Lula. Esa derecha le hubiese
restado menos votos a Capriles, de los que le hubiese permitido capturar del
chavismo light.
Y por lo que cuando oigo a alguien más identificado
públicamente con una derecha salir y referirse a Capriles con un "Ese es
mi gallo", lo lamento por Capriles y por esa Venezuela que tan
urgentemente necesita salirse de este gobierno tan macabramente incapaz... aun
a sabiendas que parece medio suicida aceptar la responsabilidad sobre lo que se
le avecina al país, a paso apresurado.
Para alguien social-pragmático como yo, que
considera que nuestra Venezuela tiene que lograr desligar el poder
gubernamental de la chequera con nuestras resultas petroleras, para que los
ciudadanos y la democracia verdadera por lo menos tengan un chance, la prédica
de Capriles no me convence. Pero, como el extremista del centro que también
soy, igual le tengo pánico a los bordes extremos.
Existen unas cien mil almas dizquierdistas
que andan desaforadas predicando odio ciego por doquier. Por más que puedan
asustar a los que hoy están con Capriles, más asustan a muchos de los que
votaron por Chávez, quienes andan bien chorreados, quizás por mayores conocimientos de causa.
Y seguro que existen unos cincuenta mil
frustrados con el gobierno, que vociferan y hasta pueden comportarse como
extremistas, pero llamarlos de derecha sería un exabrupto.
Por lo que el reto en Venezuela es llenar el
espectro que abarca desde la derecha normal hasta la izquierda normal, con
tantas realidades e ilusiones que los extremos no encuentren el oxigeno que les
permita multiplicarse. En otras palabras, buscar que ambas agrupaciones
extremas, en lugar de atraernos, nos empujen hacia lo que cada quien crea ser
su bueno o su menos malo.
Hoy en Venezuela, para los fines prácticos,
no existe la derecha radical; la derecha tradicional conservadora tiene su
público, quizás hasta un millón y representada por varias personas; y en el
mero-centro, perdónenme el ego temporalmente desbocado, me ubico yo y algunos
pocos liberales. Y por lo que es en la izquierda, y por supuesto en el gran
oportunismo nacional, donde se encuentra la mayoría de los votos.
En la centroizquierda o socialdemocracia se
encuentra Henrique Capriles; el izquierdismo populista quedó huérfano tras
Chávez; el izquierdismo ideológico anda realengo y sumamente frustrado; y
Nicolás Maduro representa a ese izquierdismo que busca acomodar o un radical
capitalismo personal, u obedecer a una izquierda internacional, en este caso la
desfigurada y empobrecedora izquierda de Cuba.
De entenderse lo anterior, en elecciones
democráticas y pulcras, el 14 de abril, Henrique Capriles ganaría, o más bien
arrasaría.
Así que amigos venezolanos de derecha, de
centro y de izquierda, cuidémonos de que no se le imponga sentencia de cárcel,
con carceleros desquiciados, a nuestra querida Venezuela.
Eso sí, por supuesto, de asumir Capriles la presidencia, seguiré en la oposición reclamando para la ciudadanía sus resultas petroleras, aun cuando habrá políticos y burócratas que burlándose opinen "¡Jamás nos las quitarán!"
perkurowski@gmail.com
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