En
materia de derechos humanos y aplicación de justicia a políticos relacionados
con grupos armados ilegales reina la asimetría y la incoherencia. Un claro
ejemplo lo acaba de dar la Corte Suprema de Justicia al entrar, al parecer, en
una nueva ronda de detenciones y enjuiciamientos de congresistas y funcionarios
del estado acusados de tener nexos orgánicos con grupos paramilitares.
Está muy
bien que se investigue y castigue a quienes han deshonrado a este país y a sus
instituciones. Se entiende, se comprende y hay que apoyar a la Justicia en su
empeño de sancionar a aquellos sobre los que recaen denuncias con evidencias
sólidas. La infiltración paramilitar en varios órganos del estado tuvo
dimensiones escandalosas.
La
opinión ha mirado con simpatía el proceder de la Suprema, sin embargo, la
satisfacción sería mayor y más plena si a la vez, la Corte realizara con el mismo
vigor y rigor las investigaciones que se derivan de las relaciones, evidentes,
orgánicas e ideológicas entre grupos guerrilleros y dirigentes políticos,
algunos de ellos empleados públicos. La información hallada en los computadores
decomisados a los jefes guerrilleros, las delaciones, la labor de inteligencia
de la fuerza pública, como también, suponemos, la que aún no ha sido develada,
configura un apreciable volumen de pruebas e indicios que es preciso investigar
y de ser el caso enjuiciar. Hay suficiente evidencia de nexos de personas y
grupos de izquierda con las guerrillas que se dieron al calor de la idea de que
era legítimo impulsarla combinación de todas las formas de lucha.
La
Justicia no se puede quitar la venda de los ojos. Negarse a abrir los
expedientes de la farc-elenopolítica no contribuye al establecimiento de la
verdad ni a la reconciliación. Por el contrario, sirve a la oscura percepción
de que las guerrillas colombianas actúan motivadas por ideales altruistas, que
sirve de manto para el ocultamiento de crímenes nefandos de guerra y de lesa
humanidad cometidos en nombre del pueblo.
Por
otra parte, la asimetría en materia de vigilancia y denuncias de violaciones a
los Derechos Humanos es fácilmente detectable en el accionar de muchas ONGs y
colectivos de abogados que, por principio, sólo se fijan en las violaciones o
infracciones cometidas por agentes del estado. Aquí la mirada bizca nace como
flor silvestre. Sólo el estado, según su sesgado punto de vista, es el
responsable por la violación de estos derechos. En sus cuentas nunca aparecen
los crímenes de las guerrillas. ¿Por qué? Entre otras razones es de resaltar la
que tiene que ver con una visión acomodada y restringida acerca de quiénes
pueden ser imputables en este campo. En tiempos pasados se consideraba, y esto
se aplicó por muchas décadas, que era el estado, como alta parte contratante de
los convenios de defensa de los Derechos Humanos, el único sujeto imputable de
responsabilidad y sanciones por acción u omisión. Lo dicen representantes
visibles de estas organizaciones para las que las guerrillas no pueden
responder ni por crímenes de guerra contemplados en el derecho internacional
humanitario, dizque porque no son parte contratante o firmante de los convenios
ni son un estado.
Estas
organizaciones y sus dirigentes ocultan a la opinión pública los contenidos
filosóficos que sustentaron la creación de la Corte Penal Internacional en 1998
con el Estatuto de Roma en el que quedó estipulado que no son solamente los
estados sino también los individuos y grupos políticos en armas que dicen
luchar por ideales altruistas los que pueden ser investigados por infracciones
a los Derechos Humanos y al derecho internacional humanitario. Los Cepeda, las
Córdoba, los Valencia, los Colectivos, los grupos intereclesiales, las
Comisiones de juristas y muchos columnistas progresistas y de izquierda solo
tienen ojos para mirar y poner en entredicho, siempre, al estado colombiano,
mientras invisibilizan o minimizan los vejámenes de las guerrillas. Por eso
nunca los hemos visto ni veremos clamar justicia por los desmanes de las
“altruistas” guerrillas.
Lo
que está sucediendo con el caso del Palacio de Justicia y la demanda en la que
intervendrá la Comisión Interamericana de Derechos Humanos es muy ilustrativo.
Para los que siempre condenan al estado y a sus agentes, que el estado asuma la
estrategia de defenderse negando aquello de lo cual es acusado, es improcedente
y condenable. Lo justo y lógico es partir de reconocer la culpa y la
responsabilidad. Como si el estado fuese una entidad al margen de los miembros
de la sociedad, una inmensa caja en la que cabe todo, como si sus recursos no
fuesen los que aportamos los ciudadanos con los impuestos, como si se tratara
de un bolsillo ajeno o una vara de premios, una entidad abstracta, estos
señorones de los Derechos Humanos, nos convierten a todos los que conformamos
el estado en responsables y nos imponen penas vergonzosas y multas
multimillonarias de las que a ellos corresponden
comisiones entre un 30 y 35%.
Nunca
los veremos pleiteando contra las guerrillas por el secuestro de miles de
empresarios del agro, por la muerte de sindicalistas acusados de derechistas,
por el arrasamiento de pueblos pobres, por la contaminación del medio ambiente
con sus voladuras a los oleoductos, por el reclutamiento de niños, por la
destrucción de bienes civiles. Tienen la fórmula: el estado es culpable de
todo, por no haber realizado el progreso y la justicia social para que no
existieran causas objetivas del levantamiento armado.
No
hay simetría cuando el peso de la culpa de todo lo ocurrido en la toma del
Palacio de Justicia se derrama sobre el estado y algunos de sus agentes y a la
vez se silencia la del grupo que entró echando tiros a diestra y siniestra y
matando a sangre fría a visitantes, empleados y magistrados del palacio.
No
hay simetría cuando se afirma que el proceso de paz con los paramilitares fue
demasiado blando en las penas impuestas a responsables de crímenes horrendos (8
años de prisión y cero favorabilidad política) mientras se pide y se exige que
para los comandantes guerrilleros no haya cárcel y además se les abra la
oportunidad de llegar al congreso, como si los crímenes de estos fuesen simples
infracciones de tránsito.
Dario Acevedo
rdaceved@gmail.com
@darioacevedoc
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