Allí se destapó la Caja de Pandora de
Guayana. Obreros y sindicalistas reclamaron que en sus empresas no se discuten
contratos colectivos desde hace tres a cinco años, por órdenes de él mismo a
través de memorandos firmados por Jaua y María Cristina Iglesias. El cazador
cazado. En un momento dado, Chávez perdió la chaveta.
Ya no era posible para Chávez
continuar evadiendo a los trabajadores de Guayana. Desde aquella vez, hace
años, que los siderúrgicos le trancaron toda la ciudad en una de sus pocas
visitas a la región, Chacumbele no había vuelto en plan de contacto personal
con los trabajadores.
Pero, ahora tuvo que ir. La protesta de
los obreros de Guayana llega ya hasta a oídos muy lejanos de esa región. Así
que prepararon un acto cuidadosamente controlado. Fuera de Ciudad Guayana, a
treinta kilómetros de esta ciudad, en Caruachi, con invitados cuidadosamente
filtrados entre los sindicalistas y otros trabajadores amigos de la causa. Y,
sin embargo.
El acto que se suponía debía
proporcionar un auditorio favorable al mismo discurso de siempre sobre las
industrias básicas (Ciudad del Acero, Ciudad del Aluminio, ahora Petro Aluminio
y otra paja más que hace años ya suena a aguacerito blanco en Guayana) se
transformó en un memorial de agravios públicos, voceados por los sindicalistas
y los trabajadores.
A Chávez le estalló en la cara la
política antiobrera y antisindical, así como la horrenda negligencia que
literalmente ha puesto en estado de coma a las grandes industrias básicas. Fue
confrontado con sus mentiras.
Cuando mencionó a la fábrica de tubos
"Tavsa" un sindicalista le recordó, en medio de los vítores de los
trabajadores, que esa empresa tiene cuatro años cerrada.
Allí se destapó la Caja de Pandora de
Guayana. Obreros y sindicalistas reclamaron que en sus empresas no se discuten
contratos colectivos desde hace tres a cinco años, por órdenes de él mismo a
través de memorandos firmados por Jaua y María Cristina Iglesias. El cazador
cazado. En un momento dado, Chávez perdió la chaveta.
Se irritó y comenzó a insultar a los
trabajadores y a responsabilizarlos del desastre. Esa noche los llamó
"peseteros", pero se le escapó la mención de que los trabajadores
petroleros ganan mucho más que ellos, en una burda maniobra para provocar
fricciones entre los obreros.
Lo de Guayana se veía venir.
Demasiada acumulación de gases explosivos. Las derrotas sindicales sucesivas en
Alcasa, Carbonorca y Ferrominera. En Venalum y Bauxilum fueron triunfos
pírricos, apoyándose en un personal chimbo, metido de contrabando, sólo para
votar. El reciente mitin de Chávez, que más escuálido no pudo ser, sobre todo
si se lo compara con el gigantesco mitin de Capriles en Ciudad Bolívar. El
reclamo permanente, en las calles de la ciudad, los paros en las empresas: todo
habla de una clase obrera que no está dispuesta a dejarse engañar nuevamente
por el Gran Estafador de la comarca. Tuvo que comprometerse a dar inicio a las
discusiones de la contratación colectiva y a pagar las deudas. Ya está avisado
sobre lo que podría pasar de ocurrir un nuevo engaño.
Los dioses se apiadaron de los
trabajadores asistentes porque de repente se dañó el equipo de sonido (dijeron
que fue un "apagón" en la planta de Caruachi, ¡qué ironía!) y tras un
corre-corre extraño tras bastidores, la cadena fue abruptamente suspendida. Fue
el triste final de la enésima tentativa de Chacumbele de caerle a cobas a los
trabajadores de Guayana. Pero lo que revela el acto en Caruachi es que a
Chacumbele ya no le creen. No le dijeron embustero pero le mostraron el
tramojo.
tpetkoff@talcualdigital.com
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