Una
de las características del mundo actual es el desencanto generado por los
partidos políticos tradicionales, así como la ausencia de nuevas organizaciones
capaces de reemplazarlos en sus funciones esenciales. Con esto se abre paso a
la pregunta de si estamos ante el fin de las ideologías y el inicio de nuevas
formas de gobierno.
Se
trata de un asunto grave y complicado, que a juicio de algunos debería dejarse
sólo a filósofos y teóricos de los fenómenos sociales. En distintos países, los
partidos han caído o están cayendo en el desprestigio como resultado de errores
y desviaciones en el ejercicio de las funciones de gobierno, además del
abandono de las ideologías.
Uno
de los casos patéticos es el de España, que atraviesa una crisis económica y
social como consecuencia del paquetazo de ajustes económicos que sin anestesia
ha aplicado la administración de Mariano Rajoy, contrariando sus promesas
electorales. Esas medidas, que son
consecuencia de errores cometidos por su predecesor, el socialista Rodríguez
Zapatero, han erosionado los partidos Socialista (PSOE) y Popular (PP) y han
alimentado hasta tendencias separatistas.
El desempleo está en casi 25 por ciento, hay inflación desenfrenada,
endeudamiento público galopante, deterioro del sistema de salud pública y otras
menudencias, lo que acogota a los principales partidos españoles.
En
México, el Partido Revolucionario Institucional resurgió de sus cenizas con un
candidato gris, inculto a más no poder, sobre quien pesan dudas de
honestidad. Eso, sin embargo, no quiere
decir que esa organización haya recuperado el poder de otros tiempos, sino que
el Partido de Acción Nacional (PAN) -después de los gobiernos de Vicente Fox y
Vicente Calderón- demostró incapacidad para consolidar tesis y programas. Y la
izquierda, encarnada por el PRD, probó que en manos del desquiciado López
Obrador no iría lejos.
Los
partidos de Argentina, Colombia, Perú y otros países de la región, no están en
mejores condiciones y, por supuesto, sirven para alimentar la inquietante tesis
sobre el rumbo de las democracias y sus pilares fundamentales: los partidos
políticos.
Ese
panorama desolador conduce a la pregunta de si tienen razón quienes desean
desplazar a los partidos políticos, escudándose en ONGs –cuya razón de ser y
función social es de otra naturaleza- o en medios de comunicación que tratan de
suplantar poderes del Estado, apartándose del papel esencial de comunicadores.
El
caso venezolano es tal vez uno de los más dramáticos, porque los partidos
tradicionales entraron en un lamentable estado de postración y lo que en un
momento dado parecía la esperanza de nuevas organizaciones políticas, hasta
ahora ha sido un espejismo. Y digo esto
sin referirme al partido de gobierno (PSUV), porque en la práctica es solo el
movimiento de un hombre, por un hombre y para un hombre, sin liderazgos
colectivos o individuales, hecho a la medida de las aspiraciones de poder
perpetuo de Chávez. ¿Qué nos espera
entonces?
www.ricardoescalante.com
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