miércoles, 22 de agosto de 2012

NELSON CASTELLANO-HERNÁNDEZ, DIPLOMÁTICO (II), CASO KENIA

La nueva tragedia que atraviesa la Cancillería Venezolana y el escándalo en la Embajada de Kenia, hacen imposible no reaccionar.
Escribir estas líneas es un ejercicio difícil, desde el punto de vista personal y profesional. Cuando se ha sido el fiel y orgulloso representante diplomático de un Estado, es doloroso tener que transcribir estos hechos.
Ser testigo del deterioro al que se ha sometido al Ministerio de Relaciones Exteriores Venezolano, significa perder en dos ocasiones el sentido de tu compromiso laboral. La primera vez cuando te destruyen la carrera y la segunda cuando compruebas como la despojan de su razón de ser.
El cuerpo diplomático de un país representa una verdadera inversión humana, años de experiencia durante la cual se va formando un personal, con conocimientos adquiridos en el ejercicio de las funciones de representación y negociación, con el conocimiento vivencial de la salvaguardia y de la protección de los intereses venezolanos.
Es necesario tiempo para adquirir el dominio de realidades distintas a la nuestra, de los acuerdos firmados de manera bilateral o multilateral, del sutil manejo del lenguaje de las relaciones internacionales, de las oportunidades construidas paso a paso, de los apoyos geopolíticos, del respeto alcanzado en el mundo, de la fidelidad con una política de Estado, con las posiciones históricas y con los valores representativos de nuestra Nación.
El diplomático formado en la Cancillería, se esforzaba por dar lo mejor de sí, tenía vocación y sentido de la investidura. Todo ello es un recuerdo. Hoy la institucionalidad ha dejado de existir. Decir que los nombramientos ya no tienen un carácter profesional parece una broma de mal gusto. Los nuevos diplomáticos son agentes del movimiento “V República”. Es con ellos que se están llenando las embajadas. A más de un funcionario de carrera, después de nombrarlo, “lo bajaron del avión”. Aparte de los interesados nadie se sorprendió ni protestó.
Los nuevos diplomáticos se parecen a los funcionarios de este gobierno y tienen la misma profesionalidad que el Fiscal General de la República o el Defensor del Pueblo, los cuales sólo aparecen ante las cámaras para aplaudir al Presidente del que dependen sus cargos. Nombrados muy rápidamente, asisten a actos multitudinarios donde a gritos juran lealtad a su Presidente. Otros duran poco en sus funciones, justo el tiempo en que se les comience a notar su ineficiencia. Todo nuevo funcionario diplomático que declaran “persona non grata” en un país, es nombrado inmediatamente viceministro de algo. Y este Gobierno, ya rompió los récords de nombramiento de diplomáticos a los cuales les han pedido que los retire.
Algunas situaciones parecen más turbias, como fue el nombramiento en el Consulado de Venezuela en París de un familiar del antiguo miembro del Grupo de Carlos, Alfredo Maneiro Gonzales, uno de los contactos suramericanos entre su organización y Cuba. Lo que comprueba la importancia que el Gobierno venezolano siempre otorgó a Ilich Ramírez Sánchez y que se encuentra al origen de mi destitución como funcionario del MRE, por no prestarme al juego de la abogado defensora del terrorista.
O lo sucedido en Kenia, donde todo parece indicar que un tráfico de drogas organizado desde la cancillería, segó la vida de una funcionario de carrera.
La mayoría de los nuevos embajadores se sienten más a gusto con sus antiguos uniformes militares que con el traje oscuro que les exige su “nueva” profesión. Otros, los amigos o familiares, tienen que ser reforzados con diplomáticos venidos a menos, para poder cumplir medianamente sus funciones. Pareciese que en la nueva Cancillería se cumple el adagio: “En el país de los ciegos, el tuerto es rey”. Por lo que Chávez consideró que, después de haber sido chofer de autobús, demostrarle su fidelidad en la Asamblea Nacional, Nicolás Maduro estaba apto para dirigir lo que queda de la antigua diplomacia venezolana.
La Organización Internacional del Trabajo procesa denuncias sobre los despidos que se han realizado en Venezuela por razones políticas, especialmente aquellos ocurridos por haber firmado la petición del Referéndum Revocatorio, lo que significa que funcionarios que ejercieron un derecho establecido en la Constitución Nacional perdieron su empleo. Ministros de la época, como el de la Salud, Roger Capella, y el de Relaciones Exteriores, Jesús Arnaldo Pérez, realizaron sendas declaraciones en las cuales afirmaron que las personas adscritas a esos despachos y que firmaron favorablemente por el revocatorio serian removidas de sus cargos y/o separadas de sus funciones, no sin antes haberlas tildados de “conspiradores y terroristas”. Carlos Romero, politólogo de la Universidad Central de Venezuela, resumió así la situación: “Lamentablemente, en los últimos meses se está coronando el retroceso que ya se observó desde 1999, porque no se quiere llevar adelante una Política Exterior de Estado al servicio de la Nación. Se ha introducido una formación política e ideológica y ya no puede hablarse siquiera de política exterior de un Gobierno, sino de un partido. Esta situación está afectando la labor del Cuerpo Diplomático en el Exterior porque no solamente se le está irrespetando la carrera diplomática, no solamente se le está presionando a los diplomáticos para que sean voceros de una determinada ideología, sino que también se incorpora a funcionarios en todos los niveles por la vía del clientelismo”.
En el 2004, Jesús Arnaldo Pérez comenzó el desmantelamiento institucional progresivo del ministerio, cuando se encargó el ex canciller Alí Rodríguez en el 2008; afirmó: “La diplomacia tiene que ser política”. Después de la industria petrolera, la Cancillería Venezolana es quizás la institución más politizada del Gobierno, a fin de asegurar la difusión de su ideología en el área internacional, las funciones de los diplomáticos bolivarianos son ideológicas partidistas, en vez de representar profesionalmente al Estado venezolano.
Los fundamentos de la actual política exterior responden el proyecto castrista, para ello disponen del ingreso petrolero a fin de ganar simpatías políticas, a través de regalos y compras que endeudan al país, de brindar apoyo político a los regímenes menos democráticos del mundo y con el sostén, apenas camuflado, de movimientos extremistas islámicos y guerrilleros. Todo destinado al apoyo de sus pretensiones de expansión de su mal llamada revolución en el sub-continente latinoamericano.
Para esta misión el gobierno necesita los “nuevos diplomáticos” o lo que es lo mismo agentes del proceso, tal como los denomino una cancillería europea: “Coordinadores Ideológicos”.
Se dice que actualmente sólo cinco de cerca de 100 misiones están dirigidas por diplomáticos formados en el servicio exterior. El resto está bajo el control de militares y políticos cercanos al Gobierno.
Lo cierto es que un buen diplomático no se improvisa, requiere preparación, experiencia y mística profesional, estamos seguros que con Capriles como Presidente de la República, Venezuela recuperará el respeto internacional, y para ello contará con la ayuda de verdaderos diplomáticos.
Nelson Castellano-Hernández es ex Cónsul de Venezuela en Paris y Presidente de Venezuela-Futura, Francia
ncastellanoh@gmail.com
nelsoncastellano@hotmail.com

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