martes, 20 de noviembre de 2012

RICARDO ESCALANTE, ¿SOBRAN LOS PARTIDOS?,

Una de las características del mundo actual es el desencanto generado por los partidos políticos tradicionales, así como la ausencia de nuevas organizaciones capaces de reemplazarlos en sus funciones esenciales. Con esto se abre paso a la pregunta de si estamos ante el fin de las ideologías y el inicio de nuevas formas de gobierno.

Se trata de un asunto grave y complicado, que a juicio de algunos debería dejarse sólo a filósofos y teóricos de los fenómenos sociales. En distintos países, los partidos han caído o están cayendo en el desprestigio como resultado de errores y desviaciones en el ejercicio de las funciones de gobierno, además del abandono de las ideologías.

Uno de los casos patéticos es el de España, que atraviesa una crisis económica y social como consecuencia del paquetazo de ajustes económicos que sin anestesia ha aplicado la administración de Mariano Rajoy, contrariando sus promesas electorales.  Esas medidas, que son consecuencia de errores cometidos por su predecesor, el socialista Rodríguez Zapatero, han erosionado los partidos Socialista (PSOE) y Popular (PP) y han alimentado hasta tendencias separatistas.  El desempleo está en casi 25 por ciento, hay inflación desenfrenada, endeudamiento público galopante, deterioro del sistema de salud pública y otras menudencias, lo que acogota a los principales partidos españoles.

En México, el Partido Revolucionario Institucional resurgió de sus cenizas con un candidato gris, inculto a más no poder, sobre quien pesan dudas de honestidad.  Eso, sin embargo, no quiere decir que esa organización haya recuperado el poder de otros tiempos, sino que el Partido de Acción Nacional (PAN) -después de los gobiernos de Vicente Fox y Vicente Calderón- demostró incapacidad para consolidar tesis y programas. Y la izquierda, encarnada por el PRD, probó que en manos del desquiciado López Obrador no iría lejos.

Los partidos de Argentina, Colombia, Perú y otros países de la región, no están en mejores condiciones y, por supuesto, sirven para alimentar la inquietante tesis sobre el rumbo de las democracias y sus pilares fundamentales: los partidos políticos.

Ese panorama desolador conduce a la pregunta de si tienen razón quienes desean desplazar a los partidos políticos, escudándose en ONGs –cuya razón de ser y función social es de otra naturaleza- o en medios de comunicación que tratan de suplantar poderes del Estado, apartándose del papel esencial de comunicadores.

El caso venezolano es tal vez uno de los más dramáticos, porque los partidos tradicionales entraron en un lamentable estado de postración y lo que en un momento dado parecía la esperanza de nuevas organizaciones políticas, hasta ahora ha sido un espejismo.  Y digo esto sin referirme al partido de gobierno (PSUV), porque en la práctica es solo el movimiento de un hombre, por un hombre y para un hombre, sin liderazgos colectivos o individuales, hecho a la medida de las aspiraciones de poder perpetuo de Chávez.  ¿Qué nos espera entonces?

www.ricardoescalante.com

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