El símbolo escogido para representar lo infinito es “∞”. Por
extensión literaria interpretamos que lo infinito, además de serlo, es también
eterno y como tal lo asumimos.
Sabemos qué quiere decir que algo es eterno o se eterniza, o
que una determinada situación no se resuelva y sea objeto de enorme numero de
planes y propuestas de posibles soluciones que, por variadas, múltiples o
inmenso numero de consultas, al final no resuelvan el problema y continúe sin
solución. Acercándose cada vez más a los dos círculos pegados que representan
al ocho tumbado: girando sin final en un circuito de soluciones inalcanzables.
Quiero proponer que además de las ocho estrellas de nuestra
bandera (por las que se reclamó recientemente a la FIA, cuando ganó Pastor y el
pueblo descubrió y vibró con ese deporte popular y de fácil acceso que es la
Fórmula 1 y, por cierto, no reclamamos que pusieron la bandera cabeza abajo),
se coloque en el medio, debajo del arco formado por las estrellas, el símbolo
del infinito, el ocho acostado. Quedaría precioso, muy llamativo, muy estético,
original y rompería un esquema más en la vida de los venezolanos,
complementando el valor ético de nuestros símbolos. Posteriormente, y previo
aporte económico de PDVSA, se construirían múltiples circuitos en forma de
ocho, para carting, motos y carros de carrera de las distintas fórmulas.
Seríamos inmediatamente reconocidos como un país único, eterno e infinito.
Sí, así es. Eterno e infinito. Todo aquí es así.
En los oídos de los venezolanos han resonado por 76 años las
proféticas e inútiles palabras de aquel hombre sabio que dijo que debíamos
sembrar el petróleo, y los esfuerzos de aquellos que tanto lo intentaron, con
las becas Ayacucho, los préstamos educacionales, el fomento de la inversión,
los paquetes económicos y tantas otras decisiones buenas pero de mal final.
Seguimos igual y ahora peor. El petróleo venezolano pierde
valor y mercados. Países tradicionalmente clientes ahora lo serán menos, porque
han descubierto que poseen gran cantidad de lutitas de petróleo extraíbles y
procesables, que jamás soñaron que tendrían. Tendremos ahora que producir Torio
y espero que no nos pase lo mismo que con el oro negro.
La eternización infinita de los problemas no se queda allí,
como el problema de las cárceles y las promesas y soluciones que se han
propuesto y ninguna cuaja. Por el momento, el bálsamo es mover los presos a
prisiones ya sobrecargadas y generar así más agresividad y violencia, que es el
resultado natural del hacinamiento extremo.
También el oficialismo quiere eternizarse…
Fallan los alimentos, el agro, los repuestos de todo tipo, la
seguridad, las medicinas, las escuelas, la atención médica y los hospitales.
¿Qué más puedo nombrar sin llorar y seguir quejándome eternamente, hasta el
infinito?
alvarogrequena@gmail.com
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