La tragedia de las cárceles es una expresión
tenebrosa de la minusvalía del Estado ante el crimen organizado, o tal vez la
comprobación terrible de su absoluto envilecimiento. Abandonarla en el rincón
más lejano del repertorio de asuntos prioritarios
Lo que se plantea es tenebroso. La victoria
de los "pranes" frente a la elusiva magistratura del Estado
La indolencia, por sí sola, no explica la
anomalía. Que un presidente enmudezca ante semejante barbarie debe obedecer a
circunstancias más lúgubres. La tragedia de las cárceles es una expresión
tenebrosa de la minusvalía del Estado ante el crimen organizado, o tal vez la
comprobación terrible de su absoluto envilecimiento. Abandonarla en el rincón
más lejano del repertorio de asuntos prioritarios, no atenúa su gravedad: al
contrario, amplifica las peores sospechas acerca de la colosal influencia
alcanzada por los capos de la delincuencia en este prolongado período
revolucionario. Eso es lo que parece enmascarar el silencio del comandante,
cuyo arquetipo autoritario contraría la ausencia de bríos con que su gobierno
responde al drama de la violencia dentro y fuera de los centros penitenciarios.
El tono desafiante empleado contra sus
adversarios políticos corona la paradoja que envuelve el tratamiento que Chávez
y los suyos le dan al problema: el colérico arrojo exhibido todos estos años
para doblegar a quienes le disputan el poder, exalta la contrastante
flexibilidad adoptada para lidiar con los brutales barones que mandan igual en
las prisiones que en las calles del país... No hablaremos de aquiescencia para
no sumergirnos en las aguas más insondables de este enigma, desde las cuales
asoma sus narices el poderoso negocio de la droga. Sí cabe, en cambio,
consignar las aprensiones que genera la pasmosa omisión de nuestras
autoridades, empeñadas en convencernos ridículamente de que el socialismo no
admite fórmulas represivas en la lucha contra la criminalidad.
Ya sea por resignación o tolerancia, lo único
cierto es que el envalentonado mandamás bolivariano -guerrero indiscutido de
mil batallas ficticias-, no logra lucir aprestado en esta guerra de carne y
hueso, en la cual son los maleantes, con sus tropas bien provistas, quienes
vapulean a los herederos del ejército libertador, en cuyo reciente historial
apenas destacan las refriegas artificiales, donde algunos cuantos impostados
obtuvieron sus pomposos rangos de "generalísimos"... Por eso la
calamidad resultaría bastante inferior a su relevancia si la miráramos desde
los prismas de la indolencia. El asunto es en realidad mucho más grave: tanto,
que no cabrían tampoco las intrigas sobre la reciedumbre del comandante de las
inflamadas proclamas bélicas, lapidada por enemigos de superior fuste.
Lo que se plantea es tenebroso. La victoria
de los "pranes" frente a la elusiva magistratura del Estado, habla de
una desgracia que anuncia tiempos inenarrables... Los espejos parecen
proyectarnos en la infortunada situación mexicana, a donde podríamos llegar
mientras constatamos la farsa contenida en eso que llaman "la gran misión
'A toda vida, Venezuela'".
Argelia.rios@gmail.com
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