El mayor riesgo después de la muerte de
Chávez y del luto que ella genera para muchos es la consagración de un mito tan
nefasto como lo ha sido en el pasado el personalismo que tanto daño le ha hecho
a nuestra nación
Más allá del respeto por los sentimientos
humanos y de la natural solidaridad con aquellos que sufren una pérdida no se
puede caer en una emotividad tal que opaque la realidad de los hechos. Si bien
puede ser cierto que la intención del Presidente Chávez fue la de mejorar las
condiciones de vida de los más desfavorecidos, resulta evidente que el camino
que tomó para logarlo fue el equivocado ya que no sólo los problemas no se
resolvieron sino que lamentablemente se agravaron.
El clientelismo basado en la dádiva pública
no resuelve nada sino por el contrario crea dependencia sin aumentar la
capacidad de la gente para enfrentar dignamente su futuro. Como dice la
sabiduría china no me regales un pescado dame una caña y enséñame a pescar.
Otro aspecto que tiene que ser debidamente ponderado, una vez que pase esta
fase de honda irracionalidad emocional, es la nefasta herencia de un país
polarizado en el cual la necesaria colaboración para superar la crisis se ha
convertido en una tarea cada día más difícil porque la predica ha sido que sólo
existen patriotas y traidores. En verdad lo único que subsiste es un país
virtualmente en quiebra económica y moral y en el que prevalece la anarquía y
la anomia.
El mayor riesgo después de la muerte de
Chávez y del luto que ella genera para muchos es la consagración de un mito tan
nefasto como lo ha sido en el pasado el personalismo que tanto daño le ha hecho
a nuestra nación. Empezando por el culto a Bolívar que llegó a extremos de
expurgar aquellas cartas que denotaban los por demás errores humanos de un
personaje histórico.
Los países serios no viven de un pasado heroico sino de las obras que cotidianamente
hacen sus ciudadanos. Los franceses no le rinden pleitesía a Napoleón, ni los
norteamericanos veneran a Washington, ya los chinos se dejaron del culto a la
memoria de Mao y no se diga de los rusos que de Lenin y Stalin sólo se
mencionan en los libros de historia. Hasta en la propia Cuba se desvanece la
imagen de Fidel.
Pretender convertir a Chávez en un ídolo
cuasi religioso es una regresión a lo más primitivo de nuestra historia. Aquí
no deben subsistir los beneméritos sino simplemente los hombres que con
aciertos y errores forman parte de la historia de un país llamado Venezuela.
Con ello no pretendo desconocer al personaje político, su legado, y mucho menos
dejar de reconocer el pesar que a muchos y en particular a su familia le ha
causado su partida de este mundo. Ojalá que sus sucesores entiendan su último
mensaje de diciembre en el cual no sólo propuso a Maduro como su candidato sino
que también marcó la pauta a seguir dentro del marco de la Constitución. No
hacerlo así sería en cierta forma irrespetar su última voluntad.
emilio.figueredo@gmail.com
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