La imagen
general de la actual institución castrense venezolana es sombría. Estos pasados
trece años la han cambiado de modo sustancial. No dudo que durante los tiempos
de la República civil la institución armada fue imperfecta, pero la
descomposición que hoy vemos desborda con creces lo previamente conocido.
ENTRE VENEZOLANOS |
El deterioro
se observa en varios planos. El primero tiene que ver con la corrupción y se
manifiesta en el presunto involucramiento de importantes figuras militares en
el narcotráfico. El segundo se refiere a la aceptación de la masiva presencia
cubana en Venezuela, de la oprobiosa dependencia del Presidente venezolano y
Comandante en Jefe con respecto a La Habana, y la intervención de militares y
agentes de inteligencia cubanos en el control de temas vitales para nuestra
soberanía.
A lo
anterior se suman otros aspectos. El primero concierne la cuestión operacional,
las compras de armamentos, la creación de milicias paralelas y las nuevas
alianzas del país con renegados internacionales como Irán y Siria. En vista de
la incompetencia, despilfarro e ineficacia que afectan al gobierno en todos los
órdenes, ¿qué tan capacitados están
nuestros militares para cumplir su misión de defensa, en caso necesario?
En otro tiempo las hipótesis de guerra se enfocaban hacia países vecinos, como
Colombia y Guyana, en términos de mesurado realismo.
Hoy los escenarios
aparentemente contemplan una “invasión imperialista” a Venezuela y otras
quimeras por el estilo. Entretanto, saturados con armamentos rusos y chinos de
baja categoría y probada ineficiencia, adquiridos sin transparencia alguna,
¿qué pasaría si los militares venezolanos se viesen involucrados en una guerra de
verdad? ¿Son las milicias otra cosa que represores para gran parte de la
sociedad?
Cabe también
preguntarse cuál es la situación de las jóvenes generaciones militares,
sometidas al incesante adoctrinamiento marxista administrado desde La Habana y
sujetas al envenenamiento ideológico que ahora es común, según he escuchado, en
sus institutos educacionales.
Pero lo peor
que ha ocurrido en este ámbito, como resultado del delirio revolucionario, es
el abismo abierto entre la sociedad civil, en particular en sus estratos mejor
formados, más enterados y productivos (sin menoscabo del resto), y un sector
militar percibido como hondamente corrupto, estéril, carente de profesionalismo
y servidor de un régimen que subordina los intereses del país a los del despotismo
castrista.
Ante este
lamentable y decadente panorama, y en vista de la compleja situación política,
corren rumores acerca de repetidos encuentros entre jerarcas militares
venezolanos y cubanos, y sobre preparativos para asegurar la perdurabilidad del
actual régimen, así sea necesario violentar aún más la Constitución, impedir o
postergar elecciones y generar un “autogolpe”, antes que ver a la oposición
democrática en el poder. Ello bajo el pretexto de “defender la revolución”.
Los
militares venezolanos no deberían auto-engañarse. La revolución chavista es un
proceso nefasto que ha destruido por completo la institucionalidad, exacerbado
el personalismo político, subordinado a Venezuela a los designios de los
hermanos Castro, desmantelando la economía y fracturando nuestra sociedad,
arrojando a la institución castrense a un severo y quizás irreparable
desprestigio. La única forma mediante la cual podrían, en un futuro, recobrarse
de su descalabro es procurar la paz entre los venezolanos en medio de las tormentas
que se avecinan, así como la expresión libre y soberana de la voluntad popular.
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