Varios
mitos rodean los procesos electorales desde hace años. Muchos de estos cuentos
son alimentados desde el propio chavismo para provocar la abstención, pero no
solamente la abstención de los votantes. En Cuba, por ejemplo, organizan
religiosamente sus elecciones para todo con la plena seguridad de que el 99,99%
irá a votar y que además lo hará por Fidel, Raúl o la parte de la mafia que
toque elegir. El que no vote tendrá lo suyo. En Venezuela, por el contrario, el
chavismo siempre ha sabido que tiene a la mitad del país, a veces mucho más, en
contra. Sabe que a sus chavistas los maneja como quiere. Pero también sabe que
la otra parte está fuera de control, pero es maleable. Eso hace que un proceso
que debería ser una fiesta democrática se convierta en un drama.
La
cúpula chavista y sus cubanos tienen mecanismos para impulsar el voto del
chavismo muy sofisticados y muy fascistas, pero funcionan. Tienen listas por
zonas bajo duro control. Si a las cuatro de la tarde no han votado, previa
prórroga del directorio chavista del CNE, los patrulleros se moverán y sacarán
al potencial voto de su casa, de la casa del vecino y hasta de la cancha de
bolas. Donde esté. Un chavista que no vote puede perder su beca o su salida de
la misión que le haya tocado. Un chavista que no vote está en peligro de que su
hija o hijo sea despedido de la Administración Pública donde trabaja. La
amenaza es directa. Se sabe de chavistas que votan para proteger la pensión de
vejez del padre. Fascismo puro y grosero. Sin pena. Un chavista jefe o director
ministerial se encargará de decirle a su tropa que las autoridades saben
perfectamente por quién vota cada uno de sus súbditos. Con la capta huella lo
sabemos todo. Además tenemos todo el sistema computarizado así que siempre
sabremos dónde están los traidores.
Sin
duda que gran parte del voto chavista, y especialmente en el interior, en las
zonas donde el chavismo es dueño y cacique, viene de la amenaza, no porque esté
contento con la gestión o satisfecho con el rancho que le prometieron y no
llega, menos por convicción ideológica. Son votos sacados a punta de
amedrentamiento. Eso nos lleva a la otra parte de la historia. Otra fracción de
las votaciones chavistas viene del regalo, de la nevera china, del
ofrecimiento, del apartamento que te debo, de la bequita. No se trata de una
oferta seria como debería corresponder a una gente que se autodenomina
socialista y salvadores de la patria. Es decir, como ya es harto conocido, el
socialismo de Chávez se fundamenta en su billetera, en los dólares del imperio.
La repartición de la riqueza no responde a parámetros sociales profesionales
sino al estómago de Chávez.
Pero,
para completar el cuadro, el chavismo tiene muy claro cuáles son las
debilidades de la oposición en esto de votar. Una parte grande, no chavista, es
abstencionista y otra parte regular, no tan grande, le da lo mismo si vota o
no. De allí que no sea tan complicado para los cubanos generar estrategias
provocadoras de ausencias que bien pueden ser en las mesas electorales, como
testigos, a la hora del conteo o a la hora de votar. De allí que hasta los
mismos chavista dicen que las elecciones se ganan en las mesas donde no hay ni
un oposicionista. Esos votos son de Chávez.
El
mito del fraude tiene mucho de mito, pero la parte de verdad que tiene se debe
a la falta de presencia de la oposición.
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