“La primera pequeña mentira que se contó en nombre de la verdad, la primera pequeña injusticia que se cometió en nombre de la justicia, la primera minúscula inmoralidad en nombre de la moral, siempre significarán el seguro camino del fin”. Vaclav Havel.
Nicolás Maquiavelo, en “El Príncipe” dejó
escrito: “Los hombres son tan ingenuos, y responden tanto a la necesidad del
momento, que quien engaña siempre encuentra a alguien que se deja engañar.”
Han transcurrido dos siglos de aquellos
principios que consideraba Emmanuel Kant, deberían regir tanto la política,
como el manejo del Estado.
Con la clara visión de que la política fue creada
para otorgar argumentos sustentables al antagonismo violento, con principios
bien definidos -aún en vigencia, aunque dejados de lado por estos lares- tales
como “Sin moral no hay Derecho, sin Derecho no hay Estado”, enunciaba que ni a
los individuos ni al Estado les está permitido mentir, si es que pretenden
regular sus relaciones alguna vez. Pero no se trata de que la mentira deba ser
prohibida por ser un pecado sino porque, en primera línea, desfigura la
realidad, lo que dificulta la comunicación humana, base de toda la política.
Y la declaración política -sostenía el
pensador alemán- debe estar fundamentada si no sobre la verdad, que es un
término cuasi-religioso, por lo menos sobre la veracidad, que es un término
filosófico y político a la vez. Esto nos indica que si para un ciudadano la
mentira es una falta, para un político debe ser un delito, sin embargo, nunca
se ha mentido tanto como ahora. Ni se ha mentido de forma tan constante,
descarada y sistemática. Hace pocos días Ramón Guillermo Aveledo declaraba:
“Resulta evidente que no se dice la verdad (sobre la situación del Presidente)
y que los voceros gubernamentales caen en contradicciones.... Tratan de suplir
sus obvias limitaciones, convirtiendo la salud del Presidente en tema central y
escudándose en su nombre para no asumir responsabilidad por sus actos. Todo con
muy poco respeto por el pueblo, en especial con quienes son seguidores del
liderazgo del actual Presidente”.
También refiriéndose al tema anotaba Manuel
Malaver:”... Hay materias preferidas por los castrochavistas para ejercer su
gran pericia en la manipulación y la confusión, como la económica o la
política: pero es con el cáncer de Chávez donde han exhibido todo el poder de
la mentira como forma de gobierno...”
En tanto que recientemente en el conocido
espacio informativo “Aporrea” podíamos leer, de Nelson Jesús Lanz Fuentes: “No
hay nada más peligroso para los mentirosos de un gobierno que la verdad. No hay
nada más sano para un pueblo que esta sea dicha por los que los gobiernan. Con
y para la verdad vivimos los seres humanos. Con la mentira viven los
interesados en ocultarla para hacerle daño a un colectivo o a una persona para
saciar sus apetitos personales... En mi anterior artículo, yo simplemente
solicité que se nos diga la verdad sobre la enfermedad del presidente Chávez,
eso bastó para que los revolucionarios de “orilla” quieran crucificarme. Yo
jamás pensé que hubiera tantos disociados en las filas chavistas como los hay
en la oposición....”
El hecho está a la vista del país (o mejor
dicho, oculto a buena parte de él). Basta leer la prensa diaria, oír los
noticieros de la radio o de la televisión, sopesar el cotarro político de todo
color y de todo pelaje. No hay que demostrarlo. Pero lo más preocupante no es
el hecho de vivir engañados. Lo peor de todo es que se nos engaña en asuntos
muy graves, pues no es cuestión de darle forma a ese complicado entramado
jurídico que ya resulta hasta extenuante. Ahora realmente estamos ante un serio
problema político: ¿Está o no está el Presidente en capacidad de gobernar el
país?... Esto es cuanto exigen esos aguerridos estudiantes en sus
manifestaciones, y la respuesta es la engorilada peinilla. Una vez más el
régimen miente cuando se afirma que todas las ideas son respetables. Aquí lo
que tenemos es una descontrolada Nomenklatura enferma de poder, que está
dispuesta a hacer lo que sea, por mantenerse atornillada en él, cueste lo que
cueste, que trasgrede, corrompe y miente sin recato. Ya resulta un atentado
contra la ciudadanía el hecho de confundir la verdad con la mentira, al punto
tal de exhibir la mentira como verdad. Pero lamentablemente nos hemos
acostumbrado con facilidad a la mentira, o a hacernos la vista gorda ante la
triste realidad que nos abofetea cotidianamente.
barretom2@yahoo.com
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