La preocupación llevó a Chávez a ordenar estar
alerta frente al triunfalismo y llamó a redoblar esfuerzos... Las páginas
electrónicas del oficialismo muestran esta inquietud...
Los mercaderes de los
sondeos de opinión se habrán embolsillado una fortuna gracias a la generosidad
del Gobierno con los reales de todos los venezolanos, pero no lograron
convencer a nadie con sus trampas.
Los números verdaderos del Gobierno revelan
una batalla muy reñida entre Capriles y Chávez, con una tendencia del primero a
subir y desprenderse, y del segundo a bajar y desplomarse... Esta es la
propensión que muestran los números de Varianza, la encuestadora de Rafael
Delgado, y los de Consultores 21, firma caracterizada por su seriedad.
Los regímenes autoritarios suelen diseñar
estrategias publicitarias que desbordan los cánones convencionales. En algunos
casos, apelan al cinismo; en otros, mienten descaradamente.
En la antigua Unión Soviética, la única línea
aérea -por supuesto, estatal- que cubría la ruta entre Moscú y Liningrado
–ahora, San Petesburgo- terminaba los vuelos con la voz melodiosa de una dama
que decía algo así como: esperamos que el vuelo haya sido de su completo agrado
y que la próxima vez que viaje escoja de nuevo nuestros servicios. El
martirizado pasajero había pasado meses esperando un cupo, había aguantado
interminables horas en el aeropuerto y, finalmente, durante la travesía lo
único que había recibido era la sonrisa amable de una aeromoza.
El diseño de la campaña electoral del teniente
coronel tiene el epicentro en un punto nada convencional: su enfermedad. Su
padecimiento evoluciona en el reino de la incertidumbre. Siembra la duda y crea
expectativas difusas con la finalidad de que la situación personal del caudillo
sea la comidilla cotidiana de los venezolanos.
La última jugarreta consistió en poner a
Diosdado Cabello a sugerir que Chávez no se inscribiría personalmente ante el
CNE, sino que lo haría a través de Internet Ocurrió que la noticia fue tan
desconcertante que confundió hasta a sus propios seguidores. El hombre está en
cámara de oxígeno, se nos muere antes de tiempo, fue el temor que invadió a los
devotos. Era necesario corregir inmediatamente.
La presentación del Plan de Seguridad de
Henrique Capriles y el extraordinario discurso de Antonio Ledezma a favor de la
tarjeta unitaria y la unidad, obligaron al teniente coronel a disipar las
angustias. Apareció al día siguiente en un Consejo de Ministros bufo, contando
las mismas historias insípidas de siempre y formulando las mismas promesas
después de catorce años gobernando. Aprovechó de desmentir a Diosdado y
dejarlo, otra vez, guindado de la brocha. Afirmó que irá con sus propios pies a
dar la cara ante el organismo electoral. El juego macabro mostró sus límites.
No debe abusarse de él.
Dentro de la campaña engañosa y fraudulenta del
oficialismo, las encuestas ocupan un lugar especial. Para un candidato que ha
perdido todo contacto directo con su electorado desde hace muchos años, y que
solo se comunica con las masas a través de la televisión, la radio y los tweet,
por supuesto que las encuestas constituyen un mecanismo fundamental de
propaganda.
¿De qué otra manera puede medirse la
“popularidad” de un aspirante que no recorre los pueblos del país, no convoca
mitines, marchas ni concentraciones, que no besa viejitas ni carga niños, que
no se toma un cafecito en casa de doña Petra, ni juega una partidita de bolas
criollas con los hombres del barrio? La única forma de mantener la imagen del
héroe es simulando proezas e inventando encuestas ficticias, cuyos trabajos de
campo y muestras no se conocen. Sacar de la manga porcentajes extravagantes que
exhiben diferencias insalvables, forma parte de una estrategia electoral que
adolece de una falla estructural: la salud del abanderado.
El artificio oficialista ha sido ineficaz, luego
de haber creado una tormenta pasajera. El mandatario se dio cuenta. Sabe que
los efectos favorables de la “misión lástima” se desvanecen. La gente quiere
tocar al candidato y ver resultados concretos.
Espera que sus problemas reales se resuelvan
pronto. La preocupación llevó a Chávez a ordenar estar alerta frente al
triunfalismo y llamó a redoblar esfuerzos para tratar de ganar los comicios del
7-O. Las páginas electrónicas del oficialismo muestran esta inquietud. Aporrea,
una de las más conocidas, evidencia esta inquietud. Los mercaderes de los
sondeos de opinión se habrán embolsillado una fortuna gracias a la generosidad
del Gobierno con los reales de todos los venezolanos, pero no lograron
convencer a nadie con sus trampas. Los números verdaderos del Gobierno revelan
una batalla muy reñida entre Capriles y Chávez, con una tendencia del primero a
subir y desprenderse, y del segundo a bajar y desplomarse.
Esta es la propensión que muestran los números
de Varianza, la encuestadora de Rafael Delgado, y los de Consultores 21, firma
caracterizada por su seriedad. Ahora la obligación de la alternativa
democrática consiste en lograr que esa inclinación se desarrolle y consolide.
La mentira está mostrando sus límites.
@tmarquezc
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