La batalla de La Victoria simboliza la lucha
heroica de la juventud, porque fue ella la que empuñó las armas a través de los
estudiantes y seminaristas de Caracas
JOSE FELIX RIBAS |
Heroísmo singular, verdadero republicanismo.
Cuando el General José Félix Ribas rindió cuenta a la patria y a Caracas sobre
los hechos ocurridos aquel 12 de Febrero de 1814 en la población de La
Victoria, refirió uno de los episodios más gloriosos de nuestra historia, uno
de los sacrificios más resaltantes de nuestra juventud.
El 18 de febrero dijo a la municipalidad
capitalina: “La elevación de una estatua en memoria de la jornada del 12 y del
triunfo de las armas de la República en La Victoria, es, sin duda, el más alto
de los honores que llega a conseguir un mortal…”, pero no los recibió para sí
sino como tributo a la República, señalando que “mis servicios aún no han
pasado la raya de los deberes que me impone la naturaleza y la patria”. Los
aceptaría, en cambio, como homenaje a Bolívar, “el que ha libertado a
Venezuela”, “el único a quien deben tributársele los altos honores”, ayer y
hoy, exigiendo además que: “todo el premio que había de asignárseme recaiga en
beneficio de tantas viudas y huérfanos que justamente merecen el recurso de la
patria”.
Igualmente, ese día, cumplió el admirable
Ribas un acto de fe al manifestar que en aquella terrible batalla donde la
superioridad física de sus enemigos era evidente y, además, la destreza de
aquellos para asesinar y destruir, los bisoños soldados independentistas
recibieron “la protección visible de María Santísima de la Concepción”, ante
cuya imagen el propio héroe imploró la victoria en una de las más angustiantes
horas de la patria.
La batalla de La Victoria simboliza la lucha
heroica de la juventud, porque fue ella la que empuñó las armas a través de los
estudiantes y seminaristas de Caracas que salieron a contener resueltamente la
amenaza de Boves y Morales, sedientos estos de venganza y desquite, proclamando
el odio destructor, prometiendo falsamente a los negros esclavos y a los
llaneros invencibles que alcanzarían la igualdad al sostener al Rey, al
destruir a la República y al martirizar a sus propios hermanos.
“La
sangre de los caraqueños derramada en La Victoria” tal y como indicaba Ribas,
era la de aquellos vencedores que tras largas horas de combate interminable
lograron hacer retroceder a los realistas, que no representaban otra cosa sino
la sumisión, el fanatismo y la tiranía.
En muchas otras batallas de nuestra
independencia estuvieron los jóvenes, niños aún de trece y catorce años, quienes defendieron nuestra
independencia sin otra esperanza que la patria. Una generación entera que asumió
para sí los inmensos rigores de la guerra a muerte siguiendo las banderas de la
República que enarbolaban libertad, derechos, ciudadanía e igualdad.
“Los
mármoles y bronces no pueden jamás satisfacer el alma de un republicano”,
expresaba Ribas, y menos aún, el verla sucumbir con ignominia ante sus
dominadores. “Vencer o morir… ¡Viva la República!” fue su consigna heroica en
La Victoria.
Ribas fue asesinado en Tucupido el 31 de
enero de 1815, y su cabeza expuesta primero en Barcelona y después en Caracas,
como escarmiento a aquellos hombres que no se doblegarían más a los tiranos,
como lección a Venezuela siempre.
jfd599@gmail.com
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