El socialismo como doctrina política basada en la propiedad y
administración colectiva de los medios de producción, legítimo heredero de la
lucha de clases y de la oposición a la propiedad privada, banderas estas del
comunismo, nunca tendrá a la verdad entre sus principios, a lo más solo como
instrumento de poder. Veamos.
Como imposible es la existencia de un socialista auténtico que fuere en
simultáneo católico legítimo, igualmente y por las mismas razones, padecemos
hoy en Venezuela la eterna contradicción entre un gobierno socialista y la
necesaria verdad.
Cuando una doctrina política se fundamenta en la oposición a valores
ínsitos al ser humano tales como la familia, fraternidad y la propiedad
privada, proponiendo en lugar de ello la lucha de clases y la colectivización
de los medios de producción, el acceso al poder político de tal corriente de
pensamiento solo será posible a través de la mentira y/o la violencia. Ello por
cuanto ninguna sociedad está dispuesta a sacrificar la familia, la fraternidad
y la propiedad, voluntaria y conscientemente en condición permanente.
Es así como todos y cada uno de los experimentos socialistas a lo largo
de la historia presentan común destino: la defenestración, transcurrido como
fuere tiempo suficiente como para develar la inviabilidad socialista, una vez
que las gentes logran neutralizar la violencia política que le es inherente.
Lo que va ocurriendo en Venezuela pasados 13 años de socialismo,
obedece al mismo guión. El estatismo, heredado de la partidocracia, ahora
exacerbado bajo el socialismo, soberbio a causa de un petróleo de elevados
precios, ha logrado retardar lo que no debió pasar de un trienio.
Pero a la fecha, la inviabilidad gubernativa socialista asumió un
protagonismo que no podrá abandonar. No bastaba con la violencia homicida que
ha hecho de Venezuela un territorio de peligrosidad mundial. Tampoco el
descenso en la productividad económica del venezolano, cada día más dependiente
ante las dádivas del Estado, una verdadera esclavitud. Faltaba el colapso de
los servicios públicos básicos, que apenas va comenzando.
El régimen socialista había logrado cabalgar en base a mentiras,
recientes crisis como la penitenciaria y la de electricidad, hoy día sin
embargo el agua potable constituye una problemática de tal magnitud que no le
bastará con la farsa y el silencio para mantener el indispensable orden social.
Sumado a ello el enigmático estado de salud del teniente coronel Hugo
Chávez, personificación única del socialismo en gobierno y sin heredero
aparente, es sencillo colegir la necesidad que tiene el régimen en profundizar
su repertorio de mentiras y violencia hasta tanto no se viere superado por
fuerzas políticas de mayor entidad.
Esperar la claudicación voluntaria del régimen, en razón de su solo
fracaso gubernativo es cuando menos quimérico vistos los antecedentes del
socialismo cuando se halla en el mando. En Corea del Norte y en Cuba, pasados
más de 50 años, los equivalentes de Hugo Chávez siguen optando por la
depauperación y la muerte de miles de sus compatriotas antes que contrariar el
desiderátum socialista: conquistar y mantener el poder.
Hoy más que nunca es menester ganar la más importante de las batallas
políticas: "la batalla de las ideas" empleando para ello la mejor de
nuestras armas, la verdad, a modo de reducir a su más mínima expresión la farsa
socialista, haciendo entonces posible una restauración constitucional pacífica.
ORA y LABORA.
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