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domingo, 11 de noviembre de 2012

LUIS JOSE UZCATEGUI, NOS MATARON UN COMPAÑERO

En Venezuela, otra muerte más, que se suma a las decenas que se registran semanalmente, ahora sacude a los profesionales dedicados a promover la Salud Mental.
Hace pocos días fue asesinado en su sitio de trabajo el psiquiatra Mauro Villegas, ex presidente de la Sociedad Venezolana de Psiquiatría y de la Asociación Psiquiátrica de América Latina. Y como todas las mentes... como la de las madres y padres que ante el homicidio de sus hijos piden justicia y clemencia para el ser humano. Como hijos y esposas que también son violados y asesinados en sus existencias, cuando bajo un asombro, nunca imaginado, contemplan al hombre querido ahora muerto, y además después de robarlo, con la cara mutilada por un placer asesino morboso, también nosotros vivimos ese momento aciago.
Lo vivimos así, como cualquier grupo u organización que entrecruzan sus corazones adoloridos cuando llega el ocaso de otro compañero convertido en cadáver únicamente para robarle su carro o el dinero del trabajo del día. Como cualquier ser pensante o gremio de trabajadores, ahora toca a los que laboramos en la dimensión de la Salud mental, sentir el látigo candente del asesinato, una de las mayores injusticias de la humanidad.
Para los trabajadores de la Salud mental, junto a la plegaria, el dolor y el asombro ante las ejecuciones siempre o casi siempre impunes de seres humanos, también existe la posibilidad de enfocar la tragedia bajo el prisma de la ciencia de la conducta. La salud mental es como pensamos, sentimos y actuamos cuando nos encontramos frente a la vida. También –como es frecuente- oír a los venezolanos que creen que muchos otros venezolanos ya no son sus amigos. Encontrar a millones de seres que sienten que están protegidos y son "libres" solamente si dependen totalmente de la ayuda que proviene del poder político. Y, tal vez lo más lacerante para la cultura de una nación, pobladores que habitualmente y sin ningún tipo de estima por el otro, poco les importa abusar en el tráfico, agredir por pequeñeces, engañar para ser atendido primero, mentir para justificar la ineficiencia o adulterar la moral en busca de ubicación social. Y es así como cada día emergen más seres que en sus mentes perciben como "normal" la transgresión cotidiana, monetaria, ética y afectiva. Y llegan hasta a danzar de forma habitual en prácticas delictivas y criminales con la complacencia de autoridades y leyes.
Una sociedad donde sus habitantes conjugan diariamente ideas, emociones y conductas que no sustentan la Salud mental, tiene el porvenir destrozado. Hoy, ya es evidencia científica que la humanidad existe gracias a funciones mentales como la imitación, el aprendizaje y el modelamiento que los niños y adultos hacen de sus padres, pareja, familia, amigos, compañeros de trabajo, ciudadanos, profesores, dirigentes, políticos y gobernantes. Y estos mensajes llegan directamente o a través de los Medios de Comunicación que cuando se transforman en portadores del mal ayudan a que la mente se aposente en las últimas cuevas del infierno.
También la mente puede entrar en funciones erráticas confundiendo el bien y difamando la inteligencia; creando caretas que esconden la transgresión. Y es entonces cuando son más sensibles y tienen más factores de riesgo los pueblos para ser ineficientes en el trabajo y en la educación. Es el terrible momento, cuando los ciudadanos se convierten en los propios destructores de su calidad de vida y abrazan vilmente la inequidad, la mentira y al sufrir por los desmanes cotidianos de los asesinatos, y con esa pena y ese aturdimiento se hace mucho más fácil que sean invadidos por la enfermedad del cuerpo y de la mente. Son demasiadas las campanadas de alarma que vienen de todas partes y de todas las mentes... Demasiadas las silenciosas súplicas que como profesionales de la Mente no podemos desoír, no podemos ignorar… No podemos dejar a un lado y no darle respuesta…
Por ese colega vilmente asesinado, por los miles de ciudadanos que antes que él corrieron el mismo destino aterrador, es nuestro deber humano, ético y profesional pronunciarnos.
(*) Psiquiatra venezolano.
@LuisJUzcategui

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