Embutido en su soberbia, y
pretendiéndose una indispensable pieza de los desafíos planetarios, Chávez ya
no pone oído en tierra, tal como solía hacerlo encerrado en su arrogancia. El
águila displicente que ahora es, vuela a una altura inasible para los
desamparados, a los que acude endeudado
Antes de convertirse en un
acreditado hablador de pistoladas, se habría concentrado en las privaciones más
irritantes de la gente. Por ese entonces no atisbaba la enorme utilidad evasiva
de los "mega temas" ideológicos, con los cuales ha mareado al auditorio
nacional para mercadear su falso socialismo bolivariano, en plan de soterrar la
adicción al poder que le aqueja. Eran los tiempos en que Chávez se interesaba
genuinamente en los asuntos de la pobreza, ante los que fungía como el jefe de
un monopolio que parecía inconmovible. Trece años después, el comandante
suprime de su discurso los problemas sociales "menudos", en un gesto
revelador del cambio de roles que estamos presenciando.
Acicalado en su atuendo de
prócer de "la Patria nueva", el Presidente es ahora quien revolotea
por los tópicos más aéreos, mientras su contrincante -representante de una
oposición otrora cuestionada por su desubicación temática- desarrolla una
performance en el que sólo caben las contrariedades que ennegrecen la
cotidianidad del venezolano de a pie.
El grueso monto del capital político
acumulado por Chávez en estos años, es lo que hoy le hace creer que puede
omitir lo importante, pajareando durante horas para esquivar la rendición de
cuentas y proponerse ante el electorado como el segundo a bordo de las praderas
celestiales.
El que antes se enlodaba en las
estrecheces del hombre común, ha devenido así en lo que hemos visto: una
entidad divina, que escupe con sorna su pretendida "sabiduría",
buscando empañar a un rival de ostensible llanura, que -agredido por "no
es estar a la altura"- desnuda otra de las tantas ironías de la falacia
revolucionaria.
No escapa el hecho de que el
"libertador de los oprimidos", enemigo intransigente de la
meritocracia, embista ahora con sus cuernos, desmintiendo toda la perorata que
en su momento acompañó la designación como canciller del bachiller Maduro. De
adalid de la oclocracia que manda a la desafortunada Venezuela actual, Chávez
se ha transmutado en un mosquetero que apunta su espada contra todo cuanto
antes exaltaba, ocupado en apantallar la supuesta "inferioridad" de
su contendor.
Argelia.rios@gmail.com
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