La nueva
tragedia que atraviesa la Cancillería Venezolana y el escándalo en la Embajada
de Kenia, hacen imposible no reaccionar.
Escribir estas
líneas es un ejercicio difícil, desde el punto de vista personal y profesional.
Cuando se ha sido el fiel y orgulloso representante diplomático de un Estado,
es doloroso tener que transcribir estos hechos.
Ser testigo
del deterioro al que se ha sometido al Ministerio de Relaciones Exteriores
Venezolano, significa perder en dos ocasiones el sentido de tu compromiso
laboral. La primera vez cuando te destruyen la carrera y la segunda cuando
compruebas como la despojan de su razón de ser.
El cuerpo
diplomático de un país representa una verdadera inversión humana, años de
experiencia durante la cual se va formando un personal, con conocimientos
adquiridos en el ejercicio de las funciones de representación y negociación,
con el conocimiento vivencial de la salvaguardia y de la protección de los
intereses venezolanos.
Es necesario
tiempo para adquirir el dominio de realidades distintas a la nuestra, de los
acuerdos firmados de manera bilateral o multilateral, del sutil manejo del
lenguaje de las relaciones internacionales, de las oportunidades construidas
paso a paso, de los apoyos geopolíticos, del respeto alcanzado en el mundo, de
la fidelidad con una política de Estado, con las posiciones históricas y con
los valores representativos de nuestra Nación.
El diplomático
formado en la Cancillería, se esforzaba por dar lo mejor de sí, tenía vocación
y sentido de la investidura. Todo ello es un recuerdo. Hoy la institucionalidad
ha dejado de existir. Decir que los nombramientos ya no tienen un carácter profesional
parece una broma de mal gusto. Los nuevos diplomáticos son agentes del
movimiento “V República”. Es con ellos que se están llenando las embajadas. A
más de un funcionario de carrera, después de nombrarlo, “lo bajaron del avión”.
Aparte de los interesados nadie se sorprendió ni protestó.
Los nuevos
diplomáticos se parecen a los funcionarios de este gobierno y tienen la misma
profesionalidad que el Fiscal General de la República o el Defensor del Pueblo,
los cuales sólo aparecen ante las cámaras para aplaudir al Presidente del que
dependen sus cargos. Nombrados muy rápidamente, asisten a actos multitudinarios
donde a gritos juran lealtad a su Presidente. Otros duran poco en sus
funciones, justo el tiempo en que se les comience a notar su ineficiencia. Todo
nuevo funcionario diplomático que declaran “persona non grata” en un país, es
nombrado inmediatamente viceministro de algo. Y este Gobierno, ya rompió los
récords de nombramiento de diplomáticos a los cuales les han pedido que los
retire.
Algunas situaciones
parecen más turbias, como fue el nombramiento en el Consulado de Venezuela en
París de un familiar del antiguo miembro del Grupo de Carlos, Alfredo Maneiro
Gonzales, uno de los contactos suramericanos entre su organización y Cuba. Lo
que comprueba la importancia que el Gobierno venezolano siempre otorgó a Ilich
Ramírez Sánchez y que se encuentra al origen de mi destitución como funcionario
del MRE, por no prestarme al juego de la abogado defensora del terrorista.
O lo sucedido
en Kenia, donde todo parece indicar que un tráfico de drogas organizado desde
la cancillería, segó la vida de una funcionario de carrera.
La mayoría de
los nuevos embajadores se sienten más a gusto con sus antiguos uniformes
militares que con el traje oscuro que les exige su “nueva” profesión. Otros,
los amigos o familiares, tienen que ser reforzados con diplomáticos venidos a
menos, para poder cumplir medianamente sus funciones. Pareciese que en la nueva
Cancillería se cumple el adagio: “En el país de los ciegos, el tuerto es rey”.
Por lo que Chávez consideró que, después de haber sido chofer de autobús,
demostrarle su fidelidad en la Asamblea Nacional, Nicolás Maduro estaba apto
para dirigir lo que queda de la antigua diplomacia venezolana.
La
Organización Internacional del Trabajo procesa denuncias sobre los despidos que
se han realizado en Venezuela por razones políticas, especialmente aquellos
ocurridos por haber firmado la petición del Referéndum Revocatorio, lo que
significa que funcionarios que ejercieron un derecho establecido en la
Constitución Nacional perdieron su empleo. Ministros de la época, como el de la
Salud, Roger Capella, y el de Relaciones Exteriores, Jesús Arnaldo Pérez,
realizaron sendas declaraciones en las cuales afirmaron que las personas
adscritas a esos despachos y que firmaron favorablemente por el revocatorio
serian removidas de sus cargos y/o separadas de sus funciones, no sin antes
haberlas tildados de “conspiradores y terroristas”. Carlos Romero, politólogo
de la Universidad Central de Venezuela, resumió así la situación:
“Lamentablemente, en los últimos meses se está coronando el retroceso que ya se
observó desde 1999, porque no se quiere llevar adelante una Política Exterior
de Estado al servicio de la Nación. Se ha introducido una formación política e
ideológica y ya no puede hablarse siquiera de política exterior de un Gobierno,
sino de un partido. Esta situación está afectando la labor del Cuerpo
Diplomático en el Exterior porque no solamente se le está irrespetando la
carrera diplomática, no solamente se le está presionando a los diplomáticos
para que sean voceros de una determinada ideología, sino que también se
incorpora a funcionarios en todos los niveles por la vía del clientelismo”.
En el 2004,
Jesús Arnaldo Pérez comenzó el desmantelamiento institucional progresivo del
ministerio, cuando se encargó el ex canciller Alí Rodríguez en el 2008; afirmó:
“La diplomacia tiene que ser política”. Después de la industria petrolera, la
Cancillería Venezolana es quizás la institución más politizada del Gobierno, a
fin de asegurar la difusión de su ideología en el área internacional, las
funciones de los diplomáticos bolivarianos son ideológicas partidistas, en vez
de representar profesionalmente al Estado venezolano.
Los
fundamentos de la actual política exterior responden el proyecto castrista,
para ello disponen del ingreso petrolero a fin de ganar simpatías políticas, a
través de regalos y compras que endeudan al país, de brindar apoyo político a
los regímenes menos democráticos del mundo y con el sostén, apenas camuflado,
de movimientos extremistas islámicos y guerrilleros. Todo destinado al apoyo de
sus pretensiones de expansión de su mal llamada revolución en el sub-continente
latinoamericano.
Para esta
misión el gobierno necesita los “nuevos diplomáticos” o lo que es lo mismo
agentes del proceso, tal como los denomino una cancillería europea:
“Coordinadores Ideológicos”.
Se dice que
actualmente sólo cinco de cerca de 100 misiones están dirigidas por
diplomáticos formados en el servicio exterior. El resto está bajo el control de
militares y políticos cercanos al Gobierno.
Lo cierto es
que un buen diplomático no se improvisa, requiere preparación, experiencia y
mística profesional, estamos seguros que con Capriles como Presidente de la
República, Venezuela recuperará el respeto internacional, y para ello contará
con la ayuda de verdaderos diplomáticos.
Nelson
Castellano-Hernández es ex Cónsul de Venezuela en Paris y Presidente de
Venezuela-Futura, Francia
ncastellanoh@gmail.com
nelsoncastellano@hotmail.com
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